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ENFOQUE

Economía moriviví

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Luis Manuel PiantiniDIPLOMÁTICO Y ECONOMISTA

En mis escritos periodísticos de los años ochenta y de principio de los noventa, llamé al comportamiento de la economía dominicana como la de la planta nativa del moriviví, que cuando se toca se repliega y cierra sus hojas, y cuando se deja quieta se distiende, y con los rayos del sol se abren.

Aquellos eran tiempos de grandes desajustes fiscales, atrasos en los pagos de la deuda externa y de un Estado con mayores intervenciones en los mercados de bienes y servicios, afectando el normal comportamiento de los mismos, y produciendo enormes distorsiones; controles en los precios, en las tasas de interés y en la de cambio y en los ingresos y gastos en divisas, políticas públicas proteccionistas con elevados aranceles y prohibiciones de importaciones y elevadas tasas de impuestos selectivos al consumo, recargos cambiarios y mercados surtidos por empresas monopólicas u oligopólicas las mayores estatales, con mala calidad de los productos y elevados precios, entre otras distorsiones; las cuales le restaban dinamismo a la economía, reduciendo su potencial de crecimiento.

Cuando se agudizaban las distorsiones en los macroprecios y restricciones externas, los capitales, mayormente nacionales, comenzaban a salir, las reservas internacionales a reducirse y a escasearse, la tasa de cambio del mercado paralelo llamada prima, a depreciarse rápidamente, la inflación a crecer y las actividades reales a contraerse acelerándose las acciones especulativas en los mercados financiero y cambiario.

Principalmente durante los periodos electorales. Luego que la economía entraba en crisis, y se acudía al apoyo de un programa financiero con el Fondo Monetario Internacional (FMI), ya agotado el espacio nacional para continuar aplicando malas políticas, retornaba la confianza en la estabilidad, y la economía se ajustaba y crecía financiada con el rápido retorno de los capitales nacionales, favorecidos por las altas tasas de interés y la gradual apreciación de la moneda.

La recuperación se aceleraba, aliviándose los efectos recesivos de los ajustes que imponían las condicionalidades. Esta ha sido una característica favorable en nuestro país de estos programas del FMI, frente a los efectos más recesivos en otras economías que no cuentan con el rápido retorno de sus capitales golondrinos.

En el primer programa financiero con el FMI a partir del restablecimiento de la democracia, el cual se aplicó en el 1983, la economía crece 4.6% después de crecer 1.7% en el 1982, cuando por la crisis de la deuda externa se habían cerrado las fuentes externas de capitales. En el programa del 1985 cuando la economía se contrae en 2.1%, los dos años siguientes crece en promedio 6.8%.

En 1990, con la agudización de las crisis fiscal y cambiaria por elevados déficits y atrasos en pagos a los acreedores externos, la economía sufre su mayor caída desde que se recolectan estadísticas oficiales, en 5.5%, y con la aplicación de los programas financieros a partir del 1991, la economía refleja una rápida recuperación con un crecimiento promedio anual del 9.3% los dos años siguientes.

Con la crisis bancaria del 2003 la economía decrece 1.3%, y con los programas financieros a partir del 2004 para enfrentar la aguda crisis bancaria de esos dos años, el crecimiento promedio de los tres años siguientes es de 8.7%, hasta que hace explosión la crisis financiera internacional reflejándose un pobre crecimiento del 0.9% en el 2009. También en ese año el país entra en un programa financiero con el FMI, y al siguiente año la economía crece 8.3%.

Como se puede observar, la economía dominicana es una de rápido crecimiento cuando los fundamentos están estables, y se aplican reformas económicas que liberan los mercados, se expanden las inversiones pública y privada, y aumenta su potencial.

Crecimiento elevado

La década de más elevado crecimiento fue en los años setenta, cuando reflejó una tasa promedio anual del 7.2%, creándose una nueva economía. En el período de cinco años del 1969 al 1973, el crecimiento superó el 11% anual. Ningún otro periodo similar posterior ha superado este promedio.

Este crecimiento fue sostenible durante este lustro pues a partir del 1969 el Estado realizó fuertes inversiones con un elevado componente de ahorro interno, por ejemplo, las grandes presas de Taveras y de Valdesia.

También ya a partir del 1968 se promulgaron las leyes de incentivos industrial, de zonas francas, de turismo, se inició la explotación de las minas de ferroníquel de la falconbridge y la de oro de la Rosario, y se crearon los fondos de financiamiento industrial, agroindustrial y turístico en el Banco Central para fondear múltiples proyectos de inversión privada.

Se iniciaron los proyectos turísticos de la zona norte, y de Romana y Punta Cana estos con inversiones extranjeras.

En el primer lustro de esa década la tasa de crecimiento promedio anual de la inversión bruta interna real fue del 16.7%, y de las maquinarias y equipos del 21.8%.

En 1973 se produjo el primer choque petrolero mundial, lo cual aumentó el precio internacional del petróleo en casi cuatro veces, y nuestra economía se vio fuertemente impactada en sus reservas y en su gasto fiscal. Este impacto adverso debilitó su potencial para continuar con sus elevadas tasas de crecimiento.

Del 1981 al 1990, la economía tiene un crecimiento promedio anual del 2.45%, reflejando una caída del 66% en relación al promedio de la década anterior.

En este período la economía decrece por primera y única vez en dos ocasiones en una década, 1985 y 1990. Ya desde el 1981 los mercados externos de capitales estaban cerrados para la economía dominicana debido a una aguda crisis cambiaria con elevados atrasos en los pagos externos, incluyendo comerciales. Con este cierre y al no existir un mercado de capital doméstico, los déficits públicos se financiaban con dinero inorgánicos del Banco Central, cuantiosos créditos del Banco de Reservas, y con la acumulación de atrasos en los pagos de las obligaciones externas. Durante esta década la depreciación de la tasa de cambio del mercado paralelo se multiplicó por seis (no se toma en cuenta la tasa oficial pues estaba muy apreciada por sus controles y la mayoría de las operaciones de compra y venta de divisas se realizaban en el paralelo) y la tasa de inflación promedio anual fue de 24.8%, multiplicándose 2.3 veces en relación al promedio de la década anterior. De esta forma se diezmó la clase media que había comenzado a crecer la década anterior, agudizándose la pobreza y la desigualdad.

A partir del 1991 se inicia la liberalización de la economía dominicana después de cuatro décadas de controles y restricciones, exceptuando las reformas del 1985 que dos años después estaban aniquiladas. Se reestablece la estabilidad macroeconómica respetándose los fundamentos por parte de nuestras autoridades, se abre la economía hacia los mercados externos con cuatro grandes acuerdos regionales de libre comercio, y se inician las grandes reformas que han impactado favorablemente en nuestra economía, creciendo de nuevo su potencial y haciéndola más flexible y de rápida adaptación a los desafíos de la globalización e integración de los mercados, así como más resiliente a las crisis internas y externas.

Durante los últimos 27 años la economía ha resistido; los embates de desbastadoras tormentas y huracanes, las crisis mexicana, asiática, rusa, bancaria del 2003 y la económica mundial 2008-2012, y a los agudos aumentos en el precio internacional del petróleo y de los alimentos que importamos; y ha crecido un promedio anual del 5.5%, y si excluimos los años de la crisis bancaria del 2003 y 2004, el crecimiento fue del 5.9% anual. En estos 27 años, respetando los sucesivos gobiernos la continuación de las políticas emprendidas por los anteriores, hemos construido dos veces la Republica Dominicana que existía en el 1991, según la metodología de cálculo del premio nobel de economía del 2018, profesor Paul Romer. Y lo más importante de todo, es que, junto a este crecimiento, se han venido aplicando correctas políticas públicas en el área social, que están abatiendo de forma progresiva las graves enfermedades de la pobreza y la desigualdad, para aniquilarlas definitivamente en las próximas dos décadas, logros que podrían ser desafiados por la creciente inmigración haitiana a nuestro territorio, cuyo alarmante nivel de pobreza absorbe crecientes recursos públicos de nuestro presupuesto. No obstante, aun todavía restan por ejecutar importantes decisiones de políticas públicas, que fortalezcan las finanzas públicas, y mejoren la productividad, competitividad y competencia de nuestra economía

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