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Enfoque

Financiar el desarrollo

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Andrés van der HorstSanto Domingo, RD.

La parálisis económica, a partir de marzo de 2020, producto de la pandemia, contrajo la economía hacia el segundo semestre de ese año, comprometiendo sectores críticos como el turismo, la construcción y la minería.

En números duros, provocó la contracción del Producto Interno Bruto en un 6,74%, según cifras del Banco Mundial. Esa entidad establece en su panorama general sobre nuestro país que la crisis sanitaria y económica nos empujó a la primera recesión en casi 17 años, destruyendo unos 191,273 puestos de trabajo, con el consecuente impacto en los hogares más pobres.

Dos años más tarde, encaminados hacia la recuperación, las acciones clave se están ejecutando, tales como fortalecer los encadenamientos productivos entre empresas locales y exportadoras; reducir costos administrativos y de burocracia; mejorar la confiabilidad del suministro eléctrico y ampliar el acceso al crédito, para restablecer el empleo y el crecimiento económico, así como enfrentar y reducir la pobreza.

Sin embargo, tenemos nuevos desafíos. La inflación global se ha reflejado en nuestro mercado, empujado a su vez por un precio exorbitante del barril de petróleo que en semanas recientes llegó a escalar hasta los 140 dólares, para luego situarse en alrededor de 100 dólares por cada barril.

Si consideramos que el presupuesto está calculado a unos 60 dólares, esto supone que hay que buscar el doble del dinero estipulado para cubrir la demanda local de petróleo que se estima en más de 65 millones de barriles por año.

Dado este escenario, el presidente Luis Abinader dio un discurso valiente y oportuno. Apeló a la ampliación de programas sociales, al subsidio de los combustibles y a la eliminación de aranceles.

Pero también ha puesto el ojo en acelerar la reactivación económica, de la mano de nuevas inversiones y de figuras jurídicas como las Alianzas Público-Privadas y de fideicomisos públicos que permitan inyectar recursos frescos para financiar el desarrollo.

La crisis global más reciente, del 2008, evidenció dos modelos: el norteamericano, que era seguir apostando al desarrollo mediante inversiones para mover el aparato productivo, o contraer el gasto para ahorrar recursos, como fue el caso de muchos países de Europa.

De forma evidente, la apuesta de Estados Unidos funcionó, y es lo que podemos plantearnos, guardando las distancias, a nivel local.

Sin un pacto fiscal a la vista por el momento, y viéndonos con un menor margen para obtener financiamiento internacional, es crítico que busquemos vías alternas para atraer recursos, esto es, en lo ideal, inversiones del mercado de capitales y del uso de los fondos de pensiones (AFP).

Existen ejemplos en la región, como Costa Rica, quienes financiaron en gran medida sus presas e hidroeléctricas usando esas fuentes de financiamiento, evitando deuda pública y logrando sostenibilidad.

Además, en años recientes, mediante un fideicomiso, siguieron expandiendo su red de energía limpia, un espejo en el cual podemos vernos reflejados si actuamos con responsabilidad y nos unimos detrás del mismo objetivo: financiar el desarrollo.