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El maravilloso regreso de los Medias Rojas en 2004, contado por un niño de 8 años y su abuelo

Javier FloresSanto Domingo, RD

Todos hemos escuchado diferentes versiones del regreso “más grande que se ha producido en la historia de los deportes profesionales” (esto puede que sea una opinión parcializada mas no lejos de la realidad). Cada persona expresado su propia anécdota sobre como los Medias Rojas de Boston regresaron de un déficit 0-3 en una serie de campeonato de la Liga Americana ante sus archirrivales los Yankees de Nueva York.

Así que con esta falta de deportes, debido al brote del Coronavirus (Covid-19) que fue declarada como pandemia, porque no contarles la historia de cómo un niño que iba rumbo a cubrir sus nueve años de edad vivió en una humilde casa en Los Mameyes, junto a su abuelo, como los Medias Rojas de Boston rompieron la llamada “maldición del bambino”.

Ya se saben todo lo relacionado con el cambio de Babe Ruth a los Yankees, así que esta historia la empezaremos la noche del 16 de octubre del 2003, cuando Grady Little, en una movida que le terminó costando su trabajo, dejó a Pedro Martínez aún el octavo inning con ventaja de una carrera y con más de 100 lanzamientos.

“¿Por qué lo dejó?”, preguntaba el niño, entonces con siete años, a su abuelo paterno. Los Yankees le empatarían el partido a Pedro y tres entradas más tarde, Aaron Boone enviaba al equipo de Nueva York a la Serie Mundial.

Entramos en 2004, Boston despide a Little y a Ned Colleti, contratan a Terry Francona y le dan la oportunidad a un entonces joven Theo Epstein. Adquieren a Curt Schilling, firman Keith Foulke y a mitad de temporada traspasan a Nomar Garciaparra, por una mejor defensa en el campocorto, personificada en el colombiano Orlando Cabrera.

Todo eso no fue suficiente y Boston aun quedo tres partidos por detrás de los Yankees en la carrera por la división este, quienes habían agregado a Alex Rodríguez y Gary Sheffield a su ya cargada alineación.

Boston clasificó como comodín y barrió a los Angelinos en tres partidos y los Yankees hicieron lo propio con los Mellizos de Minnesota, sembrando el terreno para el más esperado enfrentamiento en la serie de campeonato.

En los primeros tres partidos, los Yankees mostraron un tremendo dominio y en tercer partido de esa serie de campeonato, los “mulos del Bronx” anotaron 19 carreras y ponían la serie a punto de mate.

“Bueno mijo, yo creo que ya no hay forma”, decía el abuelo al niño mientras estaban sentados viendo al televisor.

En la noche del 17 de octubre, ninguno de los dos quería ver el partido hasta que a la altura del tercer inning, el fanatismo les ganó y volvieron a colocarse en sus asientos frente al televisor a ver el partido.

“Vamos a terminar de ver este asunto”, decía el abuelo.

El juego entraba al noveno inning con Mariano Rivera en la lomita, aquí no necesito dar explicaciones de lo bueno que fue el mejor cerrador de la historia del beisbol, Kevin Millar recibe una base por bolas y Francona lo sustituye por Dave Roberts, sí el mismo que hoy es dirigente de los Dodgers.

“Se va robar segunda”, le dice el niño al abuelo quien le responde que recuerde lo bueno que era Jorge Posada tirando a las bases.

Mariano Rivera se viró unas cuatro o cinco veces a primera y al primer lanzamiento a Bill Mueller, se estafó segunda base.

“Como quiera tamo preso, es Mariano que ta’ pichando, no veo forma”, decía el abuelo justo antes de Mueller conectará un sencillo al jardín central empatando el partido.

El juego se mantuvo empatado hasta el inning 12, cuando David Ortiz conectó el cuadrangular para terminar el partido.

A la siguiente mañana, dicho niño agarró la sección de deportes de LISTÍN DIARIO, el periódico que compraba su abuelo, y la portada decía “David da respiro a Boston”.

En el juego cinco, la situación fue similar casi con el mismo guión y los mismos protagonistas, solo que esta vez, los Medias Rojas empataron el encuentro en el octavo episodio. Otra vez en las piernas de Roberts. David Ortiz lo decidió de nuevo, esta vez con un sencillo al jardín central.

“David, otra vez”, decía el titular deportivo de este diario al siguiente día.

El abuelo y el niño, aunque con un poco más optimismo, aún decían que ganar dos partidos en Yankees Stadium era imposible, además de la incertidumbre que representaba Curt Schilling como lanzador del juego seis, por la torcedura de un tendón en el tobillo derecho.

Los doctores del equipo le hicieron un procedimiento para ver si este podía lanzar, y ¿saben una cosa?, lo hizo.

Por siete entradas, Shilling solo permitió una carrera mientras su media colocada en el pie derecho se teñía de rojo por la sangre que salía de ese tobillo.

Seis outs más, incluyendo el manotazo aquel de Alex Rodríguez al guante de Bronson Arroyo y de repente íbamos a un juego siete.

“Lanzó como un grande”, plasmaba la sección de Deportes con la silueta de Schilling y su media ensangrentada como foto principal.

Llegaba la hora de ese juego siete y ya el abuelo y el niño no se encontraban solos mirando el partido, sino en compañía de casi toda la familia y algunos vecinos.

“Mire papá, van completar el milagro”, le decía el niño a su abuelo quien sonreía al ver que Ruben Sierra fallaba con un rodado a segunda base para terminar el partido y completar una victoria fácil.

El deporte del LISTIN DIARIO decía “Lo hicieron”, con la imagen de Pedro Martínez sosteniendo el trofeo de campeonato de la Liga Americana.

Justo una semana después, Keith Foulke atrapaba un rodado de Edgar Renteria de los Cardenales de San Luis y los Medias Rojas obtenían un campeonato por primera vez en 86 años.

“Quiero ser pelotero, quiero jugar para Boston”, exclamaba el niño entusiasmado.

Han pasado 16 años desde ese mágico octubre y en alguna parte dentro de este redactor, ese niño, que cumpliría solo 9 años el 14 noviembre de ese 2004, sigue entusiasmado y brincando de alegría porque por fin pudo plasmar como su equipo favorito realizaba una de las hazañas más increíbles en la historia del deporte.