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ENFOQUE

“Convertir al comercio en un aliado en la campaña contra el cambio climático”

Acción. El reto de los líderes mundiales respecto al cambio climático es hacer que el comercio adopte prácticas amigables con el medio ambiente.

Roberto Azevedo, director general de la OMCEspecial para LISTÍN DIARIO

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático que se celebra en París marca el inicio de esta nueva era, pero es solo el principio.

Generar impulso para hacer frente al cambio climático es un reto que nos concierne a todos, personas e instituciones. La comunidad internacional más amplia, incluida la OMC, debe desempeñar el papel que le corresponde en este empeño.

Naturalmente, no será una tarea exenta de dificultades. Al igual que gran parte de las actividades económicas, el comercio suele vincularse a las emisiones de carbono, pero el mundo no puede dejar de comerciar, en particular, porque el comercio es fundamental para alcanzar muchos otros objetivos comunes.

El comercio puede contribuir a lograr una mayor eficiencia en la producción, puede mejorar la seguridad alimentaria y, sobre todo, a lo largo de la historia ha demostrado ser uno de los instrumentos más eficaces para luchar contra la pobreza.

El comercio ha desempeñado un papel crucial en la consecución del Objetivo de Desarrollo del Milenio de reducir la pobreza a la mitad, y es un elemento transversal de muchos de los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible convenidos en las Naciones Unidas en septiembre, de modo que esta labor va a continuar.

Por lo tanto, el reto no es dejar de comerciar, sino lograr que el comercio se convierta en un aliado en la lucha contra el cambio climático. Es preciso que creemos un círculo virtuoso de políticas comerciales y ambientales que fomenten la producción y el consumo sostenibles, y que al mismo tiempo impulsen el crecimiento y el desarrollo.

Un repaso a la historia reciente nos da motivo para creer que ello es posible. Han transcurrido algo más de 20 años desde que se firmó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en 1992, y hace exactamente 20 años que se creó la OMC. Desde entonces, el debate sobre el comercio y el medio ambiente ha experimentado una profunda transformación a nivel mundial, y se viene observando cierto grado de convergencia entre ambas esferas.

Las corrientes comerciales internacionales han registrado un crecimiento espectacular a lo largo de este período, en tanto que la economía verde se ha integrado a los modelos empresariales y la inversión en energías renovables ha pasado a ser una práctica corriente.

Las normas y los reglamentos técnicos, que son esenciales para el funcionamiento de los mercados y el comercio, han seguido el mismo patrón, con un robustecimiento de las exigencias ambientales.

Entonces, ¿cómo podemos conseguir que en el futuro las políticas comerciales cumplan plenamente el papel que les corresponde? La pregunta da pie a un debate más amplio, pero para empezar puedo señalar dos elementos.

En primer lugar, debemos mejorar la difusión y el acceso a tecnologías, bienes y servicios respetuosos del clima que apuntalen la transición hacia una economía con bajas emisiones de carbono.

En algunos países, los aranceles de importación aplicados a productos como los calentadores de agua solares exceden del 20% y, en el caso de las turbinas eólicas, del 15%, valores que son muy superiores al arancel promedio del 9%.

Conseguir que los bienes y servicios ambientales sean más económicos y accesibles ayudaría a que los países dejasen de utilizar tecnologías obsoletas y fueran adoptando rápidamente otras soluciones inocuas para el clima. Un grupo de miembros de la OMC que representa la mayor parte del comercio mundial de bienes ambientales está negociando un Acuerdo sobre Bienes Ambientales precisamente para hacer frente a este problema.

Esos miembros están trabajando para reducir sus obstáculos al comercio para una serie de productos ambientales importantes. Si la iniciativa da fruto, ayudaría a difundir tecnologías de punta, como las identificadas por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático, a un costo mucho más bajo, y al mismo tiempo fomentaría la innovación y fortalecería la economía verde en todo el mundo.

Además, aunque quien propicia estas reducciones arancelarias sea un grupo de miembros de la OMC, los beneficios se harían extensivos a todos los miembros de la Organización.

En segundo lugar, podemos aumentar la eficiencia del comercio en general. Como he mencionado antes, con frecuencia el comercio se vincula a las emisiones de carbono, en particular en el contexto del transporte internacional.

Por ese motivo, si bien es importante que tengamos presente que el 80% del volumen del comercio se realiza por vía marítima, y que el transporte marítimo es la modalidad de transporte con menor nivel de emisiones, es evidente que se puede hacer más.

La Organización Marítima Internacional y la Organización de Aviación Civil Internacional están trabajando para encontrar una solución de alcance mundial al problema de las emisiones en los sectores marítimo y de la aviación, y debemos apoyar esos esfuerzos.

También podemos contribuir positivamente aumentando la eficiencia de los procesos y procedimientos comerciales. Por ejemplo, si simplificamos los trámites aduaneros, podremos reducir algunas emisiones generadas por el transporte y hacer que disminuyan las necesidades de energía para la conservación de los productos perecederos antes de que crucen la frontera. Esto será posible gracias al Acuerdo sobre Facilitación del Comercio de la OMC.

Además este Acuerdo contribuirá al crecimiento de las empresas, incluidas las empresas verdes, al reducir los costos del comercio más de un 14% en promedio, sobre todo en los países más pobres. Cada bien ambiental está vinculado a una densa cadena de valor en la que participan proveedores de otros bienes y servicios. Por ejemplo, una turbina eólica consta de más de 8.000 componentes. Acortar el tiempo que se tarda en transportar esas partes componentes a través de las fronteras haría disminuir los costos y ayudaría a aumentar la disponibilidad de tecnologías respetuosas del clima. Espero que las empresas ecológicas aprovechen esta oportunidad.

Sin duda, el comercio podría contribuir en muchos otros ámbitos, por ejemplo, mediante el apoyo de nuevas iniciativas e ideas promovidas en otros foros de la comunidad internacional. El llamamiento que han hecho el FMI y el Banco Mundial para fijar el precio del carbono es un ejemplo de las cuestiones que son complejas y merecen un examen más detenido.

La comunidad internacional afronta un reto histórico. Debemos asegurarnos de que los programas de comercio, desarrollo y medio ambiente se complementen entre sí. Confío en que seremos capaces de superar este reto.

Estadísticas de impacto de la CEPAL Según el estudio Istmo Centroamericano: Efectos del cambio climático sobre la agricultura, los efectos e impactos del cambio climático para los años futuros 2020, 2030, 2050, 2070 y 2100, mediante modelos de funciones de producción, indica que el cambio climático producirá impactos negativos sobre la producción agropecuaria.

Estas pérdidas se proyectan en alrededor de 19% del Producto Interno Bruto, PIB (Se toma como referencia los impactos a 2100 en porcentajes del PIB de 2007 del Istmo Centroamericano). Las estimaciones realizadas con base en los escenarios climáticos predicen que la mayor proporción de las pérdidas se deben a incrementos en la temperatura.

Adicionalmente, en el caso de un análisis piloto realizado para Honduras, se puede precisar que las ganancias agrícolas son sensibles al clima, ya que un aumento marginal en la temperatura promedio anual de un grado Celsius disminuye las ganancias agrícolas anuales en un promedio de aproximadamente 26 dólares, 3% del ingreso.

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