TRIPLE TEAM
Cosas buenas le pasan a los buenos
Al Horford no es el típico dominicano. Ni es el típico jugador de la NBA.
Alejado del mundanal ruido, el exceso de protagonismo y las controversias, ha mantenido un bajo perfil que no le ha impedido destacar en el difícil deporte del aro y el balón.
Dueño de una bonita carrera de 15 años en el mejor baloncesto del mundo y donde es alabado por sus compañeros, entrenadores, rivales y comentaristas por sus acciones dentro y fuera de la cancha.
Es un jugador y un hombre correcto. Siempre atento a hacer las cosas bien y a cooperar para el éxito de su equipo.
Ahora que junto a los Celtics de Boston ha alcanzado por primera vez las finales de la liga, su esfuerzo se ha visto recompensado.
Han tenido que pasar más de 1,000 partidos (141 de ellos en los playoffs) para que el nativo de Puerto Plata pueda pisar una cancha con el logo de “NBA Finals” bajo su calzado deportivo.
Una muestra de que el trabajo serio, la capacidad, el deseo, la profesionalidad y la disposición unida al talento brindan sus frutos.
Y alcanza su cénit cuano está a punto de cumplir los 36 años, pero luece y juega como si tuviera 22.
Su labor ha sido fundamental para el éxito de Boston. En medio del extraordinario paso por los playoffs con sus victorias sobre Brooklyn -favorito de los gerentes para el título-, Milwaukee -el campeón defensor- y Miami -dueño del mejor récord de la Conferencia del Este- su importancia se ha visto revalorizada.
Y lo mejor es que no necesita ni reclama protagonismo. Su labor no se traduce solo en números. Y aunque las métricas de última generación sí lo ponen en su justa dimensión, sus aportes van más allá.
Es el líder del equipo. La voz que todos escuchan. Ejemplo del profesional consumado que todos los días llega a cumplir con su deber.
Levanta el ánimo, a veces tan vapuleado del dominicano el saber que comparte nacionalidad con personas como Al Horford.
Sus primeras palabras tras tomar el rebote final del triunfo del domingo en el séptimo juego de la final de la Conferencia del Este frente a los Heat de Miami fueron “gloria a Dios”.
Las mismas que en su casa en Boston repetía su esposa Amelia Vega.