LEGADO

Exentrenador: Los boxeadores necesitan apoyo y protección

Rafael Rodríguez en un momento de su rol como entrenador. FUENTE EXTERNA

Rafael Rodríguez en un momento de su rol como entrenador. FUENTE EXTERNA

Nunca logró una corona mundial de boxeo, pero Rafael Rodríguez, a quien cariñosamente llaman Nené, sí terminó siendo un campeón de la vida.

Ahora con 78 años, recuerda dos etapas de su vida con nostalgia: Cuando preparaba a jóvenes para el boxeo y al mismo tiempo como mejores ciudadanos, y aquella como el inmigrante en Estados Unidos que labraba un mejor futuro para su familia.

Ambas han dejado huellas físicas y emocionales imborrables en este hombre que llevó el boxeo a otro nivel en Santiago en las décadas de los años 60, 70 y 80 del siglo pasado, con la creación de los primeros gimnasios y luego la unión de entrenadores en esa provincia.

Nativo de Esperanza, llegó siendo un adolescente a Santiago, donde se dedicó a promover el boxeo amateur, con muchas limitaciones, pero enfocado en forjar a quienes representarían al país en competencias internacionales y que después darían el salto al profesionalismo.

Recuerda que por sus manos pasaron talentosos boxeadores, como Reyes Cruz, quien peleó con los mejores de su época y al que mantuvo invicto en sus primeros 25 combates; César Polanco, Pedro “El Chinito” Sánchez, Fermín Guzmán, quien falleció luego en Puerto Rico, Marino Ramírez, Jorge Amparo “El salchichón” y Félix Antonio Burgos “Meneíto”.

Sobre Cruz precisa que bajó su tutela estuvo a punto de pelear con Aaron Pryor, quien llegó a ser campeón mundial del peso superligero, pero un desacuerdo por el monto de la bolsa que devengaría provocó el rompimiento, ya que ofrecían US$50,000 y él entendía que debía ser US$70,000. “Los disgustos vinieron por eso. Al firmar con otro, ya no pude hacer nada. Si hubiera peleado con Aaron Pryor, la pelea más fácil para él era esa, porque yo sabía la pelea que debía hacer”, indicó convencido de que Reyes Cruz podía derrotar a Pryor, quien tuvo dos épicos combates en 1982 y 1983 con Alexis Argüello, llamado “el homicida con guantes”.

Pasión “Yo toda la vida me dediqué a la promoción del deporte sano”, precisa al recordar que su pasión por el llamado deporte de las narices chatas comenzó en el año 1962 en el kilómetro 8 de la carretera Licey-Santiago, donde lo anunciaron para una pelea como “El Tigre de la Joya”, pero el combate se canceló porque estaba en sobrepeso, aunque el resto de la cartelera de cinco peleas se realizó con un rotundo éxito. “Ese día ahí se perdieron hasta muelas”, recuerda sobre la ferocidad de los enfrentamientos escenificados en aquella ocasión en un terreno que les cedieron y el cual cerraron con cintas y pencas de coco.

A partir de ese momento, Rodríguez desarrolló una amplia labor de promoción y fomento de ese deporte en el Cibao, lo que le llevó a abrir varios gimnasios y a celebrar otras carteleras que concitaban la aceptación del público.

Creó los gimnasios “Espartaco”, en 1964, y “Dinamita”, en 1971, así como la Liga 11 de Enero en honor a los peloteros fallecidos en el accidente aéreo de Río Verde, en 1948, además de que logró aglutinar a cerca de 40 clubes en la asociación que forjó para impulsar la práctica del deporte y encausar a cientos de jóvenes ávidos de oportunidades.

Otro gimnasio lo instaló en el segundo nivel de la casa de su abuela en la calle Restauración.

A Rodríguez le apena cuando observa actualmente las pésimas condiciones para la práctica de ese deporte en el país, debido a la falta de apoyo, lo que contribuye a que la mayoría de los atletas del box provengan de los barrios más empobrecidos del país.

Eso contribuyó -sostiene- a que muchos de sus manejadores se aprovecharan de esa condición de pobreza que trataban de revertir esos jóvenes con la potencia de sus puños.

Cita el ejemplo de Danilo “Cuero Duro” Cabrera, quien estuvo en su gimnasio y enfrentó a boxeadores de la talla de Azuma Nelson y Julio César Chávez. “Quién fue que disfrutó de Cuero Duro en su apogeo. Busque a ver si ese muchacho tiene nada, y peleó con tres campeones mundiales de los mejores”, apostilló.

Refiere que los boxeadores son atletas que necesitan mucha protección, una buena alimentación y una evaluación médica previa bastante rigurosa para determinar si están en condiciones de practicar ese deporte.

“Los gobiernos no tenían que ver con nada, la utilería para practicar la hacíamos nosotros mismos, el grupo de entrenadores trabajando, así subimos el boxeo en Santiago”, apunta Rodríguez, quien recuerda que daban desayuno y almuerzo a los atletas gracias a los aportes de empresarios de Santiago.

Anhelo Su gran preocupación siempre ha sido el bienestar de la juventud y de la gente en extrema pobreza. “Esa es la lucha que nunca he podido dejarla. Yo soy amigo de la clase media y de todo el mundo, pero la gente mía es la gente pobre igual que yo, porque yo nací en la pobreza”.

Con ese propósito creó ahora una junta de vecinos en La Canela, donde reside actualmente, una manera de canalizar sus inquietudes de mejorar las condiciones de vida de los vecinos de la localidad, especialmente los jóvenes.

Le preocupa la descomposición en ese segmento de la población por el tráfico y consumo de drogas. “Hasta los niños están usando drogas”, dice sobre esa pelea que se siente aún con fuerzas para librar y así evitar que la juventud se siga perdiendo.

Dificultades. Rodríguez y quienes le acompañaron en la promoción del boxeo fueron incluso perseguidos por la Policía, ya que llegaron a organizar veladas boxísticas hasta en las calles.

En el exterior. Como entrenador de boxeo estuvo presente en veladas en el Madison Square Garden, Atlantic City y en Jamaica.

Nueva York. En esta ciudad entrenó boxeadores bajo el mando del legendario manejador Lou Duva, quien por 7 décadas tuvo a 19 campeones mundiales.

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