Béisbol

HISTORIA

Roberto Clemente, a 50 años de su deceso

Roberto Clemente fue uno de los principales embajadores latinos que tuvo el béisbol.

Cuando los puertorriqueños pronuncian el nombre de Roberto Clemente, quieren que el mundo entero entienda su orgullo, unidad y cultura.

Para ellos, Clemente representa el pináculo de lo que significa ser un auténtico boricua. Su nombre está en sus canciones. Los niños leen su historia en la escuela. Su imagen se muestra en las casas de muchos peloteros latinoamericanos.

“Si alguien nos reta a hacerlo para saber quiénes somos, la respuesta es que todos somos el número 21”, dijo Luis Clemente, uno de los hijos de Roberto. “Somos Roberto Clemente. Sabes quiénes somos. Es el rostro de lo que te hace puertorriqueño”.

Cincuenta años después de su muerte, Roberto Clemente, el talentoso jardinero de los Piratas de Pittsburgh, sigue siendo una de las figuras más reverenciadas de Puerto Rico y de América Latina.

Su estilo elegante y el poder de su brazo no tuvieron rival en su época. Pero sus esfuerzos humanitarios constituyen tal vez su mayor legado.

Medio siglo después de que jugó muchos de los peloteros latinoamericanos de hoy le agradecen el haberles allanado el camino.

“El nombre de Roberto Clemente es algo que nos llena de pasión y admiración”, dijo el dominicano Sandy Alcántara, lanzador de los Marlins de Miami. “En vista de que él fue uno de los latinoamericanos que hicieron mucho por nosotros acá en Estados Unidos, creo que es una leyenda viviente, no sólo acá sino en toda América Latina”.

Clemente falleció a los 38 años, el 31 de diciembre de 1972, cuando el avión en que viajaba se estrelló frente a las costas de Puerto Rico. El astro buscaba llevar ayuda a las víctimas de un terremoto en Nicaragua.

Cuando falleció tenía ya cifras dignas de un futuro miembro del Salón de la Fama, con exactamente 3.000 hits, cuatro títulos de bateo de la Liga Nacional, 12 Guantes de Oro, un premio al Jugador Más Valioso, dos campeonatos de la Serie Mundial y 15 apariciones en el Juego de Estrellas.

Defendía con pasión sus raíces puertorriqueñas y se pronunciaba de manera enfática contra el racismo que sufrió como latinoamericano negro durante una carrera que transcurrió junto al movimiento por los derechos civiles.

“Esa era una expresión de la preocupación de Clemente por la forma en que muchos lo veían”, dijo el historiador de béisbol Adrián Burgos Jr., quien se enfoca en la experiencia de los peloteros latinos. “Más allá de ese pelotero superestrella, veían a un hombre negro y latino cuando comenzaba a hablar”.

Clemente llegó a las Grandes Ligas después de que Jackie Robinson rompió la barrera racial, y no estaba preparado para lo que enfrentó cuando salió de Puerto Rico.

De acuerdo con datos demográficos compilados por la Society for American Baseball Research, los jugadores blancos representaban el 90,7% del total en las Grandes Ligas cuando Pittsburgh seleccionó a Clemente, procedente de los Dodgers de Brooklyn, bajo el draft de la llamada Regla 5 de 1954.

Los afroestadounidenses representaban 5,6% mientras que los latinos eran el 3,7%.

Cuando Clemente se incorporó a los Piratas para la pretemporada en Florida, los peloteros negros no podían comer en los mismos restaurantes que los blancos después de los juegos. Con frecuencia, tenían que esperar a que les llevaran alimentos en el autobús.

Clemente se negó a que se le tratara como un ciudadano de segunda. Exigió la misma mentalidad a sus compañeros negros.

“Incluso decía al resto de los compañeros: ‘Aquellos de ustedes que coman los alimentos de este lugar se las verá con nosotros’”, afirmó Luis Clemente. “Le decían: ‘Roberto, nos morimos de hambre, tenemos que comer’. Y él respondía: ’No me interesa... Si yo no soy suficientemente bueno para que me sirvan comida en ese restaurante, entonces la comida no es suficientemente buena para que nos alimentemos con ella”.

Clemente entendió el impacto de su voz, y la usó para condenar el racismo, muchas veces en español. Sus declaraciones eran traducidas al inglés, a veces con algunas imprecisones. Su orgullo y conducta no eran bien comprendidos en muchas ocasiones.