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Hansel Enmanuel es un Salón de la Fama de la vida
Cuando se evalua y define a un jugador de baloncesto siempre se hace más énfasis en las habilidades físicas que puede desarrollar en la cancha.
Se dice, por ejemplo, que tiene un gran salto vertical que le ayuda a ser un buen rebotero. O que su rango de lances le permite encestar el triple con consistencia. O que su visión del tabloncillo le hace identificar dónde están sus compañeros.
El caso de Hansel Enmanuel es muy diferente. No se puede evaluar su actuación como cualquier otro baloncestista. Es un caso único en la actualidad en el baloncesto universitario de los Estados Unidos, la NCAA.
Lo que más se podría resaltar, para definirlo como jugador, va más allá.
Es un inmenso corazón, es un coraje imperturbable, es una determinación imparable.
Para muestra está su más reciente presentación. En 29 minutos terminó con ocho puntos, 10 rebotes, dos lances bloqueados, una asistencia y un robo de balón en el triunfo de Austin Peay 98-44 sobre Midway el pasado martes.
Ni su equipo ni el rival son de los principales del circuito, tal vez sus puntos luminosos no salen en los resúmenes de los principales noticiarios deportivos. Nada de eso importa.
Hansel Enmanuel tiene un propósito más alto.
Aprovechar la oportunidad que le ha dado Dios para ayudar a su familia y demostrar que no existen los imposibles.
Y es que Hansel Enmanuel es mejor jugando al baloncesto con un solo brazo que el 95 por ciento de los seres humanos que habitan en este momento la faz de la tierra.
Con una aparentemente frágil estructura física de 6-6 de estatura y 167 libras de peso, el nativo de Los Mina no es más que una “fiera incontenible” cuando se pone el uniforme y pisa la cancha que convierte su handicap en su mayor fortaleza.
Fue a los seis años cuando, compartiendo con amiguitos en una visita a su abuela, al trepar a una pared en construcción la misma se derrumbó dejándolo atrapado por más de dos horas y como resultado sufrió la amputación de la mayor parte de su brazo izquierdo.
Al principio, su padre Hansel Salvador -dos veces MVP del torneo superior distrital- quería que fuera pelotero, recordando el caso de Jim Abbot (pitcher de una mano en las Grandes Ligas), pero Hansel Enmanuel le dijo que quería jugar baloncesto igual que su ídolo (su padre).
Con el apoyo incondicional de su padre más las gestiones realizadas por Moisés Michel tras la pandemia consigue viajar a Estados Unidos con una beca para Life Christian Academy en Kissimmee, Florida. Su éxito fue instantáneo, sus videos en las redes sociales se hicieron virales y sus seguidores en Instagram se cuentan por millones.
Ingresó a la NCAA con la universidad de Northwestern State luego de recibir interés de Tennessee State, Memphis y Bethune-Cookman. Un cambio de entrenador le hizo seguir al suyo hacia Austin Peay.
Su sueño, como el de casi todo jugador de baloncesto, es llegar a la NBA. Se ve difícil, imposible. Pero Hansel Enmanuel no conoce esas palabras. Tal vez no lo consiga, pero ya con lo que ha hecho y para todos es un Salón de la Fama de la vida misma.