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DESDE LA ÚLTIMA BUTACA

La muchacha samaritana

Ficha técnica: Año: 2004. Director y guión: Kim Ki-duk. País: Corea del Sur. Duración 90 min. Fotografía: Sun Sang-Jae. Música: Park Ji-woong. Reparto: Kwak Ji-min, Seo Min-jeong, Eol Lee y Kwon Hyun-Min. Sinopsis: Dos adolescentes, a la salida de la escuela, ejercen la prostitución para recaudar el dinero que les permita realizar un largo viaje. Pero la relación entre ambas se rompe inesperadamente y una de ellas toma una drástica decisión. I El cine de Kim ki-Duk rompe paradigmas con hondura y elegancia. Salvando las distancias, el joven coreano tomó un “pedacito” de Kurosawa, como también lo han hecho Kitano, Wai y Chan-wook para reivindicar una filosofía culterana que occidente no sabe disfrutar. Kim ki-duk apuesta a la contrahistoria; no le tiembla el pulso para adentrarse en los abismos del ser, sin distinguir la naturaleza cuantitativa o cualitativa a la que pertenezca ese ser dentro de la configuración del género humano. Es elegante y lenguilarlo en todas sus películas porque no busca juicios morales ni explosiones del sentimiento. Los protagonistas de Kim ki-Duk tienen su propia evolución y su manera peculiar de entender y enfrentar el mundo que les rodea, sin importar lo que nadie pueda pensar de sus conductas. “La muchacha samaritana” ocupa un lugar especial dentro de la filmografía del director coreano por la manera novedosa con que maneja un tema tan recurrente dentro de su cinematografía, como la prostitución juvenil. Otro elogio va hacia el guión, filmado con un estilo cuidadoso y pausado para que el espectador encuentre el verdadero rostro de su relato del otro lado de los diálogos. El guión se configura como un drama en tres actos. Cada acto funciona como capítulo serial. Todos tienen en común un sentimiento de redención que puede lograrse por el grado de comprensión de sus propios protagonistas ante la tragedia en que están involucrados. Resplandece su intención buscar una comunicación más allá de la propia piel de estos personajes. Para lograrlo, Kim ki-Duk acude ya bien a la violencia o el sexo para trascender el sufrimiento, con alusiones muy claras a la religión católica y al budismo. Sobresale la conexión entre la protagonista y la religión budista cuando esta encarga un homenaje a Vasumitra, una prostituta capaz de convertir al budismo a todo el que la ame, si ella es capaz de concederle su deseo. La película transcurre entre la sublimación de la violencia física (como un paralelo en el doloroso peregrinar de la adolescente protagonista), y un viaje interior de entrega, un acto de amor puro. Estas lecturas hacen que este filme vaya más allá del cine de autor para tomar el cuerpo de las propuestas de alcance colectivo. “La muchacha samaritana” fue rodada sólo en trece días, algo muy común en el cine de Kim ki-duk, al igual que la hermosísima fotografía y la esmerada dirección de actores. El maestro sabe trabajar con bajo presupuesto y organiza el tiempo de realización con mucho rigor y eficacia, aprovechando cada minuto del día y cada gesto de los personajes. No se dedique, pues, el crítico perfeccionista en hallar las fisuras transfigurativas que pudieran existir, precisamente por esa “prisa del cierre”. En todo caso, aquí hay una invitación para llegar al alma de unos personajes que si bien se ven involucrados en una tragedia de minorías, dejan ver muy pocas grietas en sus almas.

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