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ATLETA TRANS

Ellia Green pasa de campeona olímpica a ser un padre feliz

Ellia Green (izq) con su pareja Vanessa Turnbull-Roberts y la hija de ambas, Waitui, en Sydney.

Ellia Green (izq) con su pareja Vanessa Turnbull-Roberts y la hija de ambas, Waitui, en Sydney.

Ellia Green se dio cuenta de niña, mucho antes de ser campeona olímpica, de que la identidad de una persona y el género que se le asigna al nacer pueden ser dos cosas muy diferentes.

Ahora, 20 años después, una de las integrantes del equipo australiano campeón olímpico de rugby 7 en 2016 se embarcó en una transición hacia el género masculino.

Es la mejor decisión que tomó en su vida, declaró Green, quien conserva el mismo nombre, en una entrevista con The Associated Press.

Convencido de que su experiencia podría salvar la vida de otros, Green difundió el martes un video en una conferencia internacional para combatir la transfobia y la homofobia en el deporte. La conferencia tiene lugar en Ottawa, en el marco del torneo de rugby por la Copa Bingham.

Los únicos otros deportistas olímpicos transgéneros o de “género diverso” conocidos son Caitlyn Jenner y Quinn, integrante de la selección canadiense de fútbol campeona olímpica en Tokio y quien se da a conocer con un solo nombre.

La escasez de deportistas trans de elite y los comentarios negativos acerca de ellos en las redes sociales, sobre todo después de que World Rugby decidiese prohibir a las mujeres transgénero competir en el rugby femenino, impulsaron a Green a hablar del daño que esas cosas pueden causar a algunos niños.

Más importante todavía, quiere llamar la atención a un problema de salud serio: Algunos estudios indican que más del 40% de los chicos trans consideraron suicidarse en algún momento.

Green, quien tiene 29 años, admite que se sintió “muy mal” después de retirarse del rugby a fines del 2021.

“Entraba y salía de centros de salud para personas con trastornos mentales. Mi depresión me hizo sentir nuevos niveles de tristeza”, comentó.

Ahora se siente mucho mejor y tiene una pareja, Vanessa Turnbull-Roberts, y una pequeña hija, Waitui.

“Vanessa me tenía que visitar en el hospital estando embarazada”, relató Green. “Pasaba por períodos muy malos. No quiero que vuelva a verme así. Pero la única forma de sanar las heridas es hablando de esto. Quiero contar mi historia para ayudar a que otros no se sientan tan aislados”.

Es una historia dura. A Green se le asignó el género femenino al nacer en Fiji. A los tres años fue adoptada por Yolanta y Evan Green y se mudó a Australia. De niña fue testigo de episodios de violencia doméstica y vio cómo Yolanta era maltratada por otra pareja. Eso “me causó un enorme trauma”, expresó Green.

“Supongo que, después de ver eso, supe desde muy temprano que ese no era el tipo de relación que yo quería tener y me ayudó a saber cómo se debe tratar a una mujer”, dijo Green. “En medio de tantas situaciones traumáticas, aprendí mucho de todo eso”.

Green dice que de niña “sentía que era un varón cuando estaba en público. Me cortaba el cabello corto y cuando conocía gente, pensaban que yo era un varón”.

“Siempre usaba la ropa de mis hermanos, jugaba con herramientas, me paseaba sin camiseta. Hasta que me empezaron a crecer los senos y pensé, ‘oh, no’”.

“Mi madre me vestía con ropa de niña y yo quería complacerla”, agregó.

Yolanta facilitó la incursión de Green en el deporte y ella sobresalió inicialmente como velocista, antes de dedicarse al rugby y hacerse profesional. El rugby 7 hizo su debut olímpico en el 2016 en Río de Janeiro y Australia se llevó la primera medalla de oro dirimida en la rama femenina tras derrotar a Nueva Zelanda en la final. Green, quien volaba por los laterales, fue una de las figuras del torneo.

Green tenía cada vez más claro quién era y pasó por otro período oscuro cuando no fue convocada a la selección para los juegos de Tokio, tras lo cual decidió retirarse.

“Me encerré en casa, en una habitación a oscuras, no quería ver a nadie”, manifestó en un video pregrabado. “Estaba avergonzada. Sentí que defraudé a mucha gente, sobre todo a mí misma y a mi madre. Sentí que era una fracasada y eso me destrozó”, agregó, aludiendo al hecho de que no fue convocada a la selección.

“El único elemento positivo (en esa época) fue que ya había decidido operarme e iniciar un tratamiento con miras a mi transición. Contaba los días con mi pareja”, añadió.

Ahora Green quiere ayudar a otros, destacando el daño que se puede hacer al marginar a la gente de las competencias y cómo esas políticas promueven visiones negativas de los trans y de las personas de género diverso.

“Marginar a los transgéneros de un deporte es algo vergonzoso y dañino”, sostuvo. “Hace que las tasas de suicidio y los trastornos mentales empeoren”.

Green no piensa volver a jugar ni dirigir por ahora. Trabaja en la Terminal de Contenedores Internacionales de Sydney, “en los muelles”, y estudia seguridad internacional en la universidad. Sueña con asesorar a las empresas sobre temas de ciberseguridad.

Por ahora, es un “padre a tiempo completo, lo más duro que he hecho hasta ahora”, según cuenta. Asegura que su esposa Vanessa, quien es abogada y está sacando un doctorado, “me inspira todos los días”.

“Sabía que cuando me operase y tuviese el cuerpo que debía tener, sería algo liberador”, dijo Green en el video. “Sabía que me haría muy feliz pasar el resto de mi vida con mi pareja y mi hija, como su padre”.