TRIBUTO
Lúcido y vigoroso a sus 93 años, Vargas recordó hazañas
“Ya viví los 92, son 93 años”, corrigió un vigoroso Miguel Ángel Vargas, instantes después de realizar el lanzamiento de la primera bola como invitado excepcional de los Tigres del Licey, cuya edad anunciada fue la primera.
El único sobreviviente de los campeonatos ganados por los Tigres en los años 1951 (cuando inició la pelota profesional dominicana) y 1953, recibió el sábado 23 de noviembre el homenaje anhelado y que hizo realidad la directiva que encabeza el doctor Domingo E. Pichardo, antes del partido ganado 2-1 en 14 entradas a los Gigantes del Cibao.
Buen porte en su andar (sin ayuda), ágil de mente y abundante conversación, impensables a su edad, Vargas caminó junto a familiares y directivos y desde mitad del trayecto del montículo al home plate hizo un lance impecable, como en sus mejores días de lanzador de los Tigres en los primeros cuatro años de la Liga Dominicana (en verano) y el primero bajo luces (1955-56), para terminar el año siguiente con las Águilas.
Tras el lance-homenaje, Vargas retrocedió para, sobre el montículo, posar frente a los bien preservados trofeos de 1951 y 1953, que consagraron al Licey como campeón y que pudo levantar en alto.
Sesenta y siete años atrás, el 6 de julio de 1952 en el Estadio de La Normal contra las Estrellas Orientales, Miguel Ángel Vargas disparó dos triples con las bases llenas en un mismo partido, marca nunca igualada en nuestra pelota, ni realizada jamás en más de 140 años de Grandes Ligas estadounidenses por un lanzador (seis jugadores de posición lo han hecho), lo que no tiene pinta de ser igualada jamás, dado el uso del bateador designado.
“Puedo hacer muchas cosas que jóvenes no hacen”, dijo cuando se le ofreció apoyo para subir los escalones de los palcos de extensión del estadio, rundo a los palcos corporativos anexos a dogout del Licey para ver el juego con parte de los numerosos familiares que le acompañaron, incluida su esposa Luz Mercedes (Lulú) Soñé y su sobrino el gerente de empresas y deportista Chuchú Vargas.
Conversar con Vargas es ser testigo de una cátedra de lucidez, claro hablar y abundantes anécdotas de su pasado beisbolero, incluidos sus años como amateur, antes de ser firmado por Horacio Martínez para enrolarse en el profesionalismo con el Licey, cuando era un estudiante de Ingeniería en la Universidad de Santo Domingo, una carrera lastrada por la persecución política de que fue víctima su patriota familia Bonao, por la atroz tiranía de Trujillo.
“Si hubiera terminado la Ingeniería no estaría hoy aquí”, sentenció Vargas, quien asegura que vistió el número 11 con los felinos, lo cual choca con la versión histórica. El Club Atlético Licey ha retirado dos veces dicho número, primero al coetáneo de Vargas, Alcibíades Colón (conectó el primer hit del Estadio Quisqueya) y posteriormente Elvio Jiménez.
Respecto a su valía como lanzador, aseguró que en tres ocasiones ganó el premio “Pelotero Carta Real de la Semana”, que era el galardón al más destacado cuando se jugaba un coque el sábado y doble el domingo. Lo patrocinaba una marca de ron en boga en esa época.
En 1948, afirma, fue el mejor lanzador del Cibao como aficionado. Ese año se celebró el torneo nacional por regiones para conformar la selección nacional que luego ganó el Campeonato Mundial de Béisbol en Nicaragua. Sostuvo que con su natal Bonao terminó con 6-0 –incluidas varias blanqueadas- en siete partidos en que actuó frente a Moca, Montecristi, La Vega y San Francisco de Macorís.
En una jornada en Moca, por Bonao abrió Manolete Cáceres y fue explotado en el primer inning sin sacar un out. Vargas dice que lo relevó y lanzó las nueve entradas en blanco. Fue el único juego que no ganó, porque Bonao no pudo remontar. Cáceres fue el derrotado.
Conformada la selección nacional que ganaría el Mundial de Managua en el 48, hicieron otro equipo para foguearla. El hoy veterano afirma que en un partido lanzó cinco entradas en blanco a ese selectivo, con lo cual sugiere que contaba con la calidad para su inclusión y si no se hizo, bien pudo ser por razones políticas.
Quien lanzara en la Liga de Puerto Rico en 1953-54 con los Senadores de San Juan, reafirmó que su día más recordado en la pelota profesional dominicana no fue el 6 de julio de sus dos triples con las bases llenas y seis impulsadas, en una victoria suya y de los azules por 9-2.
Fue un domingo por la tarde, tras un “coraje” que hizo el día anterior. Como decidido a develar algo que no se atrevía, asegura que el sábado, con un partido igualado a dos carreras en el octavo, Guayubín Olivo dijo de repente que no seguiría lanzando. Sin antes calentar en el bullpen, Vargas fue llamado a tirar el noveno y por un error le anotaron y perdió.
El domingo pidió la bola para el partido de la mañana, pero el manager de los Tigres respondió que él bien sabía que no podía ponerlo a abrir, sino en la tarde contra el Escogido. El Licey no contaba para ese partido con el inmenso Alonzo Perry, el receptor Valmy Thomas ni con Alcibíades Colón, debido a lesiones, de manera tal, que colocaron al Guayubín Olivo a jugar el jardín derecho.
El lanzador de los Leones fue el estelar puertorriqueño Luis –Tite- Arroyo, a quien le ganó el duelo 3-1 en lo que debió ser una blanqueada, ya que Guayubín dejó caer un fly y la anotación fue sucia. Vargas disculpa Olivo, por su condición de zurdo colocado en el prado derecho, algo insólito. Además de su mejor partido, según Vargas, lo otro fue que bateó de 4-3, incluido un doble, con los que impulsó dos de las tres carreras, para ser el héroe total del mismo.
Con su lucidez y vigor envidiable a sus 93 años, Miguel Ángel Vargas narró otras anécdotas de su pasado peloteril durante el añorado homenaje que le rindió el Licey, donde lo acompañaron su esposa doña Lulú, tres bisnietos y 12 nietos que les han brindado sus siete hijos, también presentes: Alicia, Miguel Raúl, Nachi, Irina, Luis Miguel, Miguel Ángel y Ana.