Campos de arroz del "triángulo de oro" italiano, diezmados por la sequía
La tierra seca se agrieta, los brotes de arroz -cubiertos de una fina capa de polvo- son raquíticos
El zumbido de la moto de Darío Vicini rompe el silencio. Propietario de la granja Stella, atraviesa su arrozal para comprobar la magnitud de los daños causados por la sequía. Sus campos no son más que desolación, en el suelo arenoso, los brotes de arroz están muriendo.
"En circunstancias normales, nunca podría haber ido en moto. En esta época del año, las plantas deberían llegar hasta mi rodilla y el arrozal estaría inundado. Ahora son minúsculas, porque el agua necesaria para regarlas nunca llegó", explica.
La finca "Stella", situada en la aldea de Zeme -en la llanura del Po a 70 km al suroeste de Milán-, forma parte del "triángulo de oro" de los arrozales italianos, que se extiende desde Pavía en Lombardía hasta Vercelli y Novara en Piamonte, la primera región productora de arroz en Europa.
"La última lluvia digna de este nombre se remonta a diciembre, y en las montañas sólo se vió poca nieve. Es culpa del cambio climático", comenta el cultivador de arroz de 58 años, que calcula que sus ingresos se desplomaron entre "80 y 90%".
"Si no hay más agua, la pérdida de mis ingresos puede llegar hasta 100%", afirma Enrico Sedino, cultivador de arroz de una granja vecina.
La tierra seca se agrieta, los brotes de arroz -cubiertos de una fina capa de polvo- son raquíticos.
Los pequeños canales de riego que bordean los campos están secos, o casi secos. Las aguas del Po, a un nivel históricamente bajo, no llegan más que en cuentagotas.
- Paisaje lunar -
"No solo la cosecha sufrió un golpe, sino que todo el ecosistema está languideciendo", lamenta Massimo Saronni, alcalde de Zeme y cultivador de arroz desde hace 30 años.
Antes, los arrozales resonaban con el canto de los grillos y de las ranas, mientras que nubes de libélulas envolvían los campos.
Garzas color ceniza e ibis blancos se alimentaban de insectos.
"Encontrarse ahora en una campiña con un silencio tan pesado es deprimente. Es como estar en la luna", testimonia.
Si bien las 50 hectáreas de Darío Vicini se riegan a través del canal Cavour, que transporta las aguas del Po, otros arrozales en la provincia de Pavía son alimentados por el Lago Maggiore o el Lago de Como.
Pero la región de Lombardía advirtió que las reservas de los lagos podrían agotarse a finales de julio, sellando "el fin del agua para la agricultura".
Enfrentada a la peor sequía en 70 años, Roma decretó a principios de julio el estado de emergencia en cinco regiones (Emilia Romaña, Friuli Venecia Julia, Lombardía, Venecia y Piamonte), cuatro de las cuales son regadas por el Po.
"Por desgracia, el agricultor se ve obligado a abandonar algunos campos en detrimento de otros, exactamente como el médico que debía elegir a los pacientes que tenían posibilidades de ser salvados durante la pandemia de covid-19", constata con amargura Massimo Saronni.
- Situación apocalíptica -
A unos sesenta kilómetros al este de Zeme, en la confluencia entre el río Tesino y el Po, barcos blancos y azules están varados en un banco de arena, en medio de charcos de agua estancada.
Cansados del calor sofocante, algunos bañistas se aventuran en las aguas del río, que descendieron 3,3 metros por debajo de su nivel habitual en este lugar.
Italia cuenta con 220.000 hectáreas de arrozales, repartidos en más de 4.000 explotaciones.
Anualmente se producen alrededor de 1,5 millones de toneladas de arroz, de las cuales 60% se exporta.
Entre las más de 200 variedades se encuentran el famoso Carnaroli, el Arborio, el Roma y el Baldo, indispensables para la preparación de los platos típicos de risotto.
En el país de la "pasta", el consumo de arroz aumentó durante los confinamientos debidos a la pandemia.
Pero ahora, "se corre el riesgo de una escasez de arroz en Italia", advierte Stefano Greppi, presidente del sindicato agrícola Coldiretti de Pavía.