Santo Domingo 23°C/26°C thunderstorm with rain

Suscribete

DÍAS DE CINE

Arturo Rodríguez recordado por Armando Almánzar

ADIÓS. 'YO HE PERDIDO A UN AMIGO, OTROS PERDIERON A UN FAMILIAR Y ESTE PAÍS HA PERDIDO A UN RECIO INTELECTUAL, UN HOMBRE HONESTO, QUE NO ABUNDA POR ESTOS LADOS'

Avatar del Listín Diario
Armando Almánzar R.Santo Domingo

Santo Domingo.- Hurgando en mi desastrosa memoria, me vienen a la mente retazos de los años 70, cuando, al grupete de incipientes escritores, críticos y pintores que formaban el bautizado como “El Puño” se acantonaba en la esquina Conde con 19 de marzo a discutir, un tanto a tontas y locas, ideas sobre la literatura y el arte en general, pero sobre todo de la política. Porque estábamos, recuerden, inmersos hasta el cuello en la “dictadura ilustrada” del muy hipócrita Joaquín Balaguer, un demócrata para el exterior, un permisivo asesino para quienes por estos lados lo sufríamos. Y en medio de ese pendenciero cardumen apareció un buen día, recién llegado de España, pero no de la España que hoy conocemos, sino de la España de Franco y de un oscuro colegio bajo el puño ideológico de los curas, Arturo Rodríguez Fernández. He de confesar ahora que lo mirábamos de reojo. Era demasiado joven, no estaba curtido en la política (nosotros tampoco, pero aun así nos dábamos ínfulas de conocedores, expertos y, de todos modos, todos habíamos participado de una u otra manera en la llamado Revolución del 65. Mientras que este chico nervioso y tímido era, desde ese punto de vista, un imberbe. Pero pronto nos dimos cuenta de que era un imberbe pero con talento más que suficiente. Porque a seguidas pudo demostrarlo cuando al formidable Severino, luego de pintar una de sus maravillosas negras retintas bajo el título de “Santa Marta la Dominadora”, propuso la idea de que Arturo, José Alcántara Almánzar y yo escribiéramos cada uno un cuento cuyo tema girara alrededor de la “santa”, y que incluso lo leyéramos en una especie de ceremonia frente al altar de la tal Marta y que todo ello se grabara en video. No conservo el folleto que se hizo con los cuentos. Severino y Mary Loly tienen el video y espero verlo de nuevo algún día, pero es el caso que ya, desde ese momento, supimos del talento del chico aún no quemado por nuestro inclemente sol caribeño. Y luego fue el golpe : “Mutanville”, una novela experimental en la cual también participamos algunos de nosotros, la única novela experimental escrita hasta ese día en nuestro país, la única novela experimental escrita que hemos conocido obra de un dominicano hasta este momento (hago la salvedad de que podrán encontrar algunos libros que se ven como experimentales en las librerías, pero son tan malos que..). Ya para ese entonces Arturo andaba metido hasta las narices en la crítica de cine y sobre todo luego de participar en un concurso literario en el exterior con un jurado de famosos, concurso que ganó compitiendo con docenas de escritores, varios de ellos dominicanos, ya nadie dudaba de su talento. Y luego vino el teatro, y Arturo, a despecho de la envidia que comenzaba a rodearle, comenzó a escribir y a presentar sus obras, y cada uno de esos estrenos era más que bien recibido, aplaudido, ovacionado. Yo, que también era de los que le envidiaban, sobre todo porque a los dramaturgos les aplauden de pie, cosa que no sucede con los cuentistas y novelistas, comencé a percibir que algo brillaba intensamente en el futuro aún un tanto impreciso de Arturo, pero que ese brillo tardaba en restallar como debía ser. Y pronto me percaté de que la enorme pasión de Arturo por el cine le hacía olvidar o, por lo menos, postergar sus trabajos literarios. Las semanas, los meses pasaban, Arturo hablaba de cuentos, de piezas teatrales, un centenar de ideas bullían en su mente enfebrecida. Pero siempre, casi siempre, tenía de por medio un viaje a algún festival de cine al que asistía como Jurado, su propia Muestra Internacional de Cine, obra ingente, trabajosa, que exige no sólo conocimiento cinematográfico exhaustivo, sino intenso trabajo físico y enorme multiplicidad de contactos, y que, para poder lanzarla tuvo que vencer la estupidez inepta de otros que le discutían la majadería del nombre, que se quedaron al fin con el nombre de Festival Internacional de Cine de Santo Domingo, sólo para dejarlo morir en medio de la desidia y la deshonestidad. Muchas veces se lo advertí a Arturo, pero nadie puede vencer lo que era en verdad una adicción: Arturo no podía vivir sin el cine, sin ver más y más películas, sin coleccionar films de todos los tipos, fotos con centenares de intérpretes y creadores, discos de esos films, libros sobre el cine y su millonada de gente, toda la parafernalia del Séptimo Arte. Como ese admirable Miguel Alfonseca cuyo talento se esfumó en la práctica religiosa, mucho de lo que nos pudo dar Arturo se esfumó en medio de la apoteótica barahúnda del cine. Nos deja, a pesar de todo, una obra extensa y de gran calidad, sus piezas teatrales son formidables, sus cuentos ejemplares. Y nos deja la Muestra Internacional de Cine, que, esperamos de todo corazón, pueda seguir adelante en manos de todos esos que sudaban a chorros todos los años junto con él para presentarla y permitir que unos cuantos miles de dominicanos se solazaran viendo un tipo de cine que por estos lados, por lo menos en pantalla grande, es muy escaso. Estuvimos juntos, no como antes, sino ya de modo más directo, desde 1997, cuando comenzamos el espacio de cine “A la hora señalada”. Empezamos en “Viva F.M.”, la emisora que inauguraba Juan Luis Guerra, y de la cual salimos en volandas porque resultamos demasiado “escandalosos” (por no decir satánicos, que fue lo que en realidad nos endilgaron) para Cristo. Seguimos en La X 102, donde hicimos el programa hasta ese jueves 15 fatal. Me parece que, como consuelo póstumo, la última cinta que vimos juntos en una sala de cine nos gustó a ambos, lo que no esperábamos de una obra panameña, pues nunca habíamos visto cine de esa nación: “Chance” fue una satisfacción y ahora insto a todos los cinéfilos a conocerla como un pequeño homenaje a Arturo y su buen gusto. Todos o casi todos saben que tuvimos encontronazos diversos, a ratos hasta muy enconados, haciendo el programa de radio, donde él se solazaba proclamando a diestro y siniestro que la película que más le había gustado en toda su vida era “El Gatopardo”, de Visconti, pero nuestras riñas intelectuales no eran por Visconti o Fellini, sino por “La vida es bella”, que él detestaba y que a mí me gusta, me sigue gustando. Pero, tras pleitos enconados, de agrias discusiones, seguíamos tan amigos, pues entre gente inteligente se puede discutir. Arturo era un ser extraño en medio de la fauna dominicana, era un ser demasiado honesto en medio del estercolero en que se ha convertido nuestro país. Como dije, luego de ser enterrado bajo un aguacero, yo he perdido a un amigo, otros perdieron un familiar, pero este país, por desgracia, ha perdido un recio intelectual y, repetimos, un hombre honesto, cosa que no abunda por estos lados.

Tags relacionados