Clemente y Beltrán

En la boleta de candidatos para ser elegidos al Salón de la Fama este año debuta Carlos Beltrán.

Los resultados que alcanzó en las Grandes Ligas son más que suficientes para que una mayoría emita votos a su favor. Fue un jugador completo que ejecutaba con gran eficacia las cinco habilidades que exige el béisbol a un atleta que lo practique.

Desde Roberto Clemente Puerto Rico no producía un jardinero de sus condiciones. Compararlos es oportuno aún con la diferencia de las épocas en que se desempeñaron. Para hacerla justa se debe aplicar un método equilibrado. La base son las señaladas habilidades: bateo, poder, velocidad, defensa y brazo, asumiendo las condiciones relativas a la época, la etapa de plenitud y el estadio que le servía de sede.

Como bateador Clemente fue más agresivo y logró superior promedio, Beltrán, más paciente, manejó mejor la zona de strike. Los 435 cuadrangulares de este frente a los 240 del Cometa de Carolina deberían indicar que desarrolló más poder, no obstante, la diferencia de slugging no es tan amplia: .486 frente a .475 a favor de Beltrán. En ese sentido el OPS de Clemente fue .834 y el de aquel .837, pero en el ponderado este supera a Beltrán 130 a 119.

Ambos eran muy veloces, tanto defensiva como ofensivamente, pero, el aporte de Beltrán fue mayor. Su promedio de éxito de 86.4% en el robo de bases es el mejor de todos los tiempos entre los que intentaron una estafa por lo menos en trescientas ocasiones. En ese aspecto Clemente tuvo un deprimente 65%.

Defensivamente uno y otro fueron excelentes, Beltrán en una posición más exigente, el jardín central, aunque Clemente en el derecho contribuía enormemente, al extremo que como resguardo está entre los mejores de todos los tiempos.

El disparo de Clemente era extraordinario, estableció marca de asistencias en 1961 con 27 y su total de 266 es la mayor cantidad post barrera racial. Aunque con un brazo también potente y certero, Beltrán no lo supera.

Inclinar la balanza a favor de uno de estos dos portentos es difícil, ¿por quién se ladea usted?