El Deporte

MUJERES DE GRANDES LIGAS

“¿Porqué aterrados?”

Carolina Cruz de MartínezSanto Domingo

Hay mucho temor escondido en el atleta. Temor al fracaso, temor al que dirán, temor a la crítica, temor a las lesiones, temor a ser engañados, temor a estar enfermos, temor a decir no puedo o no se, temor a sentir temor.

Las pruebas y los desafíos al carácter del deportista vienen de varios frentes y vertientes, y en cada uno hay temor. Aún si no se habla, si no se identifica, se expresa o se vocaliza. No es parte de la naturaleza competitiva admitir que ese sentir está, pero todo el que ha jugado sabe cuando lo ha sentido y experimentado.

El no reconocer el temor no lo ahuyenta, pero el sentirlo tampoco; lo que si nos da el poder y la autoridad para lidiar es identificarlo, admitirlo y confesarlo sin temor a equivocarnos. Hay muchos atletas que viven más aterrados por su propio terror psicológico de no reconocer ese monstruo, que por lo que el mismo monstruo puede causar. Muchos están bajo una auto presión de negación que al final les causa más daño que el mismo temor; esto provoca un estancamiento donde se estacionan sin poder avanzar, cuando la salida está en reconocer, identificar y confesar.

El atleta macho masculino tendrá un mayor desafío en admitir cuando siente temor, pero hay mas valentía en el reconocer, que en tapar sin necesidad ni razón. Un atleta que ubica sus áreas de vulnerabilidad no solo en su físico, sino mental, espiritual y emocional tendrá una garantía mayor de una buena administración. No hacemos nada con tener un físicon’ si adentro no se tiene una fortaleza mayor.

Dejemos de estar aterrados por algo que gana espacio solo si lo dejamos. El temor no quiere que el atleta lo enfrente y lo exponga, y quiere alquilarle un lado del corazón; como un enemigo silente se quiere hacer uno con su ser, para atrofiarlo, oprimirlo y hacerlo pretender que está bien. Dios Padre ya nos otorgó la autoridad para enfrentar con gallardía lo que nos viene a robar.

“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” 2 Timoteo 1:7