Pandemia

Estafas y especulación: negocios que explotan la crisis en el Reino Unido

Gel desinfectante a 15 euros y paracetamol a más de 10, o vendedores a domicilio que ofrecen kits fraudulentos para hacerse la prueba del COVID-19, son algunas de las tácticas usadas por comerciantes en el Reino Unido para beneficiarse económicamente de la pandemia.

Mientras los grandes supermercados -que generan ingresos con el acopio desmesurado de una población temerosa- colaboran entre ellos para garantizar el abastecimiento, gracias a una flexibilización de la ley de la competencia, numerosos colmados y farmacias de barrio suben los precios para hacer su agosto.

Mientras, en internet proliferan las estafas relacionadas con la crisis y bancos como Barclays y HSBC están bajo escrutinio por las condiciones excesivas que aplican a los nuevos préstamos garantizados por el Gobierno.

LAS AUTORIDADES ESTRECHAN SU CERCO

Tal es el problema de la especulación en este país que la Autoridad de mercados y competencia (CMA, en inglés) ha impulsado una unidad especial para procesar a los infractores y avisa de que afrontan multas y cárcel si "cobran demasiado por bienes esenciales y engañan sobre la eficacia de los productos", como las mascarillas protectoras.

La Autoridad de conducta financiera (FCA) insta por su parte a denunciar los fraudes digitales, como presuntos mensajes de Hacienda o compañías de telefonía como Virgin que ofrecen "descuentos" previo envío de datos personales.

Desde que el 20 de marzo puso en marcha el "grupo de acción COVID-19", la CMA ha recibido hasta 40 denuncias por hora de todo el territorio y se propone "hacer todo lo posible para acabar con estos timos", ha declarado su presidente, Andrew Tyrie.

El regulador de la competencia ha escrito a los sectores farmacéutico y de alimentación para alertarles de que no deben "sacar partido" de la situación y anima a los ciudadanos a denunciar a cualquiera que vulnere las normas, de principio a fin de la cadena de suministro.

LA CMA perseguirá también a los particulares que revendan bienes por internet, después de que plataformas como eBay y Amazon tuvieran que retirar miles de productos con precios inflados, y a las grandes superficies que traten de formar un cártel a largo plazo, en igual aplicación de las leyes sobre estipulación de precios, comercio justo y protección del consumidor.

El primer ministro, Boris Johnson, ha dicho que promulgará legislación adicional de emergencia si "comerciantes sin escrúpulos" explotan la necesidad de la gente, con alzas sobre artículos básicos como papel higiénico, leche infantil, pañales o tampones.

CUNDE LA ALARMA EN LONDRES

En la capital británica, el abuso de precios por parte de comercios locales es especialmente grave en el distrito de Tower Hamlets, que, con más de 315.000 residentes y mucho desempleo, es uno de los más pobres del país.

En una carta y un vídeo en las redes sociales, el alcalde, John Biggs, amenaza con aplicar "toda la fuerza de la ley" contra los culpables y recuerda que en el área hay "mucha gente mayor sin recursos y personas dependientes" de ayudas sociales, que se quedarán sin productos de primera necesidad.

"Es inaceptable y no lo toleramos", dice a Efe Rosie Flynn, portavoz del consistorio del este londinense, mientras en los grupos vecinales de Facebook los residentes cuelgan fotos de los comercios mercantilistas y se organizan para boicotearlos.

LAS DOS CARAS DE LA MONEDA

Una de las víctimas de esta especulación es Linda Dreher, asistente de aula de 60 años, que lleva diez días aislada en su apartamento al ser paciente de riesgo por una afección pulmonar crónica.

"Mis fantásticas vecinas van a comprar por mí, pero estamos todas muy preocupadas por el alto precio de las cosas en el barrio, me crea mucha ansiedad", explica por teléfono a Efe.

"Es un atraco a plena luz del día, toallitas desinfectantes a 8 euros y pollos pequeños a 12", apostilla su amiga Sarah Brown.

Clare Burgess, autónoma de 56 años, que afronta una caída de ingresos por la crisis económica, arremete contra las farmacias, que "saben perfectamente que están cobrando de más y se aprovechan de la necesidad", dice.

Ibrahim Patel, tendero en uno de los comercios cuestionados, declara a Efe que el incremento de los precios se debe a que "hay escasez de productos en el mercado" y asegura que "la semana próxima bajarán".

"Igual soy el primero en morir porque tengo asma, pero también tengo que sacar beneficio", admite, entre serio y jocoso.

En una nota eliminada al poco de ser colgada por las numerosas quejas de los clientes, la familia propietaria de un supermercado de productos "delicatessen" en la zona de Bethnal Green decía "lamentar mucho" haber tenido que subir los precios de las verduras y los lácteos por supuesta "falta de proveedores".

Entre los ejemplos de solidaridad que también se multiplican en la situación actual, destaca el del carnicero Gavin Stuart, que, junto con la parroquia local, ha organizado un grupo de voluntarios para entregar pedidos a domicilio a los ancianos y enfermos.

"Trabajamos jornadas de 18 horas en difíciles circunstancias, pero estoy encantado de poder ayudar", señala a Efe, mientras fuera de su tienda se forma una larga fila de personas a dos metros de distancia cada una.