Tribuna abierta

La dignidad en el deporte

Juan Francisco Puello Herrera

Juan Francisco Puello Herrera, Comisionado de Béisbol del Caribe.Fuente Externa

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Juan Francisco Puello HerreraSanto Domingo

Observando cómo se conducen hoy día en el ámbito deportivo sus principales protagonistas (directivos, promotores, representantes, jugadores) en busca de lograr los mayores beneficios económicos en sus actividades en desmedro de los seguidores que siguen la suerte de su deporte favorito, da a pensar que se ha perdido la dignidad al anteponer lo económico a lo deportivo.

¿Qué es la dignidad humana? Como rasgo característico del ser humano creo no hay otro concepto de mayor importancia para el futuro cultural y moral que el concepto de la dignidad de la persona humana, porque siendo esta el centro y el punto de referencia de la sociedad, todo cuanto gire en torno a las actitudes sean de buena o mala fe se mide precisamente por su actitud hacia la persona.

El peligro de una dignidad mal entendida hay que enfocarla desde su condición de estar en todas partes al mismo tiempo y su desarrollo, cuyo concepto trascendente corre el riesgo de desvirtuarse y convertirse en instrumento de manipulación para intereses particulares.

Frente a cualquier distorsión de la dignidad humana, esta guarda relación con la ética de trabajo como característica propia y distintiva de la persona humana, que no es fruto de las cualidades particulares, sino de la naturaleza racional y espiritual del hombre, por esto es preciso que mantenga su integridad.

El deporte es una metáfora de la vida que debe ser preservado de que solo sea utilizado para conseguir ganancias económicas por la vía que fuera con instrumentos nada confiables en lo moral y lo sórdido, renunciando a principios que deben ser la razón de toda institución que pretenda ser modelo ejemplar de administrar sus bienes correctamente.

La integridad en el deporte debe ir más allá de los lamentos evitando minimizar las consecuencias de los errores pasados y nunca buscar disminuir la importancia de la reparación, que exige una contrición sincera, y no sólo un banal arrepentimiento de no hacer lo debido. Sólo así se puede caminar por la senda de la integridad, de la honestidad y responsabilidad frente a cada uno y de cara al futuro.

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