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Historia

Don Tano y su emotiva conexión con la ganadería

Don Salustiano Acebal es muy reconocido en la comunidad Los Corozos de Pedro Brand (donde tiene su finca), cuyos residentes le aprecian y protegen. JORGE CRUZ/LISTÍN DIARIO.

Lilian TejedaSanto Domingo, RD

La fascinación por la ganadería de Salustiano Acebal, comúnmente conocido como don Tano, tiene un origen muy emotivo. Se vincula con sus vivencias de niño durante la guerra civil española entre 1936 y 1939.

Don Tano vivía en Infiesto, una villa y capital del concejo asturiano de Piloña (España). En aquel entonces este lugar era escenario de peleas, por lo que él y otros niños tuvieron que ser llevados a un refugio. Fue allí donde surgió su vínculo con las vacas.

Una tía suya vivía cerca del lugar de acogida y cuando la zona estaba tranquila ella ordeñaba una vaca que tenía y les llevada leche para alimentarlos, recuerda.

“Eso fue lo que me crió a mí. Yo digo en broma: déjenme tranquilo que las vacas son familia mía porque a mí me crió una vaca”, rememora con lucidez a pesar de que eso ocurrió hace más de 80 años.

Su llegada a RD Don Tano recuerda que en España su familia tenía unas cuantas vaquitas y que siendo niño él ayudaba a ordeñarlas, por eso siempre quiso tener una finca con vacas. Este sueño se materializó en República Dominicana.

Las secuelas de la guerra española se extendieron por varios años. Se dice que la economía tardó décadas para recuperarse. Esto obligó a muchos españoles a irse de su país. Muchos emigraron hacia América. Don Tano fue uno de ellos.

Cuando rondaba los 17 años don Tano decidió venir a República Dominicana en busca de mejores oportunidades. Y sí que las encontró.

Al llegar se reunió con sus familiares, que ya vivían aquí, comenzó a trabajar, hizo amistades y se adaptó rápidamente. Cuenta que vivía en la calle 19 de marzo y que casi todas las noches iba al malecón. Afirma que se sentía feliz.

“El cambio fue muy favorable, me sentía tan bien que me hice dominicano”, expresa con convicción.

Luego se casó con una dominicana y tuvo cinco hijos que lo han regocijado con 16 nietos que han engrandecido su felicidad.

“Antes vivía feliz y ahora estoy más feliz porque tengo lo que no tenía. Tengo una familia feliz y estoy contento”, respondió al preguntarle cómo se siente en la actualidad.

Sin embargo, siempre ha extrañado sus raíces y, por esa razón, se ha mantenido en contacto con el país donde nació, el cual visita de vacaciones con sus hijos.

También siempre ha estado en contacto con los españoles residentes en República Dominicana a través de Casa de España, una organización fundada con el objetivo de reunir a la comunidad española e incentivar su cultura y tradiciones.

¿Cómo materializó su sueño de tener una finca? Otro logro que le dio gran regocijo a don Tano fue cumplir su sueño de tener una finca ganadera. Este proyecto se materializó en 1974 cuando paseando por lo que ahora es Pedro Brand (municipio de Santo Domingo) vio que había una finquita en venta y con la ayuda del Banco Popular logró comprarla.

Desde entonces ha mantenido una relación tan estrecha con esa entidad que es miembro del Consejo de Administración del Grupo Popular.

“Prácticamente mi vida está relacionada con el banco y con los Grullón y con toda esa gente, que son amigos”, destacó.

Cuando adquirió la finca, don Tano comenzó a organizarla. Hizo los potreros, corrales, el área para el ordeño; la preparó por completo. Más adelante, con la ayuda de su amigo Julio Brache, presidente de Pasteurizadora Rica, comenzó a introducir novillas importadas, lo cual era un lujo en aquel entonces.

Así llegó a tener alrededor de 50 vacas en ordeño. Recuerda que eran vacas puras, que daban mucha leche. Una de ellas se convirtió en la campeona de producción nacional en un concurso en una feria ganadera. Esto le dio a don Tano una gran satisfacción y reconocimiento en el sector. Al momento de esta entrevista don Tano tenía alrededor de 200 vacas en ordeño en su finca La Aldea que producen alrededor de 3,000 litros de leche que son vendidos a Parmalat. Sus planes son superar las 300 cabezas.