Empresas deberán prepararse para asumir cargas psicológicas de la pandemia en sus colaboradores

Especialistas se preguntan "¿Qué estamos haciendo desde la empresa para prevenir la aparición de estos síntomas psicológicos?"

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Patricia Pizzolante de Oteyza e Italo Pizzolante NegrónForbes Centroamérica

La facilidad para percibir las implicaciones de "la nueva normalidad" que propiciará el COVID-19 y tener una noción clara de ellas no dependerá de un “protocolo de bioseguridad”, sino de herramientas oportunas de “psicoseguridad” que favorezcan al bienestar mental y psicológico de las personas, por lo que nos enfrentamos a una profunda reingeniería del pensamiento.

Esto, porque a medida que empiezan a definirse estrategias para desescalar el confinamiento enfrentamos el desafío de hacer sostenible nuestro proyecto de vida profesional, pero sobre todo el de vida personal, en una sociedad que se encuentra resentida en su salud mental debido a la inédita experiencia.

En este período necesitamos, entre otras cosas, desarrollar fortalezas esenciales para nuestra capacidad de recuperación y reinvención, mientras los científicos trabajan en la eliminación o control del virus.

La crisis del COVID-19 cumple con elementos que pueden generar vivencias traumáticas, porque es un acontecimiento que aparece de manera abrupta e irrumpe la cotidianidad, dado que es una situación estresante que amenaza la vida y ha generado altos niveles de incertidumbre en lo personal, profesional y financiero. Además, ha traído nuevas preocupaciones, estresores y demandas que, en muchos casos, han sobrepasado los mecanismos de afrontamiento de la persona.

Y, finalmente, ha tenido un efecto masivo, pues, la afectación se produce en todas las áreas de la vida: social, familiar, laboral, económica y sanitaria, lo que genera la pérdida del sentimiento de seguridad y de confianza.

Según el TrustBarometer de Edelman, publicado en abril de 2020, 74% de la población mundial está preocupada por las noticias falsas sobre el virus, al 45% se le dificulta encontrar informaciones creíbles y el 85% necesita escuchar más a los científicos que a los políticos sobre el tema.

No podemos obviar el efecto que tiene en lo emocional cada cambio que se va dando. Hemos invertido altos niveles de energía en adaptarnos tras la aparición del virus y ahora se nos exige habituarnos a la nueva realidad, que tampoco sabemos cuánto durará.

Ya no creemos en las mismas personas que antes, de allí la importancia de que, como organizaciones o grupos, trabajemos sobre la recuperación de una confianza que se ha visto resquebrajada y que el distanciamiento social puede entorpecer aún más.

El rol de las empresas

La pobreza, la pobreza extrema y la desigualdad aumentarán en todos los países de América Latina, indica el último informe de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), organismo de la ONU, que también proyecta una caída del 5.3% del Producto Interno Bruto (PIB) en la región y un aumento del desempleo (en 2020 habría 11.6 millones de desocupados más que en 2019).

Esto nos lleva a pensar en cómo nos encuentra el virus, como personas, pero también como instituciones o empresas.

Entonces, resulta pertinente hacernos la pregunta sobre las herramientas de apoyo con las que contamos para hacer frente a la adversidad y la incertidumbre, pues se avecina una pandemia de trastornos de salud mental si no respondemos adecuadamente al sufrimiento actual.

Ahora más que nunca es necesario dotar a las personas de recursos que les permitan afrontar un mundo mucho más incierto y complejo. Las instituciones, los gobiernos, las empresas y cualquier otro grupo o comunidad son responsables de que esto se pueda llevar a cabo. De no ser así, nos expondremos al mayor riesgo posible: perder nuestro capital humano ya no por el virus, sino por el sufrimiento psíquico que su aparición ha generado.