EE.UU.

Dólar fuerte, mala noticia para la economía mundial

Una mujer pasa frente a una casa de cambio decorada con divisas de todo el mundo en Hong Kong el 6 de agosto del 2019. Un dólar fuerte respecto al resto de las divisas hace que aumenten las posibilidades de una recesión mundial. (AP Photo/Kin Cheung, File)

El costo de la vida en El Cairo subió tanto que el guardia Mustafá Gama tuvo que enviar a su esposa y su hija de un año a vivir con sus padres, en un pueblo 112 kilómetros (70 millas) el sur de la capital egipcia, para reducir los gastos.

Gamal, de 28 años, se quedó en El Cairo. Trabaja en dos sitios y comparte un departamento con otros jóvenes. Eliminó la carne de su dieta. “Los precios de todo se duplicaron”, se lamentó. “No teníamos otra alternativa”.

En todo el mundo la gente enfrenta las mismas penurias y frustraciones que Gamal. El dueño de un negocio de repuestos para automóviles de Nairobi, una vendedora de ropa de Estambul y un importador de vinos de Manchester (Inglaterra) se quejan de lo mismo: Un dólar cada vez más fuerte contribuye a que los precios de todo estén por las nubes. Esto agrava una situación muy precaria, en la que las familias soportan escasez y una escalada de precios derivada de la invasión rusa de Ucrania.

“Un dólar fuerte empeora un panorama ya de por sí malo para el resto del mundo”, expresó Eswar Prasad, profesor de políticas comerciales de la Cornell University. Muchos economistas temen que un agudo aumento del dólar genere una recesión mundial el año que viene.

El dólar subió un 18% este año y el mes pasado alcanzó su nivel más alto en 20 años, según el índice ICE U.S. Dollar Index, que compara el valor del dólar respecto a una serie de divisas.

Las razones por las que el dólar sube no son ningún misterio. Para combatir una creciente inflación, la Reserva Federal subió sus tasas de interés de referencia a corto plazo cinco veces este año y ha dicho que podría haber más aumentos. Esto hace subir las tasas de interés de una serie de bonos del gobierno y de empresas estadounidenses, atrayendo inversionistas y valorizando el dólar.

La mayoría de las divisas son mucho más débiles, sobre todo en los países pobres. La rupia india se devaluó casi un 10% este año en relación con el dólar, la libra egipcia un 20%, la lira turca un 28%.

Celal Kaleli, de 60 años, vende ropa para niños y pañales en Estambul. Dado que necesita más liras para comprar cierres y forros importados en dólares, tiene que cobrarles más a sus clientes, a quienes les cuesta pagar esos precios con la devaluada divisa turca.

“Esperamos a ver qué pasa el año que viene”, comentó. “Habrá que ver el estado de nuestras finanzas y achicar nuestra operación. No nos queda otra salida”.

Los países ricos no están blindados. En Europa, que ya se encaminaba hacia una posible recesión, el euro vale menos que el dólar por primera vez en 20 años. La libra británica se devaluó un 18% en un año.

A menudo los países se benefician en cierta medida cuando sus divisas se devalúan ya que sus productos son más baratos y competitivos en el exterior. En estos momentos, sin embargo, cualquier ganancia asociada con las exportaciones se ve anulada porque en casi todos lados el crecimiento económico se ve muy afectado.

Un dólar fuerte provoca penurias afuera de Estados Unidos de varias formas:

— Hace que las importaciones de otros países resulten más caras, generando presiones inflacionarias.

— Exprime a empresas, consumidores y gobiernos que tienen créditos en dólares. Esto se debe a que necesitan más divisas locales para convertir en dólares y poder hacer sus pagos.

— Obliga a los bancos centrales de otros países a subir sus tasas de interés para apuntalar sus divisas y evitar que el dinero salga del país. Esas tasas más altas, no obstante, debilitan el crecimiento económico y causan desempleo.

En pocas palabras, “un dólar fuerte no es bueno para la economía mundial”, dice Ariane Curtis, de Capital Economics. “Es una de las razones por las que pronosticamos una recesión mundial el año que viene”.

En un barrio de Nairobi lleno de talleres para automóviles, los negocios la pasan mal y los clientes también.

El chelín keniano se devaluó un 6% este año, el costo de la gasolina y de repuestos importados subió tanto que algunas personas ya no usan sus vehículos y emplean en cambio el transporte público.

“Esto está muy mal”, dijo Michael Gachie, encargado de compras del taller de repuestos Shamas Auto Parts. “Los clientes se quejan mucho”.

La devaluación de las monedas ha causado penurias en el pasado. Pero lo que sucede en el 2022 es único, porque los países ya sufrían presiones inflacionarias y los precios estaban en plena alza. Los desajustes en el campo de la energía y la agricultura derivados de la guerra en Ucrania agravaron los problemas de abastecimiento asociados con la pandemia del COVID-19.

En Manila, Raymond Manaog, de 29 años, que maneja un “yipni”, como se les dice a unas coloridas busetas, dice que la inflación, sobre todo el aumento de los precios de la gasolina, lo obliga a trabajar más tiempo para salir adelante.

“Tengo que trabajar hasta cubrir los gastos”, declaró. “Antes hacía cinco recorridos por día, ahora tengo que hacer seis”.

En Nueva Delhi, Ravindra Mehta llevaba una buena vida como agente de exportadores estadounidenses de almendras y pistacho. Una devaluación de la rupia india sin precedentes, sin embargo, sumada al aumento de los precios de las materias primas y del transporte, hace que esos productos resulten mucho más caros en la India.

“Si la gente no compra, se afecta toda la cadena de suministros, incluida la gente como yo”, declaró.

Kingsland Drinks, uno de los principales embotelladores de vino del Reino Unido, ya soportaba el alza de los costos de los contenedores, las botellas, las tapas y la energía. Ahora, el dólar hace subir los precios de los vinos que compra en Estados Unidos, e incluso los de Chile y Argentina, que, igual que sucede en muchos países, usan el dólar en sus operaciones.

“Llegará un momento en que la debilidad de la libra esterlina se verá reflejada en los precios”, comentó Ed Baker, el director gerente de la embotelladora.

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