MARIO EMILIO GUERRERO
Una Serie del Caribe Inolvidable
El pasado miércoles la Confederación de Béisbol del Caribe me hizo un reconocimiento por haber dado cobertura a 42 de las últimas 47 ediciones de la Serie del Caribe, en el marco del recién concluido clásico caribeño celebrado en nuestro país. Agradezco al licenciado Juan Francisco Puello Herrera, presidente de esta entidad, por la distinción. El propio Puello Herrera me entregó una placa conmemorativa en un acto celebrado antes del primer partido de semifinales entre Venezuela y México, en que estuve acompañado de mi esposa, Nieves. El listado de personas a las que debo agradecer por haber contribuido a que por tantos años haya podido estar presente la Serie del Caribe es extensa. Comenzaré mencionando a destacado periodista Roosevelt Comarazamy, con quien asistí por primera vez al evento en 1975, en la versión que se escenificó en San Juan, Puerto Rico. Junto a Comarazamy también viajé en otras ocasiones e inclusive fuimos compañeros de habitación, como en 1986, cuando se jugó en Maracaibo, Venezuela. Seguiré con el ingeniero Félix Escaño, quien durante más de 30 ediciones ha sido mi acompañante sempiterno. Con Escaño he compartido numerosas vivencias y anécdotas a través de tantos años. Otro indispensable en esta lista es Mario Melvin Soto, antiguo presidente de la Federación Nacional de Peloteros Profesionales y de la Confederación de Peloteros Profesionales del Caribe. Fui director de comunicaciones de ambas entidades en las gestiones de Soto y en tal rol participé en más de 10 series, junto a Jorge Bell, Julio Báez y el colega Manuel Díaz, compañero inseparable y quien, en la edición de 2014, en Puerto La Cruz, Venezuela, estuvo a mi lado cuando me lastimé severamente la espalda. También debo mencionar a Monchín Pichardo, legendario presidente del Licey, que en los años 80 me contrató para trabajar en las transmisiones de radio de las series en que participó el conjunto de los Tigres. De más está decir que he sido testigo de un sinnúmero de hazañas inolvidables, como los 5 jonrones de Ricardo Carty en Venezuela (1977), los premios seguidos de JMV de Gerónimo Berroa (1990-91) y de Neifi Pérez (1997-98), la actuación de Tony Batista en 1997 para contribuir con el primer título de las Águilas remolcando 13 carreras y el batazo de David Ortiz en 1999 para dar una corona al Licey en Puerto Rico. No hay duda de que he sido un privilegiado.
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