El equipo visitante está arriba por una carrera en la segunda parte del octavo episodio, los anfitriones llenan las bases con un out; entra a lanzar un relevo que domina la situación ponchando los bateadores que enfrenta, manteniendo de esa manera la precaria ventaja. En el siguiente episodio, final, en la parte inicial no se anota y en la segunda entra otro relevo, que asimismo somete a sus rivales obteniendo el juego salvado. Realmente, ese crédito se le debe otorgar al pitcher señalado al principio, el que apagó el fuego en el momento clave.
Eso o algo similar ha ocurrido en innumerables ocasiones en el béisbol, la última vez que lo presencié fue el pasado trece de junio en juego efectuado en el Citi Field entre Yankees y Mets, los protagonistas de la historia real fueron Clay Holmes y Michael King.
Las estadísticas tradicionales sobre el pitcheo no se pueden dilucidar por igual para un lanzador abridor, que para un relevista. En algo elemental, el promedio de carreras limpias permitidas, a un relevista se le puede afectar negativamente por una mala salida, influyendo en su total, aún cuando haya realizado diez con efectividad.
Una manera de medir el trabajo de esos bomberos que entran a juego en momentos apremiantes es con el esquema que mide la cantidad de corredores que encuentra en base frente a los que le anotan. En ese sentido el año pasado Jason Adams de los Rays heredó 31 corredores en base y solo le anotaron tres, un 9.7%, líder de ambas ligas. A partir de 1995 la marca la comparten Wilton López de los Astros y Jorge de la Rosa de los Diamondback, el primero en 2010 y el segundo en 2017; encontraron 33 adversarios esperando remolque y apenas uno anotó.
Entre los dominicanos Jimmy Cordero con los Medias Blancas, en la limitada campaña de 2020 logró que solo le anotara uno de 16. En una temporada completa a Frank Francisco de los Rangers en 2007, un 6.8% de los 44 corredores que halló en las almohadillas le cruzó el plato. Excelentes resultados a pesar de su PCL de 4.55.