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El rostro de la indigencia

Indigentes: La gente en las calles se vuelve cada día más insensible

Andrés tenía tres años cuando sufrió polio y dice que decidió pedir porque nadie le daba empleo. /VÍCTOR RAMÍREZ

Andrés tenía tres años cuando sufrió polio y dice que decidió pedir porque nadie le daba empleo. /VÍCTOR RAMÍREZ

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Luisanna CarrascoSanto Domingo, RD

Sentado en el frente de una tienda deportiva ubicada en la calle El Conde, de la Ciudad Colonial, Andrés ha hecho de este espacio un lugar para sobrevivir, extiende la mano a todo el que pase, da indicaciones a los extraviados y se comporta de forma amable.

A simple vista puede pasar como un señor normal, con todas sus facultades mentales, pero el destino apostó en su contra, ya que a la corta edad de tres años sufrió de Polio y sus piernas quedaron inhabilitadas, convirtiéndolo en un excluido social.

“Cuando tenía tres años me dio polio y debido a esto no pude asistir a la escuela, además nadie me empleó por mi falta de movilidad, a la gente no les gustan los empleados que den muchos problemas, mi condición y la falta de oportunidades me trajeron hacia donde estoy”, indicó con rostro compungido.

Este hombre lleva trece años pidiendo en el mismo lugar, y tiene que pagar en la casa que ocupa un alquiler de RD$3,000 cada mes. Su único sustento es la caridad de todo el que pasa por la esquina de la tienda y se agacha para depositar una limosna en su jarrito.

“Pedir no es nada fácil, la gente no quiere darle nada a uno, hay meses que si me va mejor que otro, pero últimamente la gente se ha vuelto más frívola e insensible, solo piensa en su propio bienestar. Yo quisiera trabajar, que alguien me ofrezca alguna ayuda, pero el gobierno no mira a nadie”, expresó con cierto resentimiento en la voz.

Andrés tiene dos hijos y una familia que mantener, pero sus hermanos y otros parientes le dieron la espalda hace mucho tiempo. Reside en un barrio del sector 27 de Febrero de la capital y tiene 61 años de edad. En sus tobillos tiene dos callos gruesos y algunas llagas, resultado del tiempo que lleva arrastrándose por las calles.

Desde las siete de la mañana se puede encontrar a este hombre en el mismo lugar, algunos que ya le conocen, le bridan café y consigue para el desayuno, regularmente un pedazo de pan que manda a comprar en algún colmado. La comida es su mayor tormento, pues el plato cuesta RD$130 y en los días malos apenas llega a reunir RD$70.

Andrés no le echa la culpa de su realidad a nadie, pero tiene resentimientos con el gobierno porque nunca ha movido un dedo para ayudarlo y lo considera responsable de que su situación empeoré cada día, ya que el costo de la vida no para de incrementarse.

“Yo quisiera trabajar, tener un subsidio o algo, pero como dice el dicho, si la vida te da limones haz limonada, pero en mi caso si la vida te da polio, ponte a pedir para vivir. Yo estoy dispuesto a hacer lo que sea, pero en este país no le dan ayuda a nadie”, manifestó.

A puras señas Muy lejos de la calle El Conde, una limosnera ciega y su hijo se pasean por las filas de carros en la avenida Charles Sumner casi esquina Churchill, donde hacen señas a los conductores con la esperanza de que un buen samaritano le dé algo con que juntar aunque sea la comida del día.

José Ángel Fabián y Andrea Fabián son los únicos miembros de su pequeña familia; ambos se levantan muy temprano para venir a esta esquina a probar suerte. Andrea es una señora de edad avanzada, perdió la vista en un accidente, a consecuencia de esto su hijo tuvo que dejar la escuela y ayudarla con lo único que sabe hacer: Limpiar vidrios.

Ambos residen en una casa donde pagan RD$3,500 de mensualidad. José Ángel y Andrea indicaron que la gente ya no les da dinero como antes, muchos pasan en sus autos lujosos y mejor aceleran pasándose la luz roja para que ellos no se les acerquen.

“La gente es muy mala, no se conduele de las desgracias de los demás, yo antes tenía trabajo, pero por culpa de un accidente perdí la vista hace mucho tiempo, cuando me recuperé ya no pude hacer otra cosa que pedir”, expresó la señora.

El joven de alta estatura dejó los estudios en el octavo curso, no pudo volver a reintegrase en la escuela, ya que no tenía los recursos para acudir el año completo. Ahora se la pasa calle arriba y abajo con una esponja y una botella de agua con jabón limpiando los cristales de los vehículos.

“Es un problema porque muchas veces estamos apurados, ya que a final de mes tenemos que pagar la casa, si no lo hacemos nos echan afuera, estamos tratando de sobrevivir pero ya casi no tenemos para la comida. Le hemos mandado cartas a todo el mundo y nadie nos quiere ayudar”, explicó Andrea con pesar.

Cada día ambos recaudan entre 500 y 600 pesos, dinero que van guardando hasta reunir lo del alquiler y lo que sobra es para su sustento diario, que no cubre las necesidades básicas para llevar una vida digna.

Datos de Andrés Es de San Juan de la Maguana, tiene 61 años de edad y cumplirá los 62 en agosto. Gana un estimado de 3,000 a 5,000 pesos mensuales, pero estas cantidades pueden variar. Tiene tres hijos que mantener.

Mientras Andrea pide en el semáforo, José Ángel limpia los cristales de los vehículos.