Benedicta la “guachiwoman” que inspira a su hija
Como todos los días, a las 4:00 de la madruga, ya estaba Benedicta Tolentino Mercedes, la “guachiwoman”, en la puerta del plantel, vigilando y protegiéndolo de que no pasara nada. Lo hacía no sólo por amor y el placer que le daba servir, sino también para llevarles comida a la mesa a sus tres hijos Hamilton Abraam, Hamilton Miguel y Génesis Saviñón.
Con un rostro audaz, de sus inicios, esta madre soltera recuerda el duro momento económico que atravesó. En el sector Herrera aprovechaba para comercializar ropa, perfumes, vendía números de rifas, chucherías en una cafetería, sin embargo, no era suficiente.
El motor
Y sumado a esa situación, por otro lado estaba el padecimiento de su hijo menor, de 17 años (insuficiencia renal crónica). Estos dos factores se combinaron y se convirtieron en la gasolina que prendió el motor de su vida como “seguridad privada” y “vigilante”.
“Llegué a un punto en el que no sabía a dónde agarrar. Un amigo me dijo que era seguridad, que había mujeres, pero que era muy fuerte y escaso. Yo le dije que podía hacerlo, sin embargo, me advirtió que era una situación en la que había mucho riesgo, muchos peligros. Yo le dije que a mí no me importaba, porque lo necesitaba, que era trabajo… que nosotros nos mantenemos en constante riesgo cuando salimos a la calle, en una guagua, en el sector”, narra.
Benedicta, en esa primera etapa se sometió a entrenamientos físicos, psicológicos, cursos de manejo de armas y talleres de capacitación en general, que la retaron a darlo todo por sus hijos, hasta su propia vida y demostrarse a ella misma que era una mujer guerrera y perseverante.
Además tuvo que soportar un poco de bullying (acoso) de parte de sus vecinos en la comunidad, que se extrañaban cuando la veían con el uniforme puesto.
“Fue un poco caótico porque me daba mucho temor, sin embargo, el buen manejo del campo con las capacitaciones me dio seguridad. También recuerdo que en mis dos primeras semanas yo no me quería poner el uniforme, porque sentía vergüenza (…) muchas personas entienden que este tipo de trabajo es algo como vergonzoso, denigrante y no es así. Donde vivo al principio fue muy chocante, sentía como un bullying, pero luego hasta me felicitaron”, rememora.
En la actualidad, con seis años en el oficio para Dominican Watchman, a sus 41 años, nunca ha tenido que hacer uso de sus habilidades, ni ha tenido conflictos. Y también, poco a poco se ha ganado la tan anhelada estabilidad que necesitaba.
Un impulso: La lucha por la vida de su hijo menor
Durante un tiempo, cuando Benedicta finalizaba la jornada de trabajo nocturno, en la mañana empezaba otra, pero con su hijo menor, Hamilton Abraam, en el hospital Infantil Robert Reid Cabral, donde lleva alrededor de ocho años en tratamiento por una insuficiencia renal crónica.
Benedicta se pasaba hasta un día completo hasta que llegaba el horario de trabajo en el centro médico con especialistas en cardiología, nefrología y psicología.
“Cuando salía de mi trabajo tenía que coger por la casa a cambiarme y llevar al niño por la Angelita. Me sentaba en la guagua y me quedaba dormida y yo le decía al que estaba al lado: Mire, yo me quedo en el Angelita por si me quedo dormida, no pasarme … mi hijo me despertaba y me decía: ¡Mami, estamos llegando! (…) y la gente que estaba ahí me daba apoyo”, relata de esa difícil experiencia, en la que tuvo que aprender a educar su sueño y a adaptarse.
Le encanta servir
Más allá de la protección que brinda a alguien de cualquier persona adversa que ande alrededor con intenciones de ingresar para hacer daño o maltratar, Benedicta pone su enfoque en el trato humano y lo considera un “servicio maravilloso” por estar siempre cara a cara con las personas. Es donde pone a prueba sus valores y de lo que está hecha.
“Este trabajo es maravilloso, es un trabajo humano. Aparte de ser seguridad, no es tanto el peligro que representa, lo mejor es la parte humana. Cuando una persona entra a un lugar, uno puede notar y captar cualquier problema y muchas veces ese problema es personal. En ocasiones, me he acercado con respeto: Venga acá, joven, ¿qué le pasa?, ¡vamos a darle una mano!”, cuenta.
“He tenido situaciones en los que he entrado al baño y he sentido a alguien vomitando o con una afección… y le digo: Señorita, ¿la puedo ayudar? Me responden que no se sienten bien… y me quedo ahí, por instinto y ahí está la seguridad (…) que la gente entiende que seguridad es un delincuente, un malandrín. La seguridad se va al ámbito personal también. Ese es mi concepto”, agrega.
Para su hija Genesis es su “heroína”
Benedicta contó que su hija Génesis quiere ser como ella y seguir su ejemplo de lucha y de apoyo a los demás.
“Ella me percibe como una heroína. Ella me dice: “Mami, no sé cómo tu puedes… tú eres mi ejemplo a seguir”, contó.
Un ejemplo para los hombres que trabajan junto a ella
“Llévate de ella”, “vamos a hacer las cosas como ella dice”, son algunas de las frases que han salido de sus compañeros masculinos cuando están como equipo, en labor. Hay algunos que se dejan guiar a través del audífono y siguen sus acciones en casos determinados.
Días malos
“He tenido un mal día en el trabajo, he tenido situaciones que se me van de la mano. A veces hay personas que ofenden con palabras… y yo digo: ¡No, no vuelvo más! … lloro, grito y después al otro día me levanto y digo: Tengo que ponerme bonita, me baño, me pongo mi ropa y de nuevo… vamos a echar pa’lante”, expresó.