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Messi, con el mundo en sus manos

“¡Cuando Messi hizo el tercer gol, se me saltaron las lágrimas!”. Con estas emocionadas e inesperadas palabras describió Rafael Nadal, ese dramático momento en el que Argentina a los 108 minutos de la final de la Copa del Mundo, logró aventajar a Francia. Su conocida pasión por el Real Madrid no le impidió a Nadal, como les ha sucedido a millones de personas en todo el mundo, emocionarse y compartir el triunfo del ex capitán del Barça y la Selección argentina. Y es que es difícil no sucumbir ante el carisma de Messi.

Sí. Messi ha sabido hacer como ninguno, lo que todos quieren hacer hoy… conectar, generar empatía con la gente, lo que en el lenguaje de hoy llamamos engagement, involucramiento, compromiso.

En el mundo del marketing, el engagement se utiliza para referirnos a la relación existente entre el consumidor de una marca y cómo interactúa con ella. Pero en realidad, hoy hay engagement en todo y todo el tiempo. Ya es el objetivo final de nuestras vidas.

Messi logró con su equipo y con su audiencia una conexión capaz de movilizar no solo a sus compañeros para sobreponerse a las adversidades y pasar de la derrota inicial frente a Arabia Saudita a la victoria final contra los franceses, sino a los millones de argentinos que han encontrado en él al líder que la historia les ha negado y a otros miles de millones de aficionados de todo el mundo que, sin ser argentinos, se han sentido conectados con él y con el ímpetu de su equipo.

Con convicción, con generosidad y empatía para entender a sus compañeros y aprovechar al máximo el talento de cada uno de ellos ­y también con humildad para aceptar las críticas y evitar la frustración. Supo generar la conexión, el engagement indispensable para convertirse en el motor de esa poderosa fuerza movilizadora capaz de generar un compromiso profundo con sus audiencias ­–su equipo, sus técnicos, su público–, transformar las derrotas en aprendizajes y trazar el camino hacia la victoria.

Como pocos, “La Pulga” ha tenido siempre claro que lo importante no es el triunfo individual sino los logros colectivos. Cómo olvidar a ese Messi de Brasil 2014, cuando la Selección Argentina perdió 1-0 la final frente a Alemania en el Estadio Maracaná y se quedó a las puertas de levantar la Copa del Mundo por tercera vez en su historia. Llevarse el Balón de Oro como el mejor jugador no le bastó a un Messi para quien lo más importante era el triunfo de su equipo. “El Balón significa muy poco. Lo único que quería era levantar la Copa y llevarla para Argentina y no se nos dio. Ahora hay que mirar para adelante y pensar en lo que viene”.

En nuestra memoria quedarán indeleblemente grabadas esas imágenes de ese 18 de diciembre, de un Messi triunfante, extático, realizado, dueño del deber cumplido, rodeado por su equipo, allí, en medio del estadio de Lusail en Qatar, entregado a su público y conectado con cada uno de los miles de espectadores que acudieron en esa noche mágica a verlos cumplir el sueño de todos, su propósito compartido.

Pero ¿cuáles son las características que tiene Messi para generar ese engagement?

La primera, y la más importante, es ser genuino. Aunque ha pasado más de la mitad de su vida en Europa, parece haber salido ayer de su natal Rosario y vivir en medio de una gran abundancia no lo ha cambiado. Sigue siendo más que nunca quien fue.

Segundo, es reconocido por la incondicionalidad con su círculo más íntimo, con su familia, sus amigos.

Tercero, es consecuente con lo que dice y con lo que hace. En un mundo hiperconectado y a pesar de su gran exposición, donde cualquier actitud te deja offside y se puede pasar rápidamente a ser el villano de la película, ese ser consecuente se le ha abonado y por eso se ha podido dar ciertas libertades como cambiar su decisión de renunciar a la Selección.

Cuarto, mentalidad positiva. Martin Seligman, padre de la psicología positiva decía que una gran cantidad de individuos exitosos comparten esta actitud clave y usan más el “si” que el “no”. Nunca dan nada por perdido, como sucedió en el momento en que Francia empató a tres goles en los últimos minutos de la final.

Quinto, la alegría. La alegría acompaña a las personas que muestran felicidad por lo que hacen. Y Lionel estaba feliz. Se le sentía feliz aun cuando se perdía de hacer goles por muy poco. La cámara lo buscaba y lo encontraba usualmente sonriendo y como diciendo: “la próxima será, tranquilos!”, incluso cuando faltaban pocos minutos para perder el sueño de la tercera estrella.

Sexto, la creatividad. Las personas creativas, además de frecuentar el buen humor, se sorprenden de todo como si lo hicieran por primera vez. Prueban, aprenden y vuelven a probar. Cambian el fracaso por aprendizaje.

Si antes de Qatar Messi había conseguido, como Maradona en sus años de gloria, que el mundo estuviera pendiente de lo que hacía con la pelota y, con ello, tenerlo a sus pies, hoy, después de Qatar, Messi ha logrado con esa conexión profunda, con el engagement, lo que ningún otro futbolista ha conseguido jamás: tener también el mundo en sus manos.

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