El Deporte

REPORTAJE

“¡Cindy, párate de esa cama!”

La centro de la selección de voleibol estuvo a un tris de quedar parapléjica

El entrenador Marcos Kwiek observa a la central Cindy Rondón rematar, realizar un potente servicio saltado, bloquear y conversar animadamente con sus compañeras. “Cindy tiene que darle gracias a Dios todos los días al levantarse”, le comenta Marcos a un grupo de amigos durante una sesión de prácticas de la selección de voleibol en el viejo pabellón de esa disciplina.. Y en efecto así lo hace religiosamente la jugadora de 23 años, quien estuvo a punto de quedar en estado parapléjico el resto de sus días. Cindy cree que la delicada lesión le provino en el año 2006 ó en el 2007 mientras levantaba pesas en uno de los entrenamientos del equipo. Al año siguiente es contratada como refuerzo por el equipo Denso Airybee en la Liga de Japón y comienza a sentir molestias, pero no le confiere mayor importancia porque piensa que se trata de simples dolencias musculares, con las cuales los atletas de alta competición tienen que convivir y que los fisioterapeutas podían solucionar con masajes, electricidad y ultrasonido. Preocupaciones Fue en su segunda temporada como refuerzo en el circuito nipón que comenzó a preocuparse porque los dolores se hacían más agudos y ya afectaban su juego. “Yo me ponía tiesa. Era como una tortículis que no me dejaba mover el cuello para ningún lado y perdía la fuerza en los brazos”, explica. “Fue como que Dios me dijo ya, hasta aquí llegaste. Comenzaron a darme unos calambres en la pierna izquierda y me caía”, relata con entrecortadas palabras mientras las lágrimas corrían paralelamente como dos ríos por sus mejillas. Nuevos exámenes no detectaron nada fuera de lo común y a su atormentaba madre los directivos del equipo le argumentaron que el problema estaba en que “Cindy tiene la sangre aguada porque no come ensaladas”. Afortunadamente, doña Celenia, quien estaba como invitada de la Liga para ver La Copa de Mayo, una especie de Juego de Estrellas que se realiza allí anualmente para ponerle colofón a la temporada, al escuchar eso y ver a su hija rodar por el piso durante el mismo, apretó el botón del pánico. Dos días después estaban aquí y fueron a la Clínica Independencia. Los rayos X demostraron que tenía un serio problema en la columna vertebral y de inmediato la remitieron al doctor José Joaquín Puello Herrera, quien la sometió a una delicada cirugía. “Antes de la operación él trató de tranquilizarme y no me habló claramente. Yo sabía que era algo malo, veía a mi mamá llorando y no iba a estar llorando por cualquier cosa”, relata. El doctor Puello Herrera utilizó un pedazo de hueso de la pelvis para reemplazar el disco de la columna y le colocó durante tres meses un cuello ortopédico para que la columna acogiera al nuevo miembro. TESTIMONIO DEL DOCTOR JOSÉ JOAQUÍN PUELLO Fue al momento de darle de alta cuando el neurocirujano le habló sobre el trance que acababa de superar y que ante cualquier mala caída corría el riesgo de quedar como un vegetal del cuello para abajo. “Déjame decirte la verdad, tú te saliste de abajo de una patana, muchacha. Día a día dale gracias a Dios”, cita con un nudo en el pecho las palabras que le dijo el expresidente del COD. “Luego que me operaron llegué a pensar que no volvería a jugar”, subraya. Tan convencida estaba de eso que regaló tenis, rodilleras y franelas a varias amigas. Durante el proceso de rehabilitación, el cual duró un año, aprovechó y retornó a las aulas para completar el bachillerato en el Nuevo Liceo, del ensanche Luperón. Paralelamente, recibía terapias de Milton Pinedo y Víctor Figueroa, dos especialistas en medicina deportiva, quienes le dieron luz verde para que retornara a la cancha. “Tenía muchísimo miedo”, reconoce. Bien temprano, a la mañana siguiente al día de la cirugía le ocurrió algo que nunca olvidará. “¡Cindy, levántate, párate de esa cama!” y despertó al escuchar esa voz celestial. “Yo no sé quién me lo dijo. Fue algo que sentí allá adentro y cuando abrí los ojos vi al doctor Puello”. confiesa. Y como el Lázaro de las Sagradas Escrituras “Me levanté y comencé a caminar”.

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