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Se quitaba traje de héroe de St. John’s para fregar

El jugador colegial más co­tizado de su época y uno de los esperados ansiosa­mente en la NBA, luego de escapar del asedio de los fanáticos y la prensa, al lle­gar a su casa tenía que qui­tarse el traje de héroe y pa­sar a la cocina a fregar… y sin ninguna protesta.

Luis Felipe López, pro­veniente de una familia humilde del ensanche Li­bertad de Santiago, segun­da ciudad en importancia de la República Dominica­na, atizó “El Sueño Latino” cuando su figura se adue­ñó del universo del balon­cesto colegial de los Esta­dos Unidos llegando a ser figura de portada de las principales publicaciones del deporte, como la revis­ta “Sports Illustrated”.

“Yo nunca perdí el nor­te de mi vida, sabía quién era, de dónde venía y qué perseguía; me debía a la formación de un hogar, de mis padres: mi madre es una profesora que perma­neció más de 25 años edu­cando; mi padre, quien ya murió, quería que fue­ra pelotero, él jugó béisbol y mamá corría, ella llegó a competir en alto nivel”, detalla Luis Felipe.

Es el más pequeño entre los cuatro hijos procreados por los señores Luis Feli­pe López García y Carmen María Alix, quienes desde temprana edad les asigna­ron responsabilidades per­manentes e intransferibles a sus proles, Anderson, Anthony, Sayonara y Luis Felipe.

“Bueno, esa era una re­gla fija en mi casa, todo el mundo tenía algo que ha­cer y no podía entregarle esa responsabilidad a na­die más… por esa razón yo nunca me negué, aun­que fuera una estrella pa­ra la gente, para la televi­sión, para los periodistas de Nueva York y de todo el mundo.

“Aunque metiera 30 puntos en un partido de la Universidad y me lle­varan un kilómetro sobre hombro, yo tenía la respon­sabilidad de siempre: llega­ba a mi casa, me cambiaba la ropa y de inmediato ve­nia más cómodo y me faja­ba a fregar todos los platos, lozas, jarros calderos sucios. Lo hice siempre con orgullo, nunca protesté”, detalló.

De caliente a tibio Al terminar sus estudios universitarios culminó co­mo el tercer máximo anota­dor de la historia de su uni­versidad con 1.927 y sexto en la historia de la Confe­rencia Big East con 1.222 puntos. Terminó su carre­ra con los Red Storm co­mo el séptimo jugador con más robos de balón, deci­mocuarto en asistencias y vigésimo en rebotes, consi­guiendo además el récord de más triples anotados en St. John en una sola tempo­rada con 60 y en total con 148. López promedió 17.8 puntos.

El sueño de Felipe fue el de miles de jóvenes lati­nos que vieron que era po­sible llegar a la NBA, el do­minicano que en el draft de 1998 fue elegido por las Es­puelas de San Antonio en el puesto 24, fue traspasado inmediatamente a los Gri­zzlies de Vancouver.

A pesar de haber sido un pequeño dios en la Univer­sidad de St. Johns su pa­so por la NBA no dejaron profundas huellas y rápi­damente se convirtió en un objeto de cambio pasan­do de los Grizzlies a los Wi­zards de Washington y más tarde, en 2002, se vistió de Timberwolves.

En su corta carrera en la NBA promedió 5.8 puntos, 2.4 rebotes y 1 asistencia.

“Una cosa es la que tú piensas como jugador y otra lo que piensan en las ofi­cinas, donde está la nómi­na y la política del equipo”, recuerda López. “Yo rom­pí una gran barrera, la del idioma, la de ser latino y ve­nia de un sector del cual co­rría como un velocista olím­pico, sino lo hacía, podía agarrar un disparo que ter­minara con mi vida”.

Luis Felipe entiende que fue él, que no fue Jordan ni Kobe, Magic o Kareem, tampoco LeBron, “di lo me­jor de mí, hice todo lo que pude y tuve un resultado, un aprendizaje en mi vida que nunca dejará de estar conmigo”.

Su nuevo rol El baloncesto no lo con­virtió en un hombre famo­so por los millones que pu­do ganar ni por los que dejó de ganar.

En la actualidad es Em­bajador de los Programas de la NBA a nivel interna­cional, manteniéndose en contacto con muchas comu­nidades desposeídas en los cinco continentes.

“Mi gran riqueza es esa, poder mantenerme en co­municación y cambiando la vida de mucha gente den­tro de su propia comuni­dad, como Embajador de la NBA, yo puedo trabajar los sueños de muchos jóvenes que lloran porque las auto­ridades no le hacen llegar una pelota siquiera; estoy presente en muchas deci­siones que se toman para mejorar las comunidades aunque no salga en la TV o en las revistas; pero me siento feliz”, advierte.

Al frente Del GUG Con poca ayuda. Hace tres años regresó a su natal ensanche Li­bertad y junto a un gru­po de jóvenes se puso al frente del club Gregorio Urbano Gilbert luego de ganar las elecciones. “Lo duro fue que nunca he­mos recibido ayuda de las autoridades, tene­mos más de 300 niños, aquí hay un buen pro­grama de ajedrez, dan­za, pintura y un gran ambiente cultural. Lue­go de 15 años nulos, lle­vamos 3 haciendo una semana aniversario”.