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DÍAS DE CINE

‘Quémese después de leer’

REPARTO. GEORGE CLOONEY, BRAD PITT, FRANCES MCDORMAND, TILDA SWINTON Y JOHN MALKOVICH SE UNEN EN LA NUEVA CINTA DE LOS COEN

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Armando Almánzar R.Santo Domingo

Santo Domingo.- Cuando se inician los créditos de “Burn After Reading” (Quémese después de leer), de los hermanos Joel y Ethan Coen, lo que vemos durante esos primeros minutos, aun sin saber qué está sucediendo, lo que escuchamos junto a esas primeras imágenes podrían tomar el pelo a cualquier espectador. Porque de seguro va a creer que va a enfrentar una de tantas películas duras y farragosas sobre el espionaje internacional, una historia cargada de emociones y tensión. Pero, un poco más adelante, aunque continúa el mismo tratamiento, aunque la formidable partitura de Carter Burwell sigue haciendo de las suyas, aunque la cámara de Enmanuel Lubezki ofrezca giros inquietantes y nos haga pensar en detalles y situaciones sombríos, en inminentes peligros, vamos entrando en materia: los Coen se están burlando de tanta chocarrería de espionaje, nos están tomando el pelo pero de la manera más divertida que puedan imaginar. Piensen, por ejemplo, en los personajes: Osbourne Cox trabaja como analista para la CIA y, rebajado de nivel, renuncia a su trabajo, lo cual indigna a su esposa Katie que, a más de molesta con él, en el ínterin le está adornando regiamente la frente con Harry, que trabaja también para el Gobierno, pero en el Departamento de Tesoro y está casado con una escritora de cuentos infantiles que anda de gira por otras ciudades lejanas de Washington, donde ocurren los hechos. Mientras, Linda, quien trabaja en un gimnasio, está obsesionada con la idea de hacerse un fuerte tratamiento de cirugía plástica y su seguro no habrá de pagarlo y ella se lamenta por ello. Chad, un chico plástico que vive para los ejercicios y también trabaja en el gimnasio, junto a Ted, el gerente, descubren que un trabajador de la limpieza ha encontrado un CD, y Chad, al abrirlo, descubre una serie de informaciones que pertenecen a Osbourne. Y la idea se cae de la mata: Linda y Chad tratan de chantajear al dueño, luego de vender su “secreto” a la embajada rusa como si estuvieran en la década de los 80. Pero, lo que sí podemos asegurarles es que, de esa entrada argumental en adelante es cuando empiezan a suceder cosas que resultan no sólo sorprendentes, sino también desquiciantes; que todos esos personajes, de una manera que nadie podría imaginar, se van mezclando los unos con los otros y produciendo una serie continua de situaciones a cual más desternillante, más risible, más despampanante. Se hace evidente que a los Coen no les interesa en lo más mínimo dar un carácter verosímil a su historia. Muy por el contrario, la idea es que el espectador se percate de que el relato es una fábula, pero que, de todos modos, arrastra a quien lo está viendo por la manera como ha sido llevada por sus creadores. Llevarnos en andas, gracias a la formidable elegancia y al ritmo avasallador de la edición, es el propósito de estos brillantes creadores, que utilizan todos los resortes propios del lenguaje cinematográfico para hacer que nos sintamos envueltos, arropados por una historia que nos excita muy a pesar de que advertimos, casi desde el principio, que es una perfecta tomadura de pelo, algo que se confirma de manera más que rotunda cuando escuchamos al alto oficial del CIA cuando comunica lo que han investigado a su superior a través de una breve serie de diálogos y contradiálogos que son un perfecto cierre de una comedia paródica que en nada se asemeja o siquiera se parece de lejos a esas burdas parodias que vemos a cada rato hechas por directores ajenos al talento y con guiones burdos. Añadan a todo ello un reparto de puro lujo: George Clooney, el Casanova desquiciado Harry; Frances McDormand, la obsesa Linda; Brad Pitt, el masca chiclets Chad; John Malkovich, el frustado Osbourne; Tilda Swinton, una Katia soberbia, y Richard Jenkins, enamorado y desesperado Ted.

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