Ruta del cigarro: un recorrido multisensorial en Santiago
Al visitar Tamboril, el recorrido de humo y aromas inicia desde que se irrumpe en sus calles, adornadas con el evidente orgullo de su gente por sus raíces, pues en su entrada se destaca su título de “Capital mundial del cigarro”. Dentro del marco de Santiago, como provincia, es inevitable preponderar la industria tabaquera como parte de lo que representa a la región, no solo por su protagónico en la economía, también porque suma pluralidad al turismo cultural de la nación.
Es este demandante renglón una de las razones por las que miles de turistas aterrizan en territorio dominicano año tras año. Es por ello que las industrias se ven obligadas a crear una ruta, para que puedan vivir la experiencia con más cercanía, al palpar la hoja de primera mano en los campos o en el almacén, donde reciben explicaciones sobre esta manualidad.
En la entrada por la fachada amarilla, un señor de gran carisma recibe al grupo y guía la experiencia dentro de la longeva y tradicional instalación de La Aurora. Eugenio Polanco es su nombre. De inmediato dejó por entendida su pasión por lo que lleva alrededor de 40 años realizando, además del placer que le provoca el mundo del tabaco.
El showroom es de luz tenue. Allí dentro, una fragancia amaderada predomina. Eugenio, quien todo el tiempo mantiene entre los dedos un puro sosegado, muestra a los turistas el camino a recorrer para producir ese producto agrícola que representa la mayor cantidad de divisas que se generan en el país.
A partir del 1988, la ruta cultural del tabaco continúa atrayendo a más y más extranjeros. El mismo guía lo resaltó al preguntarle; allí se han recibido hasta 50 personas en un solo recorrido, dato que, luego ,corrobora Emely Reyes, coordinadora de mercadeo en la empresa, quien informó que son, aproximadamente, 500 los turistas que visitan cada mes.
Un paseo artesanal
Más allá de la sala de exposición, hacia donde el cicerone continúa el recorrido, resuenan los ritmos de alguna canción alegre y de la actividad manual de alrededor de 2,000 de artesannos.
Los turistas interactúan con ellos. Se manifiestan interesados en la práctica de aquellas manos de ágil delicadeza que trabajan, desde muy temprano en las mañanas, las hojas del tabaco, hasta dejarle vestida con la insignia: “Hecho en República Dominicana”. Hoy, los puros con esta distinción alcanzan más de 1,200 millones de productos exportados a más de 140 países en el mundo.
Un olor a miel inunda la sala. Sombrillas de colores engalanan el camino hasta la zona de empuñe y rolado.
Desde su cultivo hasta su etiquetado, de la cálida bienvenida hasta el cafecito dominicano a la salida, la experiencia de una hora y veinte minutos, en la fábrica de estos olores y sabores cibaeños, es un verdadero estímulo de todos los sentidos.