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CON LOS CAMPEONES

El Brujo

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Mario Emilio GuerreroSanto Domingo

Se celebraba el playoff final del campeonato 1987-88 entre Escogido y Estrellas. El equipo verde lideraba la serie 3-2, tras perder el quinto juego y seguía a ley de una victoria para lograr la corona.

Yo trabajaba como director de prensa de la Estrellas y era comentarista en la cadena de trasmisión. El sexto juego estaba pautado para celebrarse en San Pedro de Macorís y había mucha presión entre los fanáticos orientales, que estaban convencidos de que había que ganar ese encuentro, porque resultaría muy difícil vencer a los Leones en Santo Domingo en un partido decisivo, luego de verse abajo 1-3.

En medio de ese ambiente de tensión a Franklín Byas, secretario de viajes de las Estrellas, se le ocurrió visitar a un brujo buscando suerte. Franklín le comunicó a Tete Antún, vicepresidente de las Estrellas, lo que pretendía hacer, pero este dijo que no creía en eso y que no perdería su tiempo.

Entonces, Byas me pidió que lo acompañara y aunque al principio me negué, accedí a hacerlo junto a un grupo integrado por Noné Natera, Domingo Canó y un personaje que sólo recuerdo su apodo, el Conejo, todos seguidores furibundos de las Estrellas.

Recuerdo que llegamos a un barrio de las afueras y que el “consultorio” donde operaba el brujo estaba en una vivienda de madera y techo de zinc que apenas podía sostenerse en pie. Por precaución tomé un bate que había en el minibús en el que nos trasladamos al lugar y con él acudí a la cita.

El brujo era un hombre alto y corpulento, negro como el carbón, que encontramos sentado con un pañuelo rojo en la cabeza y rodeado de imágenes y velones. Un olor nauseabundo imperaba en el lugar y sin muchos preámbulos, el brujo comenzó a balbucear una especie de letanía y cerró los ojos, mientras su cuerpo sufría espasmos.

Bebió de una botella, roció con su boca el fuego de las velas y de pronto gritó con voz estentórea que las Estrellas ganarían el campeonato. A continuación, abrió los ojos como platos y señalándome proclamó: “y tú darás el hit de la victoria”, me imagino que porque tenía un bate en las manos.

Al escuchar eso, dije “larguémonos de aquí, que este tipo es un farsante”. Ya conocen el resto de la historia, el Escogido ganó esa noche y al día siguiente para coronarse campeón.