ESTRENO
“La duquesa”
LO MEJOR DE LA SEMANA. COMPARADO CON LOS OTROS ESTRENOS, UNA DE VAMPIROS Y OTRA DE PORRAZOS, ESTE FILME ANDA POR LA ESTRATÓSFERA
SANTO DOMINGO.- No hay discusión posible: frente a una película tan farragosa a pesar de sus buenas intenciones como “Corazón de tinta” y un pleito de perros a puros porrazos y decenas de litros de “sangre” en “Inframundo”, este filme histórico de Saul Dibb, “La Duquesa”, anda por la estratósfera comparado con las otras. Esa Georgianna Spencer, a partir de 1774, se convierte no solamente en Duquesa sino además, ya por méritos propios, en una verdadera diva, en lo que ahora puede considerarse como una “socialité”, tanto así que, adorada por nobles y plebeyos, estandarte de la moda, llegó al extremo (recuerden: hace más de doscientos años) de hablar en una manifestación frente al pueblo llano para promover la elección de Charles Grey, aspirante a la Cámara de los Comunes por el partido “whig”. Derechos de la mujer Pero el drama de esta Georgianna se puede tomar también, hoy día, como un anticipo de lo que es la lucha por los derechos de la mujer, el enfrentamiento ante el abuso del machismo. Ahora algunos arrugarán el ceño aduciendo que ella engañó a su marido, el Duque; nosotros lo vemos de otra manera: ella le pagó con la misma moneda. A poco de casados, el altivo Duque le llevó una niña para que ella, Georgianna, se encargara de criarla, cuidarla, educarla, y no tardó la esposa en percatarse de que era una hija “de la calle” del marido. Peor, cuando ella recoge, para ayudarla, a Bess Foster, a poco, frente a su esposa, el Duque la convierte en su amante y obliga por la fuerza a las dos mujeres a convivir. En realidad, despechada, sabedora de lo poco que le importaba a su marido el amor por ella, lo que hace es, repetimos, pagarle con la misma moneda, y luego enfrentar la culpa de la manera más dolorosa. “The Duchess” no es una gran película. Saul Dibb la lleva con mesurado academicismo, vemos los detalles bien colocados tanto en lo que se refiere a la fotografía como a la musicalización, el fastuoso vestuario de época, la elegancia en la edición que logra que el ritmo no decaiga y la historia pueda ser trasegada sin que sintamos el peso de esas casi dos horas, y la dirección artística también tiene categoría: categoría, no excelencia, como sucede con todos lo demás. Es posible que lo que más haya ayudado a Dibb es el reparto, firmemente encabezado por Keira Knightley y Ralph Fiennes, la duquesa y el duque, o sea, el sañudo enfrentamiento entre la calidez emotiva de ella, su soltura social, y la altiva rigidez del noble acostumbrado a mandar, a imponer su voluntad: dos actitudes contrapuestas, dos muy buenas interpretaciones, tampoco magníficas. Tras ellos, con certeza histriónica evidente, Charlotte Rampling, como Lady Spencer, y Hayley Atwell, como Bess Foster. Muy buena cinta, sin duda.