“El Olímpico” el más humilde de los inmortales
Se retiró con oro en Santiago’86; bronce en Indianápolis’87; y dos Juegos Olímpicos (4tos de final en Seul’88). Oro en Mundial Juvenil, 1983
Hasta que no suene el campanazo final hay esperanza de victoria y “Manolo” –protagonista de una prolongada carrera de más de 500 peleas amateur- conoce el concepto como nadie.
“Nunca perdí la esperanza de ser inmortal, sabía que había dado todo por mi país y si hubiese muerto sin este logro, me iría conforme por la oportunidad que me dieron de defender mi bandera”, desenfrenado de alegría y entre lágrimas narra para LISTIN DIARIO su gran historia de vida el técnico por excelencia del ring y símbolo del boxeo de ciudad La Romana.
“Me siento feliz, maravilloso, soy un ser superespecial porque estamos en el Señor y Él siempre nos tiene sorpresas que nos tocan el corazón como esta.
Agradezco a todos los que creyeron en mi elección y a Dios por darme la vida para verlo”, Manuel Herrera.
The Palmas es un pequeño hotel de Miami, donde ‘Manolo’ (como su madre le llamaba a Manuel Herrera durante su niñez), ha sido lavador de platos, barrendero, organizador de mesas, encargado de los mozos y ante todo, un dominicano honesto… En ese especial lugar celebró en grande con sus compañeros de trabajo su ascenso a la inmortalidad, 22 años después de su retiro. “Nunca le he temido al trabajo, luego de mi retiro del ring, eso es lo que he hecho de mi vida, trabajar con honestidad, aquí y en otros restaurantes les he servido a ricos y pobres, a figuras que se asombran al verme, pero eso no me sonroja, le brindo un trago, una entrada, un buen plato y lo hago sentir bien”.
Vida de sacrificio El destino ha sido coherente ante Herrera, a sus 56 años aun no olvida sus andares descalzos en su callejón natal ‘Guaymate’ del sector ‘La Shell’, en La Romana.
En esa enlodada callejuela en temporada de mayo, Manuel tuve que salir de ‘limpiabotas’ para ayudar a su madre con el sustento diario de la casa; pero con eso no cuadraba para la compra de alimentos.
“Nunca tuve vergüenza al trabajo, por eso hoy sigo en una cantina haciendo lo que me pidan… cuando era limpiabotas, entonces al mediodía me quitaba por un rato, guardaba la limpiabotas y me ponía a vender periódicos y ahí si le cuadraba los chelitos a la vieja.
“Después que tenía más fuerza, me fui al mercado y ‘carretillaba’ la compra de la gente de un lado a otro y se la llevaba a la casa si no era muy lejos… me buscaba la comida de la casa como un toro”, recuerda con orgullo, quien en 1983 se convirtiera en el primer campeón mundial juvenil de la República Dominicana en cualquier deporte.
Hijo único de doña Lila Los sentimientos y las vicisitudes de Herrera podrían tener muchos puntos de encuentros, pero ser el primogénito e hijo único de Lila le dieron fuerza para enfrentar la vida y desde muy temprana edad tratar de cambiar el ambiente de pobreza que le rodeaba junto a su madre.
La señora Lila Isabel Herrera, de quien prefirió llevar su apellido y asumir el reto de ser su unigénito, es el candil de su vida.
“Mi padre vive en Barahona y tiene como cinco otros hermanos míos; pero Lila solo me tiene a mí y yo a ella;
“Yo tengo siete hijos, solo una hembra, tres en el país nuestro, y cuatro en Miami”, expresa
“Son mayores de edad e independientes. Adivinen, tengo que regresar a mi país para juntarme definitivamente con Lila y darle todas mis atenciones, llevo más de la mitad de mi vida en el extranjero”, dijo Manuel Herrera, perdón, “Manolo”.
SEPA MÁS Una carrera para la historia Excepcional Ha sido uno de los más grandes atletas dominicanos de cualquier disciplina durante las décadas de los 80 y 90.