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RESUMEN ANUAL

El deporte tuvo choques con la política y el racismo en 2022

Brittey Griner, pívot del Mercury de Phoenix, mira a la cámara en el segundo partido de las finales de la WNBA ante el Sky de Chicago, el 13 de octubre de 2021.

Brittey Griner, pívot del Mercury de Phoenix, mira a la cámara en el segundo partido de las finales de la WNBA ante el Sky de Chicago, el 13 de octubre de 2021.

Hay en teoría un acuerdo no escrito entre los aficionados al deporte y sus equipos o atletas favoritos.

Desde luego, están en juego miles de millones de dólares en esto. Pero en su esencia, el deporte debe ser diversión, juego, un menú interminable de escapes de dos o tres horas, desde la realidad hacia una tierra de ganadores y perdedores donde nadie se hace daño de verdad.

Para muchos fanáticos, esa visión siguió cambiando en 2022, como había comenzado a ocurrir el año previo y el anterior. Una evaluación más precisa indicaría que el deporte no es tanto un escape de los problemas del mundo sino simplemente otra ventana que permite contemplarlos.

Difícilmente pasó un día de 2022 en el que un titular no haya podido aparecer lo mismo en la sección de deportes que en la de noticias generales. La intersección fue de los ambientes laborales tóxicos a las acusaciones de delitos sexuales pasando por el uso de los deportes con fines políticos, las criptomonedas, los derechos de las personas transgénero y la pandemia de COVID-19, con un aderezo de dopaje, geopolítica, hipocresía y corrupción.

La noticia deportiva del año para la AP versó sobre la basquetbolista Brittney Griner, cuyo plan de viajar a Rusia para jugar durante el descanso en Estados Unidos terminó en una batalla diplomática entre los líderes de los dos países.

Griner fue sentenciada a nueve años de prisión por poseer una cantidad menor de aceite de hachís, que es ilegal en Rusia. Sobrevinieron meses de negociaciones tensas.

Al final, Griner fue liberada en un intercambio de prisioneros. La última palabra en ambos equipos negociadores provino nada menos que de los presidente Joe Biden y Vladimir Putin.

El líder ruso ha buscado usar el deporte para proyectar la fuerza de su nación, como han hecho muchos en el mundo. Comenzó el año apareciendo junto al primer ministro chino Xi Jinping. Ambos usaron los Juegos Olímpicos para dar realce a su sociedad en el escenario mundial.

Poco después de esos Juegos, Rusia invadió Ucrania. La comunidad deportiva comenzó a lidiar entonces con la pregunta de si debía permitirse que los atletas rusos compitieran en eventos internacionales, a veces contra deportistas ucranianos.

“Pienso que es bastante simple”, dijo en noviembre Sebastian Coe, jefe de World Athletics, cuando se le preguntó qué haría falta para que los rusos volvieran a las pistas pronto. “Salgan de Ucrania”.

Al cierre del año, sin que el final de la guerra pareciera cercano, la postura de Coe difícilmente es la mayoritaria entre los líderes deportivos.

Muchos de esos dirigentes, en tanto, lograron que sus deportistas volvieran a salvo de China, donde convergieron 2.800 competidores, más dirigentes y periodistas para los Juegos Olímpicos Invernales de Beijing, sin que se presentara un brote grave de COVID-19.

Ello fue posible gracias a las medidas draconianas, procedimientos opacos de prueba y sedes olímpicas acordonadas. De paso, esas restricciones apagaron cualquier expresión de disidencia en un país donde dichas manifestaciones no suelen tolerarse.

Las restricciones por e COVID ayudaron a que China demostraba que podía realizar un gran evento mundial en medio de una pandemia, si bien las festividades distaron de las muestras de paz y amor que el movimiento olímpico busca impulsar.

“Esto es como una prisión deportiva”, dijo Mark McMorris, competidor canadiense de snowboarding.

Difícilmente China fue el único país que buscó usar el deporte para ganar legitimidad o para lavar su imagen.

La creación de la gira LIV Golf consumió prácticamente todo el oxígeno en ese deporte, alterando el statu quo con el apoyo de un fondo apoyado por líderes saudíes que, según sus detractores, tienen las manos ensangrentadas.

Durante un tiempo, el asesinato del periodista Jamal Khasthoggi y la ciudadanía saudí de los autores de los atentados terroristas del 11 de septiembre eclipsó los birdies, los bogeys y la salud de Tiger Woods, para convertirse en el tema principal de conversación en el golf.

A finales del año, el Mundial de fútbol realizado en Qatar estuvo debajo de un microscopio similar. El maltrato a los trabajadores inmigrantes y la postura del gobierno ante la comunidad LGBTQ eclipsaron la antesala del torneo, lo mismo que las acusaciones de corrupción en el otorgamiento de la sede a un emirato sin tradición futbolística.

El torneo concluyó de manera brillante en lo futbolístico. Argentina se coronó en una de las finales más trepidantes de la historia.

Mientras la Copa del Mundo se disputaba, el mundo de las criptomonedas se derretía. La bancarrota del mercado de criptomonedas FTX, por miles de millones de dólares y el arresto de su dueño Sam Bankman-Fried tuvo conexiones con el mundo deportivo por doquier.

Tom Brady y Steph Curry fueron promotores de la compañía. El nombre de FTX fue quitado rápidamente a la arena donde juega el Heat de Miami.

Pese a ello, 2022 fue el año en que los activos digitales se arraigaron en el deporte para bien o para mal, mediante patrocinio de ligas y deportistas y también con los denominados NFT, siglas en inglés de tokens no fungibles.

Se trata de imágenes digitales registradas en una cadena de bloques y que generalmente se compran con criptomonedas. Ahora, se han convertido en un símbolo de estatus para las estrellas del deporte que, durante décadas, han buscado influir en lo que compran sus admiradores.

“Tendría sentido que estas empresas trabajaran con una celebridad o equipo deportivo, porque hay un vínculo emocional con esa sociedad”, comentó Brandon Brown, quien imparte clases de deporte y negocios en el Tisch Institute for Global Sport de la Universidad de Nueva York.

En el basquetbol, Griner fue difícilmente la única historia que se desvió del tema netamente deportivo. En el año abundaron los reportes sobre la podredumbre en el interior de los Suns de Phoenix, cuyo dueño Robert Sarver fue presionado para vender el equipo después de que trascendieron los detalles.

Distintos empleados documentaron años de abusos y cultura tóxica en el ámbito laboral, incluidas frecuentes faltas de respeto a las mujeres y el uso de insultos racistas.

Otro dueño que se comportó mal fue Daniel Snyder, de los Commanders de Washington en la NFL.

Snyder se vio acusado por una comisión legislativa de interferir en las investigaciones sobre el acoso sexual y el comportamiento indebido que habrían prevalecido en la organización durante dos décadas. Parte de la investigación sugirió que la franquicia recibía ayuda de la propia NFL para frenar las investigaciones.

La liga ha negado esas versiones y ha recalcado que la propia NFL abrió investigaciones externas sobre las condiciones que se presentaban en el equipo de Snyder.

En muchos rincones, esta historia dejó mal parada a una liga que durante años ha tratado de ganar popularidad entre el público femenino. Peor fue la historia de Deshaun Watson, considerado uno de los mejores quarterbacks de la liga y quien en 2022 llegó a arreglos extrajudiciales con 23 mujeres que lo acusaban de hostigamiento y abuso sexual, presuntamente ocurridos en sesiones de masajes.

Watson purgó una suspensión de 11 partidos que cumplió recién. No ha admitido responsabilidad alguna.

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