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Columna

No se puede confundir la libertad

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Cándida AcostaSanto Domingo, RD

Cuando el imperio Otomano cayó muchos se preguntaron las razones. En realidad, la trama venía desde hace tiempo. Las razones no son conocidas del todo por lo cual el rey prefirió seguir acciones alejadas de la justicia y las libertades que profesaba… y afectar hasta a sus propios hijos.

Sin embargo, cuando se dio cuenta que había contribuido a fomentar la confabulación para que su hijo fuera muerto… ya era tarde y al final de sus días y de la caída de su reinado pesó más en su conciencia el daño que había hecho, pero ya no tenía a quien pedir excusa ni expresar su arrepentimiento. Todos sus hijos habían muerto.

Estaba solo.El imperio estaba en el suelo y su mente estaba enferma al igual que su viejo cuerpo. La intriga, los celos y el afán de protagonismo en el sultanato fue una causa fundamental, basada en la debilidad de confundir el derecho a la libertad al no detectar a tiempo el trasfondo de la adulación y el resentimiento y frustración de quien le había sembrado la mala hiedra.

Esa y otras vivencias no son más que el producto de confundir la libertad con el contubernio y la doble agenda de manipuladores que dicen una cosa y hacen otra para su único beneficio.

De ahí que hoy día se observe en la región de América Latina una alta desigualdad, injusticia social, laboral, gubernamental, empresarial y hasta familiar, como resultado de debilidad en la libertad.

No hay amor propio, no se cumplen las reglas, el respeto es cosa del pasado y hay miles de males más que impactan los negocios, al Estado y a las economías y, uno se pregunta: ¿dónde está el ojo vizor?.

Nadie es capaz de ver que se cae la casa en la región. Que es la que más pobres tiene, más infectados del coronavirus, la más desigual, la que menos tributa y en ella todavía hay naciones con previsiones de hambruna y escasa escolaridad. Solo hay que ver los informes PISA, sobre matemáticas u otras ciencias.

La libertad… es la palabra vendida con altoparlante, pero hoy día la región es, sino la primera, la segunda más desigual del planeta, con países de espaldas unos a otros no solo en materia comercial, sino en la esfera política.

La organización Mundial del Comercio (OMC) profesa el interés de la integración regional, los acuerdos comerciales se suman a ese parangón en busca de contribuir a las libertades sociales y económicas. De nada ha servido. Donde hay humanos, desde que Dios hizo el mundo no ha habido fórmula que limite la manipulación, la deslealtad y el egocentrismo del hombre.

Hoy día, en lo comercial es notoria la desventaja con Centroamérica en el acuerdo DR-Cafta y en el bilateral. Es solo un ejemplo.

Por eso y otros males hay que abogar por la formación y la creación de oportunidades para todos. Mientras más carencias se vive en la infancia más frustraciones trae la gente y la lleva consigo donde quiera afectando las libertades y el buen desempeño. Si no es así observemos alrededor: países pobres, desigualdad, contubernios, agendas dobles, mandatos estropeados y fuertes señalamientos de malversaciones y uso de influencias y clientelismos para beneficio solo de unos pocos.

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