Día de la Juventud encuentra a los jóvenes con la tasa de desocupación más alta desde el 2006

Los países de América Latina y el Caribe enfrentan el desafío urgente de tomar medidas para desactivar la “bomba de tiempo” representada por el legado de alto desempleo, informalidad y falta de oportunidades para los jóvenes que está dejando la crisis por COVID-19, plantea el director de OIT para América Latina y el Caribe, Vinícius Pinheiro, en un mensaje por el Día Internacional de la Juventud. “La población joven está entre los que más padecen con mayor intensidad las consecuencias sociales y económicas de la pandemia en la región, y harán frente a los efectos de la misma en los próximos años de su vida laboral, corriendo el riesgo de pasar a constituir una generación del confinamiento”, destaca Pinheiro en el texto publicado este 12 de agosto en el sitio web de OIT Américas. “Será necesario contar con estrategias específicamente destinadas a mejorar el empleo juvenil, si queremos desactivar el impacto profundo de la pandemia. De lo contrario, las secuelas durarán mucho tiempo”, agrega el director de OIT, según indica un comunicado.

En el mensaje se destaca que según los datos más recientes recopilados por OIT la tasa promedio de desocupación de los jóvenes entre 15 y 24 habría llegado a 23.8% en el primer trimestre de 2021, el nivel más alto registrado desde que este promedio comenzó a ser elaborado en 2006. Esto representa un aumento de más de 3 puntos porcentuales en comparación con el nivel de antes de la pandemia.

Al mismo tiempo, la tasa de participación laboral juvenil experimentó una contracción al caer cerca de 3 puntos porcentuales registrando un nivel de 45.6% en el primer trimestre de 2021, lo que implica que a comienzos de año entre 2 y 3 millones se mantenían fuera de la fuerza de trabajo ante la inexistencia de oportunidades laborales.

“Esta generación ha experimentado los impactos de la COVID-19 a través de una multiplicidad de canales tales como la interrupción de sus programas educativos o de formación y de puente hacia el mercado de trabajo (aprendizaje y pasantías), la pérdida de empleo y de ingresos, y la perspectiva de enfrentar mayores dificultades para encontrar una ocupación en el futuro”, plantea Pinheiro. El artículo también plantea que “aunque la demanda de empleo comience a evidenciar un comportamiento más favorable de la mano de un mayor dinamismo económico, las oportunidades de empleo para los jóvenes continuarán estando muy restringidas”. Al mismo tiempo “la ya elevada incidencia de la informalidad entre estos trabajadores, que afectaba a seis de cada 10 jóvenes antes de la pandemia, corre el riesgo de incrementarse aún más”.

La falta de oportunidades de empleo juvenil puede afectar la trayectoria laboral de las personas y limitar sus posibilidades de acceder a un trabajo decente en el futuro, destaca el análisis.

Pero además “son fuente de desaliento y frustración, lo cual puede desembocar en situaciones conflictivas e incluso afectar la gobernabilidad a diversos niveles”.

“Las protestas que habían surgido en diversos países de esta región antes de la pandemia eran encabezadas por jóvenes. Después de una crisis feroz que ha dejado a muchas personas sin esperanzas, ya hemos visto como en algunos países esos jóvenes vuelven a salir a reclamar un porvenir”, dice Pinheiro.

En el artículo señala que para enfrentar el desafío del empleo juvenil es necesario recurrir a una combinación de políticas diseñadas especialmente para enfrentar un problema estructural y complejo. Las medidas deben apuntar a aumentar la oferta de empleos, estimular la contratación de jóvenes, apoyar a las empresas y a los emprendedores, y también impulsar la educación y la formación de manera que respondan a los nuevos requerimientos de los mercados laborales, incluyendo los de la revolución digital.

“Hay un aspecto fundamental a tener en cuenta cuando se diseñen estrategias para promover el empleo juvenil después de esta atroz pandemia: no podemos prescindir del aporte de los jóvenes”, recuerda Pinheiro.