Teletrabajar en el pueblo, un "boom" que se desinfla en Portugal
Con la pandemia, Portugal imaginó la vida más allá de la ciudad gracias al teletrabajo; hoy, el "boom" de la vuelta al interior rural se ha diluido entre la falta de propuestas firmes y de infraestructuras.
Aunque el teletrabajo pareció ser la cura para el "Portugal vaciado", un problema que afecta al 60 por ceinto del territorio nacional, un año después la población sigue concentrada en una estrecha franja atlántica, denuncia a Efe Pedro Soares, investigador en el Instituto de Geografía de la Universidad de Lisboa. Revertir el desequilibrio demográfico pasa por construir "un nuevo modelo económico" en las zonas despobladas, explica Soares, que sostiene que, sin servicios e infraestructuras en el interior, es difícil atraer población y habla de una "brecha de derechos" entre regiones. UN REGRESO A CUENTAGOTAS En un intento de animar la vuelta al interior, el Gobierno del socialista António Costa lanzó en marzo del pasado año un programa de incentivos económicos que pueden superar los 4.000 euros por familia. No obstante, apenas se han aprobado 150 solicitudes, en su mayoría de familias procedentes de Lisboa que quieren mudarse a pueblos del Alentejo, el Norte o la región Centro. La ayuda es "muy buena", según Sara Freire, una de las beneficiarias del programa que asegura, sin embargo, que no es una razón en sí misma para desplazarse al interior, sino un apoyo. Este incentivo tampoco es accesible para todos; los candidatos deben tener un contrato de trabajo, algo "difícil" en estos territorios con escasas oportunidades, puntualiza Freire a Efe. "No es suficiente para volver", concuerda Ana Luisa Machado, una ingeniera que se ha mudado a Braganza (norte) tras siete años en París y que ha conseguido una de las 270 ayudas del programa "Regressar". Destinada a portugueses residentes en el extranjero, la fórmula contempla ayudas de hasta 7.000 euros para los lusos que decidan volver al país y asentarse en territorios de baja densidad de población. INFRAESTRUCTURAS "Un tren" es lo que falta en Braganza, dice Tânia Raquel Ferreira, recién afincada en este municipio con más de 100.000 habitantes y sin línea ferroviaria. Es más "rápido llegar a Madrid que a Lisboa", continúa, y confiesa que lo habitual es cruzar la frontera española y llegar a la estación de Sanabria (Zamora) para coger el tren. La desconexión de Beja, una de las principales ciudades del Alentejo, no solo se debe a la falta de un tren directo a Lisboa, denuncia Beatriz Piteira, sino también a la insuficiente infraestructura sanitaria. "No hay especialistas", lamenta la joven en declaraciones a Efe, y explica que después de vivir en Oporto siente que en Beja es una ciudadana "de segunda" debido a la falta de servicios. Recuerda un caso grave, el de una persona con traumatismo craneal que tardó más de ocho horas en llegar a Lisboa para ser operada porque en Beja -de más de 150.000 vecinos- no hay servicio de neurocirugía. "Faltan profesionales", concluye. "Nada ha cambiado tras la pandemia", resopla Inés Amaral, que vive con sus padres en un pueblo cercano a Águeda -en la región Centro de Portugal- y lamenta las deficiencias del transporte público. INICIATIVAS QUE TARDAN EN LLEGAR "Nuevas formas de vida implican nuevas formas de trabajo", anunció el presidente de Turismo Centro de Portugal, Pedro Machado, en la presentación de un programa dirigido a captar nómadas digitales para el centro del país, un nuevo cliente que trabaja y practica turismo a la vez. Otras iniciativas públicas han llegado un año después, como la red de "coworking" impulsada por el Gobierno, que espera abrir 57 espacios en las regiones del interior. Las iniciativas salpican el mapa portugués pero se echa de menos una hoja de ruta nacional que haga posible que vivir en el campo sea una opción real para muchos.