REVELACIÓN
Se desboca Maradona otra vez contra Messi
En un espacio sin dimensión, inamovible y enhiesto, Maradona es la efigie de un moderno Dios griego tan visible como inimputable.
Todo cuanto dice es admitido aun por aquellos que pudieran disentir, pues la devoción por el mejor jugador de la historia hacen perdonables cualquiera de sus declaraciones; la magia sobre lo ofrecido en los campos de juego ha logrado el milagro que los chicos que nacieron después de su gloria se aferren – como en ningún otro caso – a una orgullosa identidad que excede a las generaciones.
Maradona no es grande por lo que dice; es grande por lo que hizo.
Y esto es lo que hasta ahora lo galvanizó envolviendo sus palabras en hechos simples que conllevan ciertas anécdotas.
Pero haber confesado que "Messi no podría ser caudillo porque va como veinte veces al baño antes de cada partido", es cuanto menos inesperado, imprudente y hasta inusualmente delator.
Diego nos enseñó desde pequeño de qué manera debía ser el comportamiento de los hombres, especialmente de los jugadores. Probablemente la palabra que más debe haber pronunciado en sus
casi 58 años debe haber sido códigos.
¿Qué implicaron hasta aquí tales códigos? Diego lo sabe más y mejor que nadie: guardarse para sí situaciones y hechos que por la naturaleza de su privacidad no deben saber los demás, los otros, la multitud innominada que quiere ver a sus ídolos tal como se muestran en los campos de juego.
La prensa ha sido muy cuidadosa de estas conductas al momento de hablar sobre Diego. Y los actores vinculados – dirigentes, técnicos, compañeros – muchísimo más.
Nunca escuchamos a Ottavio Bianchi – el director técnico – contar intimidades sobre aquel formidable Napoli a quien Diego llevó a la gloria.