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A TIRO DE HIT

Villano en un segundo

El caso de Bill Buckner es quizás el más trágico ejemplo de un excelente jugador cuyo legado quedó manchado por una jugada en un momento decisivo de una Serie Mundial. Durante prácticamente la mitad de su vida, fue recordado como el hombre que dejó escapar el rodado de Mookie Wilson que definió el sexto partido de la Serie Mundial de 1986.

Buckner falleció hace unos días luego de un par de años batallando con una cruel enfermedad llamada Demencia Lewy.

Durante una carrera de 22 años en Grandes Ligas, pegó 2715 imparables y obtuvo un título de bateo en 1980 con promedio de por vida de .289.

Producto de la maquinaria de producir talento de los Dodgers de Los Angeles, fue compañero de equipo de jugadores como Steve Garvey, Ron Cey, Bobby Valentine y otros. Luego fue cambiado a los Cachorros de Chicago, donde permaneció cerca de una década. En la etapa final de su carrera jugó para Boston, Angelinos de California y Kansas City.

En todas sus paradas se caracterizó como un jugador de equipo que hacía todo lo humanamente posible para competir cada día a pesar de problemas crónicos en sus tobillos que lo afectaban desde antes de cumplir 30 años.

Pero todas sus cualidades quedaron en el olvido por una jugada que no pudo hacer. Era el noveno inning del sexto juego de la Serie Mundial y los Medias Rojas estaban a un out de coronarse campeones.

Pero los Mets de Nueva York lograron empatar el partido con tres sencillos sucesivos y un wild pitch del relevista Bob Stanley. Fue cuando Wilson conectó un rodado que se fue por debajo del guante de Buckner, permitiendo que Ray Knight anotara la carrera de la victoria.

Buckner estaba severamente limitado por los problemas en sus tobillos. Causó sorpresa que John McNamara, dirigente de Boston, no lo reemplazara por Dave Stapleton. Era un movimiento que acostumbraba a hacer en las entradas finales con su equipo en ventaja.

Además, no había seguridad de que Buckner iba a ser capaz de ganarle la carrera hacia la inicial al veloz Wilson si hacía la jugada. El lanzador a Stanley no iba a llegar a cubrir a tiempo. Por otro lado, cuando se produjo la pifia el partido ya estaba empatado y era evidente que los Mets tenían el momentum para ganar ese partido en cualquier circunstancia.

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