Economia & Negocios

El río Ozama, un espejo de dura pobreza

Un recorrido en barco desde El Dique hasta el puente de la 17 muestra las condiciones de los pobladores

Cándida AcostaSanto Domingo, RD

Niños “buzos” y no precisamente de las aguas turbias del río Ozama, sino de montañas de basura en busca de botellas plásticas y latas para venderlas prácticamente por centavos (RD$6 y RD$5 la libra) a mercaderes.

Antes de la pandemia las cambiaban por alimentos crudos, pero la enfermedad infecciosa del coronavirus detuvo esas entregas regulares cada 15 días. Y, aunque ese no es su principal problema, sino encontrar dinero para la comida del día a día… cada mañana el sol candente les da de frente en busca del único mecanismo de vida a la mano: recoger botellas para vender a RD$5 por libra y a RD$6 si son de vidrio y latas de metal.

Para los niños esto ya es una costumbre. Sucios, harapientos…descalzos, como sus padres solo están pendientes de la recogida de botellas de plástico para conseguir algunas monedas que alivianen su necesidad más perentoria de alimentación. Rostros desolados, idos y con la incertidumbre de la mayoría de los hombres, mujeres y niños de si lo hacen por dinero o por una funda de comida cruda. Toneladas de todo tipo de residuos les llega casi a sus puertas de la cantidad de cañadas que desembocan a uno y otro lado del río Ozama. Pero también de arrastre de los barrios de la ciudad y gente que las vuelve montañas.

Subsistencia Allí se ignora que la salud es otra prioridad y solo se tiene pendiente que hay que sobrevivir. Para llegar a las zonas circundantes a la margen del río en la parte occidental el recorrido se realiza por espacio de una hora en callejones y caminos maltrechos en los que solo puede circular un vehículo en una dirección y no en dos, es la más real visión de la pobreza dura y la importancia de que no solo se creen puntos de recogida de botellas. El problema es más grave y la pandemia lo puso en evidencia.

Era 14 de septiembre y nadie había recibido una funda de comida cruda a cambio de las tres fundas “tanque” de botellas plásticas como permuta por la recogida de botellas. Todo estuvo paralizado hasta una semana después que el sacerdote de El Dique, Manuel Ruiz, consiguió llevarles una cantidad de fundas a cambio de nada, como ayuda, conteniendo dos libras de arroz, aceite, sardinas, espaguetis, tabletas de chocolate, un poco de sal, azúcar y una fundita de habichuelas.

La comida de un día. Generalmente, allí las familias son numerosas y las ayudas cuando llegan se reparten cada 15 días de una funda por familia que ya están carnetizados para recibirlas.

Cruzan en yola a la parte oriental y reciben comida cruda y una funda con jabón, cloro y mascarilla. El párroco lo ven como un enviado de Dios. Apelan a que reciba más porque así les llegará más ayuda.

Acción integral Recorrer en vehículo, caminando, en yola y en barco muestra que para encontrar un mecanismo que permita que las botellas plásticas no lleguen del río al mar lo primero que hay que hacer sería una acción coordinada con las autoridades del Gobierno, los cabildos municipales del Distrito Nacional, Santo Domingo Norte, Santo Domingo Oeste y Santo Domingo Este, como primer paso de un trabajo integral. Los desechos mal manejados son arrastrados por aceras y contenes…llegan a las cañadas y son vertidos al río y cómo la gran cantidad de familias que allí viven en casas de hojas de zinc, pedazos de latas (envases de metal) y hasta tablones y cartones apenas tiene una o dos habitaciones y una sala las montañas de botellas y desechos ya lo ven casi normal.

Algunas casuchas tienen sanitarios. Otras… tuberías que dan al río, conectadas de baños y sanitarios maltrechos que ahondan la contaminación. Hay algunas que su entrada casi choca con humedales llenos de algas.

Parálisis La crisis provocada por la enfermedad del coronavirus tiene detenida gran parte de las actividades informales que desarrollan las familias.

Deuda social El río Ozama nace en la Loma Siete Cabezas, ubicada en la Sierra de Yamasá, en República Dominicana, y sus márgenes se han convertido en el hábitat de personas en pobreza extrema.

Barrios La Ciénaga, Gualey, La Zurza y otros debajo de los puentes Juan Bosch y Francisco del Rosario Sánchez (puente de la 17) están en la parte occidental. En la oriental, o “del otro lado” están El Dique, El Ámbar, La Barquita y otros.

Contaminación Algunas casuchas tienen sanitarios. Otras… tuberías que dan al río, conectadas de baños y sanitarios maltrechos que ahondan la contaminación. Hay algunas que su entrada casi choca con humedales llenos de algas.

La familia de Zuleica ya no puede ni recoger las botellas porque la pandemia “los ha acabado” Zuleica Florián es una joven mujer con dos niños…uno tiene dos meses y el otro siete años que asistía a la escuela que llaman “Clarín”. Su esposo trabajaba en una gallera antes de la pandemia.

Esta familia recogía botellas para cambiar “y ya ni eso”. Junto a su hijo que recogía botellas y ella cruzaba en yola el río, usando ese medio de transporte por la paga de RD$25 para a cambio recibir una funda con alimentos crudos.

Esa labor la hacía Zuleica de sol a sol todos los viernes montada en una yola. Así entre algas, humedales, charcos de agua sucia, basureros improvisados y un terreno que luce frágil ante una riada, los habitantes de La Zurza como Wendy Reynoso y Francisco Ortega, con siete hijos y sin saber qué darle de comer ese día, explican que los proyectos de los que reciben una funda de comida quincenal tienen que ser ampliados. Prefieren dinero a cambio de botellas plásticas para comprar ellos su propia comida.

Ortega que trabajaba de obrero de la construcción tiene como medio de sustento, una yola por la que cobra RD$25 para cruzar a remos al otro lado, a El Dique.

La travesía es a riesgo y en menos de media hora por las aguas sucias del río Ozama hasta la cañada de Bonavides, lo que muestra la urgencia de tomar acciones estatales de manera coordinada y sostenible.

Las aguas arrastran basuras, botellas, palos, bultos...

El padre Ruiz se ha convertido en un protector pero la ayuda es insuficiente ante la hambruna Una entidad ligada al Banco Reservas, el Voluntariado; la Fundación Tropigas y otras han desarrollado proyectos de recolección de residuos por alimentos, pero estos resultan insuficientes ante la gran necesidad de comida, trabajo y mejores condiciones de vida de la gente que se ha alojado en ambos lados ante la mirada indiferente del Estado.

En coordinación con el padre Manuel Ruiz del lado de El Dique algunas familias reciben también ayuda en Los Guandules, Guachupita y El Oxígeno y muchos otros barrios.

Wendy Reynoso, vive en la parte occidental y dice que se sienta en su cama y reza para que las Lilas del río no se represen a la entrada de su casa, hasta donde llegan cientos de botellas plásticas y desechos arrastrados por las oscurecidas aguas del Ozama. Reza desde que ve el cielo medio nublado y con amenaza de lluvias.

¿Qué mecanismo buscar para evitar la correntía de botellas del río al mar? Lo primero corresponde a los ayuntamientos en el manejo y reciclaje y lo segundo al sector educativo y familiar para que no sean tiradas a las calles y se cree una cultura de reciclaje por una retribución mínima. Pero además, a juicio del padre Ruiz, hay que involucrar a la gente, ofrecerles la comida que les hace falta para que contribuyan.

Cocina un poco de arroz y una lata de sardinas En la casa de Ana Dilcia, como en una gran parte de hogares no hay estufa. Se agacha a soplar unos palos encendidos para cocinar arroz blanco y luego calentar una lata de sardina para ponerle encima y servir la comida del día a tres hijas pequeñas. El cuarto niño apenas tiene un año y a ese lo amamanta. El cuadro es desolador. Al igual que ella otra vecina cuelga ropas en un alambre en el frente de su también maltrecha casa. No hay un radio, no hay televisor y las niñas más grandes ayudan a fregar y a buscar agua. La madre solo atina a decir que la pandemia ha empeorado todo, pues su marido no tiene trabajo y sus hijas que les daban comida en la escuela ya tampoco pueden asistir porque no está abierta. Ana Dilcia reúne palos y cualquier tipo de leña para prender el fogón casi a las 12 del mediodía para cocinar lo que aparezca, dice. Lo peor es que muy pegado a ellos hay un rancho de zinc donde opera una iglesia, pero como no se están juntando hay jóvenes que la usan de refugio para consumir drogas.

Edward Figueroa, conocido como el Padre Macoby, de la Iglesia Domingo Savio, llegó en 2013 a Guachupita y La Ciénega. Desde agosto 2019 es párroco de la iglesia. Se queja de la sociedad actual y aunque apoya que la gente recoja los residuos está de acuerdo que deben recibir una mínima remuneración.

Comprar los residuos Conocedor de la barriada asegura el párroco que es mejor que la gente se sume a recoger los plásticos a cambio de dinero, que usan estas familias para alimentarse.

Sobre la basura, dice, llega de los barrios al desembocar por las cañadas. Cree importante comenzar en las escuelas una formación de la gente para que no lancen desperdicios a las calles.

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