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DESDE LA ÚLTIMA BUTACA

El maestro de marionetas

Director: Hou Hsiao-Hsien. País: Taiwán: Año: 1993. Duración: 143 minutos. Guión: Wu Nien-Chen, Chu Tien-Wen. Reparto: Li Tien- Lu, Ling Chung, Hung Liu, Lim Giong. Sinopsis: Li Tien-Lu nace en Taiwán en 1909, durante la ocupacion japonesa. Pronto aprenderá el oficio de su padre y llegará a convertirse en un maestro del teatro de marionetas. La película narra detalles de su vida cotidiana, de los conflictos políticos del tiempo que le tocó vivir, las relaciones con su familia y sus aventuras sentimentales I Esta es una película representativa de la llamada “Nueva Ola” del cine de Taiwán. Su director, Hou Hsiao-Hsien(1947) devino en un rostro memorable. La Nueva Ola fue un movimiento que trajo directores y actores de la generación emergente para hacer las cosas distintas. Eso fue todo lo que le bastó a la isla Formosa para no quedar a la saga de la industria de Hong Kong que, en ese tiempo, hizo todo lo que pudo para aferrarse a los productos de entrenamiento masivo. Los nuevos directores taiwanes con Hou Hsiao-Hsien a la cabeza, bebieron en el Neorrealismo Italiano. Con ello lograron filmes de gran repercusión. Preferían los espacios abiertos y los actores no profesionales. Eran películas de bajo presupusto, muy cercanas al cine documental. Eran artistas que no tenían una preferencia temática específica, pero su cine oscilaba alrededor de cuestiones anecdóticas. Lo mismo proponían biografias y testimonios epocales que proyectos cercanos a la tradición china y a la ruralidad. “El maestro de marionetas” es una biografía que se mueve entre el drama, el romance y la comedia que recrea la etapa relacionada de la ocupación japonesa del territorio de Taiwán. Hou Hsiao-hsien hace culto al cine de autor con tomas de larga duración a veces a media y a larga distancia; logra planos sutiles que la cámara se encarga de alejar o separar del espectador según la magnitud del acontecimiento. Esas tomas, signadas con cierta desproporción en cuanto al metraje, suponen un toque de distinción a su cine, notorio por esa estética tan personal, y ese ritmo narrativo lento y reiterativo que no busca la acción sino el realismo. Este cine no fue elaborado para que el espectador se aferre a la butaca esperando un desenlace, sino para que se integre como un personaje más al discurso visual, es decir, a la experiencia de un titiritero que alcanzó notoriedad por poner alma a sus muñecos. También logra trasportarnos con la magia de la vida y el arte del protagonista, a la historia de Taiwán. Hou no solo improvisa, sino que sabe improvisar porque tiene a su lado a un equipo de profesionales de calidad impecable. La música, hermosísima, está colocada en el lugar indicado como si fuera parte de la trama, igual que la banda sonora que derrocha simbolismo. La dirección de actores sigue la peculiar sagacidad alcanzada por los maestros del cine documental que lograban sacar adelante a simples aficionados a la actuación, obteniendo de ellos representaciones llenas de credulidad y frescura creativa.

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