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FÚTBOL

¿Los estadios vacíos afectan los resultados? Los datos dicen que sí

El retorno de la Bundesliga se convirtió en un gran experimento, uno que podría responder algunas de las preguntas más importantes del fútbol, y hasta cierto punto del deporte.

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The New York TimesSanto Domingo

El honor de Alemania también estaba en juego. El 16 de mayo, la Bundesliga se convirtió en la primera liga importante de cualquier deporte del mundo en salir con cautela a la luz del mundo poscoronavirus para intentar seguir jugando. Para algunos fue una decisión meramente financiera, una evidencia del alma perdida del fútbol. Para otros fue pragmatismo existencial, la única manera de asegurar la supervivencia.

De cualquier manera, la Bundesliga se convirtió en pionera, un punto de referencia para todas las otras ligas que intentaban conseguir su manera de salir de la cuarentena. La Liga Premier de Inglaterra ha admitido que su rival alemán fue la razón por la que aceleraron su propio regreso. Ejecutivos de la Bundesliga reportaron haber recibido llamadas de sus contrapartes en los principales deportes estadounidenses, ansiosos por escuchar sus ideas y beneficiarse de sus conocimientos.

Pero más que eso, el retorno de la Bundesliga se convirtió en un gran experimento, uno que podría responder algunas de las preguntas más importantes del fútbol, y hasta cierto punto del deporte.

Desde hace décadas, estudios han examinado el papel de los fanáticos en el juego más popular del mundo: ¿cuánto contribuyen a la ventaja de local? ¿Su presencia afecta la manera en que juegan los equipos? ¿Podría su ausencia alterar de forma significativa la naturaleza del juego?

Los datos de la Bundesliga ofrecen los primeros destellos de respuestas, y un vistazo incómodo a algunas de las mecánicas del juego.

Los aficionados son la ventaja de local

Si las últimas seis semanas han comprobado algo, es que el agradecimiento que expresan los jugadores a los aficionados tras un juego es más que un lugar común. Desde hace tiempo, la ventaja de local es mucho más importante en el fútbol que en casi todos los demás deportes. El grandioso pero incómodo experimento que se desarrolla en Alemania desde mayo ha demostrado que esa ventaja no se constituye de mera familiaridad sino, principalmente, de los fanáticos.

El rendimiento de los equipos locales en la Bundesliga ha colapsado en todos los sentidos frente a las gradas vacías. El número de victorias en casa se desplomó 10 puntos porcentuales, del 43 por ciento en estadios llenos al 33 por ciento en vacíos.

El cambio ha sido tan extremo que, de hecho, Lukas Keppler, director general de Impect, una empresa de análisis y datos, notó una especie de “desventaja de local”. Por primera vez en la historia del fútbol, dijo, parecía que a veces era más fácil estar jugando como visitante.

De acuerdo con datos proporcionados por otra firma de análisis, Gracenote, los equipos locales anotaron menos goles de los que habían anotado en estadios llenos (de 1,74 a 1,43 por juego), lo que condujo a una reducción de cantidad de goles anotados en general.

También realizaron menos tiros al arco (una reducción del 10 por ciento), y los que ejecutaron fueron peores. (La probabilidad de que cualquier tiro terminara en gol cayó más de un punto, al 11,11 por ciento). La investigación reveló que los equipos locales intentaron menos pases cruzados, ganaron menos tiros de esquina e intentaron menos regates.

En casi todas las métricas ofensivas, los equipos de la Bundesliga fueron peores cuando jugaron en su estadio local vacío. Curiosamente, los porteros tuvieron mejor desempeño como visitantes que como locales: el porcentaje de disparos salvados cayó considerablemente cuando los porteros estaban en territorio familiar, pero se incrementaron cuando estaban en casa ajena.

“Es un descubrimiento particularmente extraño”, dijo Simon Gleave, director de análisis deportivo de Gracenote, “porque son los mismos porteros, jugando como locales y visitantes”.

El árbitro ya no cede ante la presión local

Otro aspecto de la ventaja de local que ha quedado al descubierto en Alemania es el efecto que una afición puede tener en un árbitro. De hecho, un cúmulo considerable de investigación académica desde hace tiempo ha sugerido que “toda o parte de la ventaja de ser local” se reduce a “que las decisiones de arbitraje se den inconscientemente a favor del equipo local”, afirmó Gleave.

Esa idea ha saltado de los informes de investigación a la realidad. En los 83 juegos analizados por Gracenote, los equipos locales recibieron más penalizaciones por faltas en estadios vacíos que las que generalmente obtenían cuando las gradas estaban llenas. También registraron, quizás sin sorpresa alguna, un incremento en la cantidad de tarjetas amarillas recibidas.

Ambos equipos cometieron más faltas en los estados vacíos que en los llenos. Esto quizás es una señal de que los árbitros, sin la presión de una multitud, se han sentido empoderados para hacer cumplir las reglas de forma más estricta. Sin embargo, ha habido un cambio significativo en la culpabilidad: tras el reinicio, los locales han cometido más faltas que sus visitantes.

La (falta de) intensidad está en la mente

Ese primer fin de semana, los jugadores lo sintieron. No hubo esa barrera de sonido que los recibía cuando entraban al campo ni ese rugido para motivarlos tras un traspié ni el delirio ensordecedor para celebrar un gol.

Las gradas vacías parecían minar la urgencia de los juegos y la hostilidad de los estadios intimidantes. Al menos un jugador señaló que la motivación —para tensar una última vez ese tendón, para realizar ese último esfuerzo— era más esquiva en el silencio. Muchos fanáticos, desde sus casas, parecieron detectar esa misma falta de intensidad.

Sin embargo, los datos no confirman eso. De acuerdo con la Bundesliga —la cual rastrea y registra sus propios datos para el análisis y luego les proporciona esos números a los clubes— los jugadores corrieron un poco más y los equipos incrementaron un poco sus ataques de alta intensidad en los juegos celebrados en estadios vacíos que en los que habían tenido previamente esta temporada.

“El juego no parece ser para nada menos intenso sin los aficionados”, afirmó Keppler. Si bien el desempeño de la mayoría de los equipos solo varió un poco, notó que “el Bayern Múnich, el equipo que tuvo la mayor cantidad de esprints antes de la pausa del coronavirus, podría incluso terminar aumentando su tasa”.

Sin embargo, el desempeño del Bayern —rumbo a obtener su octavo campeonato consecutivo— no fue tan impresionante como el del Hertha de Berlín. Inspirado por un nuevo entrenador, Bruno Labbadia, el Hertha pasó de producir 211 esprints en un juego a 238 (superados solo por el Bayern y el Augsburgo), y realizaron casi 100 movimientos rápidos de alta intensidad adicionales por juego.

Sin embargo, El Borussia Dortmund se desplomó. Sufrió la mayor caída en esas dos estadísticas que cualquier otro equipo en Alemania. La lección, quizás, es que la presencia de fanáticos no influye en la intensidad de un equipo tanto como el tener algo por qué jugar. Si bien los jugadores del Hertha tenían un nuevo entrenador al que impresionar y una temporada que salvar, el Dortmund iba rumbo a terminar otro año bajo la sombra del Bayern. Eso, en vez de las gradas vacías, fue lo que los drenó.

El fin del entretenimiento

Si bien la industria y los esfuerzos parecían no haber tenido cambios, Gleave vio en sus cifras —menos disparos, menos regates, menos triunfos locales— la prueba de que algo estaba faltando.

Su conclusión, una que muchos fanáticos podrían defender de manera instintiva, es que las ganas de entretener disminuyen si no hay nadie que responda. Desde el reinicio, los juegos han tenido, en promedio, 16 más pases de lo normal, una señal que Gleave interpreta como que los jugadores, de manera inconsciente o no, están “decidiendo pasar el balón en vez de intentar jugadas que en condiciones normales emocionarían a sus fanáticos”.

Y, aun así, conjuntos similares de datos podrían generar conclusiones diferentes. La estadística característica de Impect es una llamada “packing”: una manera de medir cuántos oponentes son superados en cada una de las acciones —ya sea un pase o un regate— realizadas por un jugador. “Mide la efectividad de la creación de juego de un equipo”, afirmó Keppler, y ha sido, en esencia, el mismo desde el reinicio de la temporada. “La calidad general del juego sigue siendo la misma”.

Ese hallazgo no contradice necesariamente los datos de Gleave y no es una réplica a la afirmación de Arsène Wenger de que el fútbol perdería parte de su magia si sufría un prolongado periodo de tiempo sin fanáticos en los estadios. Los equipos corren lo mismo que corrían. No son menos talentosos de lo que eran en marzo.

Pero la ausencia de hinchas —los estadios cavernosos, el silencio opresor, el sentido de irrealidad— cambió, de alguna manera, la manera en que los jugadores expresan ese talento, la manera en que abordan el juego. Ha generado una estrategia más cautelosa, más mecánica, enfocada más en el resultado final que en el proceso.