Hace poco más de una semana, los Yankees de Nueva York agregaron a su rotación de abridores a Marcus Stroman, veterano de 32 años que firmó un contrato de dos temporadas y US$37 Millones de dólares.
Muchos han señalado el deterioro que tuvo el rendimiento de Stroman en la segunda parte de la temporada pasada como señal de preocupación. Lanzando con los Cachorros de Chicago, tuvo marca de 9-6, 2.96 en sus primeras 19 aperturas, mereciendo una invitación al Juego de Estrellas. De ahí en adelante: 1-3, 8.63 en ocho partidos, seis como abridor.
Pero la realidad es que el nativo de Medford, NY, sufrió una lesión en un costado que provocó una ausencia de 45 días y provocó una merma en su producción luego del Juego de Estrellas. Si cuenta con salud en 2024, no dudamos que tiene las herramientas para ser un abridor competente.
Lo que sorprende es que un equipo como los Yankees se interesara en un jugador con historial de “cabeza caliente” que llegó a sostener dimes y diretes con el propio Brian Cashman, gerente general del conjunto del Bronx.
Stroman también criticó a los Mets, su antiguo equipo, en redes sociales, fustigó la contratación del antiguo gerente Billy Eppler, y declaró que recibió amenazas de muerte en la época en que lanzaba en Queens. Los tweets fueron posteriormente borrados.
Es probable que Stroman haya decidido voluntariamente limitar su actividad en redes sociales, pero lo cierto es que no sigue el perfil de los jugadores que los Yankees han preferido en el pasado.
La llegada del polémico lanzador es una demostración de la urgencia que tenían los Yankees por fortalecer su rotación, luego de que perdieran la carrera por los servicios del japonés Yoshinobu Yamamoto.
Tentativamente, Stroman sería el tercer abridor de los Yankees, detrás de Gerrit Cole y Carlos Rodón y delante de Néstor Cortés y Clarke Schmidt.
Antes de firmarlo, la gerencia había adquirido a otro jugador con historial de problemático: El jardinero Alex Verdugo, quien había sido enviado a la banca por tardanzas y juego displicente por Alex Cora, su dirigente con los Medias Rojas de Boston.
Le tocará al dirigente Aaron Boone y a los veteranos del conjunto lograr que estos jugadores de carácter cuestionable no afecten la química de los 27 veces campeones.