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TAMBIÉN ES SOCIA

La azafata colchonera de EEUU que en sus escalas en Madrid va a ver al Atleti

Foto EFE.

Jorge FuentelsazEast Rutherford, Estados Unidos

Ashley Mcneely es estadounidense, colchonera de corazón y azafata; y, por eso, siempre que juega el Atlético de Madrid en casa, cambia los horarios en su compañía aérea para viajar a la capital de España y poder ver a su equipo, del que es socia desde 2017.

"Soy americana y vivo en el estado de Connecticut, pero me encanta el Atlético de Madrid, y desde hace tres temporadas arreglo mis horarios de mi trabajo (para ver al equipo), soy totalmente del Atlético", dice vestida con una camiseta rojiblanca y una cerveza en la mano, antes de ver el primer derbi que el Real Madrid y el Atlético juegan en Estados Unidos.

Ashley se ha desplazado junto a otros colchoneros de la peña de Nueva York del Atlético al estadio MetLife, en la ciudad de East Rutherford, a media hora de Nueva York, donde pertrechados con banderas, música y una pequeña tienda de campaña para refugiarse del calor, han preparado comida para animarse antes del partido, una tradición muy arraigada en Estados Unidos.

Cuenta a Efe que su flechazo con el Atleti ocurrió el 1 de abril de 2014 en el Camp Nou, en un partido de la Liga de Campeones contra el Barcelona del que Ashley recuerda el golazo de Diego Ribas.

Después, fue al estadio Vicente Calderón en una visita guiada, un martes, un día en el que no había partido, pero en el que sintió toda la afición de los hinchas del equipo "porque ellos tienen el corazón del Atleti" asegura en un dificultoso español que -confiensa- aprendió solo hablando con colchoneros de muchas peñas.

Pero la prueba de fuego de su amor rojiblanco no tuvo lugar hasta su primer partido en el Calderón contra el PSV en el año 2016, al que fue sola.

"Cuando estaba en el estadio no conocía a nadie, pero una persona a mi izquierda y (otra) a mi derecha me dijeron que estaban conmigo: 'Estamos luchando juntos'. Fue una experiencia increíble y por eso después de eso, estoy aquí", cuenta.

Emocionada al hablar de su equipo, Ashley asegura que tiene amigos de peñas de toda España, desde Málaga a Pontevedra, pasando por Salamanca y, "por supuesto", Madrid.

"Es el equipo del pueblo de Madrid y creo que es el que tiene más coraje en España", dice.

De pequeña, cuando vivía con sus padres en Minesota jugaba al fútbol, pero el Atleti no había entrado en su vida y su afición tampoco la heredó de sus padres, sino todo lo contrario.

"Vosotros decís de padres a hijos, pero en mi caso es de hija a padre", comenta antes de contar entre risas que le contagió su amor por el Atleti a su padre, quien ahora, cuando el horario se lo permite, sigue también los partidos del Atlético por televisión.

Cuando viaja con su compañía aérea, Ashley, como el resto de la tripulación, tiene 24 horas en su destino antes de tomar el avión de regreso.

Por eso, calcula muy bien sus vuelos a Madrid par hacerlos coincidir con un encuentro del Atlético.

Después de aterrizar, "descanso un par de horas y luego voy al estadio", donde suele quedar con amigos de otras peñas de España y de Madrid.

"Nos encontramos antes y después del partido", dice, antes de explicar que no puede quedarse mucho más porque a las diez o diez y media de la mañana del día siguiente sale el vuelo de regreso a Estados Unidos. Pero el esfuerzo merece la pena.

Además, también emplea sus días libres para seguir al equipo del Cholo Simeone, y ha estado en Brujas, en Dortmund y en Turín, donde el pasado marzo el Atlético fue eliminado de los octavos de final de la Champions League tras perder 3-0 con el Juventus.

También "estuve en Turín, qué horror", dice Ashley que enseña a Efe con orgullo su carné de la pasada temporada.

Pero entre tanta pasión, también brota una crítica, la planificación de las jornadas de liga, que para Ashley no se hacen con suficiente antelación o se cambian, lo que impide a los colchoneros de fuera de España poder organizarse para ver a su equipo.

Sin embargo, hoy no piensa en eso, "he venido al partido más fácil para mí, a solo 122 kilómetros en coche desde mi ciudad y no necesito ni pasaporte, ni billete de avión", hoy Ashey, es feliz.

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