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TRIBUNA ABIERTA

El dengue, la ineludible necesidad de invertir en prevención

Precauciones. Fumigar para evitar el incremento de la plaga es una acción efectiva contra el dengue.

Precauciones. Fumigar para evitar el incremento de la plaga es una acción efectiva contra el dengue.

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Pedro María Alarcón-ElbalSanto Domingo

El 2015 fue un año difícil en lo concerniente a la lacra del dengue en República Dominicana. El azote de esta enfermedad ha devenido en una de las principales preocupaciones de las autoridades sanitarias estatales, pero también de una gran parte de la población.

De acuerdo al último boletín epidemiológico del Ministerio de Salud Pública, las cifras confirmadas hasta la primera semana de diciembre ascendieron a 15.245 casos y 94 defunciones, siendo estos los registros más elevados de los últimos años. Con todo, estos números podrían estar subestimados, principalmente debido a la consabida debilidad en el manejo y diagnóstico médico, coadyuvada por un cuadro clínico que suele mostrar una sintomatología muy inespecífica.

Alta mortalidad Sin embargo, el problema reside no tanto en el elevado número de casos sino en la alta mortalidad reportada, a la que debe sumarse una preocupante incidencia infantil. Tanto es así que países cuyo número de casos es mucho más elevado, muestran una tasa de mortalidad notablemente más reducida e incluso nula, lo que invita a revaluar las estrategias adoptadas en el pasado reciente. Por consiguiente, no cabe duda que el abordaje de este problema necesita de una profunda revisión.

El dengue es una enfermedad infecciosa de causa viral, sistémica, dinámica, de tendencia reemergente y transmisión vectorial que afecta a la mayoría de las regiones tropicales del globo, considerándose endémica en muchos países, entre ellos República Dominicana. Constituye en la actualidad la arbovirosis (como se denomina a aquellas enfermedades causadas por virus transmitidos por artrópodos) más importante a nivel mundial en términos de morbilidad y mortalidad, pero también posee importantes connotaciones monetarias. Y es que el dengue representa una enorme carga económica para los gobiernos y los sistemas de salud de los países como consecuencia de los gastos de hospitalización, el absentismo laboral, la pérdida en productividad y los programas de control y vigilancia vectorial, sin menoscabo del fuerte perjuicio a las economías familiares, especialmente para aquellas afectadas con moderados o bajos ingresos.

Consideraciones Con tal de comprender mejor este complejo escenario, es necesario exponer una serie de consideraciones básicas sobre la enfermedad en el contexto que nos ocupa:

1. A falta de una vacuna eficiente y accesible contra el virus, la medida más efectiva de prevención es la eliminación mecánica de los lugares potenciales de cría del mosquito transmisor, el Aedes aegypti. Este vector ha desarrollado la habilidad de colonizar una gran variedad de recipientes naturales y artificiales, lo que le ha llevado a ser un mosquito ligado eminentemente al entorno doméstico. En este sentido la política de prevención actual, consistente en realizar esfuerzos para controlar el vector solo cuando se reportan períodos de epidemia, es totalmente ineficiente. El descacharrado no debe ser entendido como una consecuencia de cierta alarma epidemiológica puntual, sino el medio para evitar la propagación de brotes futuros. Y no solo de esta enfermedad, sino también de otras vehiculadas por el mismo mosquito como el chikungunya o la fiebre del Zika, esta última relacionada con el aumento de casos de microcefalia en recién nacidos en Brasil durante buena parte de 2015. Además, como resultado de un uso indiscriminado de los métodos de control químico y largos períodos de exposición a los insecticidas, estos invertebrados han sido capaces de desarrollar ciertos niveles de resistencia, generando a su vez un hándicap en cuanto a las posibilidades de su control.

2. La escasez de conocimientos sobre la bioecología del insecto en el ambiente urbano ha derivado en el fracaso de múltiples campañas destinadas a su eliminación, por lo que las acciones de sensibilización poblacional y las medidas de información, educación y promoción de la salud son elementos clave en la prevención. La lucha contra el vector ha de pasar indefectiblemente por la reducción de sus criaderos y el reordenamiento ambiental, y para ello es imprescindible incorporar la participación ciudadana como eje principal. Las estrategias para movilizar a todos los niveles de la sociedad - desde los encargados de tomar las decisiones hasta las comunidades y familias - son del todo esenciales. Aun así, la población necesita un entorno favorable que le permita interiorizar y llevar a cabo un urgente cambio conductual, por lo que promover dichas pautas pasa por proporcionar una legislación más eficaz, mejores técnicas de construcción, servicios más adecuados y mejores políticas sociales. A la postre, la imperante necesidad de una adecuada inversión económica también en el plano social.

3. Es ineludible la implicación total de las instituciones, estableciendo mecanismos claros de cooperación y coordinación entre los diferentes tipos de organismos. Asimismo, es necesario aportar partidas presupuestarias que aseguren la realización y el mantenimiento de estos programas y establecer normativas legales que definan marcos jurídicos que aseguren el cumplimiento de las medidas de prevención. A nivel de políticas públicas, es necesaria una atención integral con visión a corto, medio y largo plazo a través de una construcción participativa que incluya la implementación y la evaluación.

4. Es preciso un enfoque integral y un grupo de especialistas de primer nivel, amplio y multidisciplinar, para estudiar el problema en todas sus dimensiones: médicos, virólogos, inmunólogos, sociólogos, epidemiólogos, entomólogos, comunicadores, administradores de la salud y educadores, entre otros. Complementariamente, es vital el fortalecimiento de los vínculos internacionales, el intercambio de experiencias y el compromiso de impulsar investigaciones en relación a la lucha contra la enfermedad en todas sus vertientes posibles.

5. En el plano económico, la problemática del dengue puede ser revisada bajo diferentes enfoques. En primer lugar, existen muchas situaciones vinculadas con la pobreza que favorecen la difusión del dengue, como las deficiencias en el abastecimiento de agua potable y en la recolección de residuos, o el crecimiento urbanístico rápido y desordenado. Igualmente existen otros factores como el desempleo o el bajo nivel educacional que influyen negativamente sobre el control de la enfermedad. Es por tanto la lucha contra el dengue un tema también de desarrollo económico y equidad, siendo su presencia un factor detractor para aquellos en peores condiciones económicas. Además, teniendo en cuenta la gran importancia del turismo para la economía del país, una epidemia con grave incidencia podría suponer un golpe económico de enormes proporciones, ya que un brote epidémico descontrolado puede disuadir a los viajeros de elegir el país como destino vacacional.

De lo anteriormente expuesto se desprende que la prevención debe ser la punta de lanza contra el dengue, pues además de evitar el sufrimiento, las estimaciones económicas establecen que con una prevención eficaz el ahorro económico sería considerable. La reducción de la transmisión del virus dependerá de la aplicación de medidas eficaces de lucha contra el mosquito, pero exige forzosamente del perfecto funcionamiento del engranaje formado por la concientización social, la voluntad política, la intersectorialidad y multidisciplinariedad, el fomento de la investigación, el fortalecimiento de la legislación sanitaria y la lucha contra las desigualdades sociales. La comunión de todas estas estrategias multifactoriales debe proporcionar soluciones sostenibles y eficaces, además de derivar en enormes beneficios no solo sanitarios sino económicos para el país.

En último lugar no hay que olvidar que, en los casos más graves, la pérdida irrecuperable en vidas humanas es siempre el costo más nefasto de todos. Y es que el dengue no discrimina. Cualquier persona puede padecer la enfermedad, por lo que esta lucha es responsabilidad de todos y cada uno de los habitantes de República Dominicana, sin importar edad, etnia, sexo, procedencia, religión o condición social. Por tanto, es el momento de asumir una profunda responsabilidad y conciencia ciudadanas, pero también es tiempo de apostar e invertir en prevención y de crear marcos sólidos favorables para el funcionamiento del complejo mecanismo encaminado a extirpar esta insidiosa enfermedad de nuestras vidas.

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