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¿Muy buenos, demasiado rápido?
La inexplicable epidemia de lesiones en el codo y cirugías Tommy John cobró tres nuevas víctimas esta semana. Al parecer José Fernández no fue suficiente mala noticia para un día, y poco rato después el joven zurdo de los Rangers, el venezolano Martín Perez y el dominicano Jose Cisnero de Houston correrán la misma suerte. La conclusión inevitable a la que hay que llegar es que, por más esfuerzos de prevención e investigación que hacen los equipos para preservar los brazos de sus pitchers, tarde o temprano estos se lastiman producto del desgaste, irremediable e inevitablemente. Una opinión que nos parece interesante la expresó el escritor Rob Neyer en su columna en FoxSports.com, y Neyer decía - refiriéndose a los casos particulares de José Fernández ahora y Matt Harvey el pasado año - que quizás lanzadores dominando las grandes ligas a tan temprana edad y/o experiencia ñ los casos de Fernández y Harvey ñ sea el preludio de esa “inevitabilidad” de la que hablábamos hace un momento. Neyer mencionaba los casos de Mark Fydrich y Frank Tanana hace casi 40 años, de Dwight Gooden hace 30, de Kerry Wood y Mark Prior hace 15 y 10 o Stephen Strasburg hace apenas cuatro. Tratando de buscar sentido a lo dicho por Neyer, hicimos un pequeño estudio seleccionando los lanzadores que, en los últimos 40 años, ya sea con 22 años de edad o menos y/o su primera temporada completa en las mayores, estuvieran entre los primeros pitchers en Victorias Sobre Nivel Reemplazo (WAR) acumuladas en su liga ese año, o hayan tenido brillantes desempeños interrumpidos por lesiones. De una muestra de cerca de doce lanzadores que cumplieron ese criterio, absolutamente todos sufrieron en el corto a mediano plazo una lesión mayor que afectó notablemente el resto de sus carreras. Algunos casos notablesEl primero de todos fue Frank Tanana en 1975. El zurdo de los Angelinos era dueño de una explosiva bola rápida en ese momento, y en el ’75 tuvo record de 16-9, 2.62 de efectividad, encabezó la Liga Americana en ponches y en WAR con 7.2. El 21 de junio de ese año Tanana ponchó 17 bateadores en un partido. Tanana tenía 21 años. El zurdo fue un excelente lanzador las próximas dos temporadas, pero en 1978 la velocidad de su bola rápida empezó a caer de forma notoria. Aunque Tanana ganó 18 juegos ese año, no era el mismo lanzador. Al año siguiente, con 25 años de edad se le diagnosticó un problema en su hombro perdiendo gran parte de la temporada. Tanana regresó y tuvo una larga carrera de 21 años y 240 victorias, pero jamas volvió a ser el lanzador dominante de sus primera cuatro temporadas. Al año siguiente apareció el fenómeno del Pajaro Fydrich. Con 21 años Fydrich tuvo record de 19-9, encabezó la Americana en PCL con 2.34, juegos completos con 24 y fue sexto en WAR en la liga con 4.8. Fydrich, toda una celebridad, sufrió el desgarre del mango del rotor en su hombro al año siguiente y solo ganaría 10 juegos más el resto de su carrera, saliendo de las grandes ligas para siempre a los 25 años de edad. En 1981 el zurdo mexicano de 20 años Fernando Valenzuela ganó 13 juegos con los Dodgers, encabezó la liga en ponches, tercero con 4.9 WAR y tuvo efectividad de 2.48 en la temporada recortada por la huelga. Valenzuela fue un lanzador excelente por las próximas cinco temporadas, culminando con su primera temporada de 20 o más victorias en 1986. En el ’87 Valenzuela empezó a dar señales de que no era el mismo pitcher de antes, permitiendo la mayor cantidad de hits y boletos en la Liga Nacional. Resultó que Valenzuela tenía problemas en el hombro, y perdió gran parte de 1988 lesionado y sin participar en la carrera por la Serie Mundial de los Dodgers. Valenzuela deambuló por grandes ligas hasta 1997, no regresando jamás a la calidad de sus primeros años. En 1984 un jovencito de 19 años cautivó la imaginación del béisbol, aparentando ser el mejor lanzador en llegar a las grandes ligas en mucho tiempo. Dwight Gooden de los Mets ganó 17 juegos, tuvo PCL de 2.60, encabezó la liga en ponches y el béisbol en FIP con 1.69 y WARs con 8.3. Gooden fue el Novato del Año, y parecía la versión derecha de Sandy Koufax con una bola rápida meteórica y una imbateable curva. Gooden ganó el Cy Young al año siguiente con su famoso 24-4, 1.53, pero poco a poco y de manera silente sus números periféricos se fueron deteriorando. Gooden perdió gran parte de la temporada de 1989 con el hombro lastimado, y aunque regresó lanzando de forma efectiva en 1990, la verdad es que nunca recuperó el dominio exhibido en sus primeras dos temporadas.vY la historia sigue con otros nombres, Bret Saberhagen de los Royals, genial con 21 años en 1985, y otra vez en el 1989 con su segundo Cy Young, y constantemente lesionado a partir de los 26 años. Kerry Wood de los Cubs en 1998. Su compañero de equipo Mark Prior en el 2003, Francisco Liriano de Minnesota en el 2006, Stephen Strasburg en el 2010, Matt Harvey el año pasado y hoy José Fernández. La teoría de Neyer parece tener algo de sentido, y claro, aunque lo anterior no es prueba contundente, lo cierto es que: ser muy bueno, demasiado pronto y a muy corta edad, muchas veces es un mal augurio para un pitcher.