OPINIÖN
La economía ha venido acumulando crisis
El expresidente de República Dominicana, Leonel Fernández, expresó en entrevista especial concedida a El Caribe, ayer miércoles 2 de marzo del corriente 2022, que con “este gobierno no vamos a salir de la crisis, porque vive en una burbuja”, basándose en que el crecimiento del PBI real alcanzó 4,7% en 2021y no 12,3% fruto de un rebote estadístico.
Independientemente de las objeciones a la validez de los datos suministrados por el Banco Central, hay que señalar el planteamiento de fondo el Dr. Fernández de que la economía dominicana se encuentra en crisis, aunque no argumenta tanto las causas de la misma como la consideración de que la actual administración es presa de una burbuja.
De todos modos, es importante aclarar que desde 2018 hasta la fecha las actividades productivas y ocupaciones laborales nacionales han venido acumulando las crisis superpuestas de recesión económica, pandemia viral, incidencia de la hecatombe haitiana en el país, subida de precios de la consumación y producción, y reciente impacto nefasto de la intervención militar de Rusia a Ucrania con probable peligro de que haya una conflagración militar a nivel mundial, incluyendo una guerra nuclear.
Tales sucesivas coyunturas críticas de carácter simultáneo foráneo y doméstico han ocurrido en un escenario exclusivamente nacional de acentuación de los déficit de las cuentas fiscales y cuasi-fiscales internas y cuentas corrientes de balance de pagos, ambos fondeados principalmente con un creciente endeudamiento interior y exterior que apunta más al impago de dichas obligaciones financieras que a la imprescindible rebaja de paga de intereses y amortización de capitales.
Lamentablemente durante los últimos decenios, nuestras administraciones gubernamentales han apostado por la aplicación de políticas neoliberales de liberalización de los mercados de bienes, servicios y capitales, sobrevaluación de tasas de cambio, escalada de tasas de interés reales, desvalorización de la fuerza de trabajo y distribución de la renta y riqueza, hasta tal grado, que cada vez resulta muy difícil contener la importación de mercancías sustitutas de plantas de producción industrial y agraria y mano de obra urbana y rural, la emigración de familias criollas al extranjero y en efecto promoción de la desnacionalización de la fuerza de trabajo nativa a favor de la haitiana pagada a bajo coste en condiciones laborales muy precarias, la repatriación de utilidades en proporción casi igual que las cuantías de inversiones directas extranjeras, la concentración y centralización de capitales, ingresos y patrimonios en una élite oligárquica en desmedro de las grandes mayorías criollas compuestas por trabajadores cuentapropistas, campesinos, asalariados y micro y pequeños empresarios, y la vigencia de un régimen insustentable de transferencias corrientes y de capital, exenciones tributarias, altas tarifas y diminuta calidad de servicios públicos, bancarios y financieros en gran medida controlados por corporaciones privadas-.
Las inyecciones de liquidez cuantiosas en los mercados monetarios transnacionales, a mínimas tasas de interés y cómodos plazos; las asistencias sociales masivas a trabajadores y familiares migrantes, en especial concedidas en Estados Unidos, y los incrementos enormes de los balances de los bancos centrales de las más importantes economías del mundo, ya agotaron su capacidad de sostenimiento de la recuperación económico-financiera; toda vez que las tasas de inflación crecen sin parar, a pesar de las elucubraciones de su carácter temporal, la ocupación laboral es todavía amenazada por el virus Covid-19 y el comercio mundial vuelve otra vez a declinar ante la propagación de conflictos internacionales, sobre todo bélicos.
Desgraciadamente no se quiere admitir que los imperios americano, ruso y chino se están repartiendo otra vez el mundo en respectivas zonas de influencia, cuyo reflejo se puede constatar en los ascensos verticales de los precios de los alimentos básicos, combustibles minerales e insumos clave para la producción de bienes finales e intermedios; la profundización de contradicciones imperialistas, la multiplicación de golpes de Estado en países pobres como en Africa y la utilización de las transacciones comerciales y financieras internacionales como armas respectivas de sometimiento de determinadas naciones y/o regiones, en particular a cargo China y Rusia y , por otro lado, Estados Unidos y Reino Unido.
En definitiva, así como el derrumbe de las torres en New York sepultó la propaganda del “fin de la historia”, asimismo la repartición del globo terráqueo entre imperios, manifestada en el intento de Rusia de conquistar Ucrania y otros territorios representa un “jaque mate” ala mundialización o globalización y, en consecuencia, un resurgimiento de la “cuestión nacional”.
---El autor es presidente de CEDIESA (Centro Dominicano de Investigaciones de Economía, Sociedad y Ambiente).