Una lengua casi extinta revive en una película
Hablar haida por primera vez en más de 60 años parecía doloroso. Las mejillas de Sphenia Jones brillaban del sudor y tenía los ojos fuertemente cerrados. Volvió a tratar de pronunciar el áspero eco olvidado de la k’ haida, y volvió a fracasar. Luego esbozó una enorme sonrisa.
“Se siente tan bien”, dijo Jones, de 73 años. “Sobre todo porque puedo decirlo en voz alta sin sentir miedo”.
Al igual que 150.000 niños indígenas por todo Canadá, Jones fue enviada lejos de casa a una escuela residencial para ser integrada a la fuerza a la cultura occidental. Allí, cualquier expresión de su cultura natal estaba estrictamente prohibida. Cuando una maestra la sorprendió aprendiendo otra lengua indígena de dos compañeros de clase, la maestra le arrancó tres uñas, recordó Jones.
Dio resultado: Jones no habló nada más que inglés, hasta hace poco, cuando empezó a aprender sus parlamentos en el primer largometraje en lengua haida, “Edge of the Knife” (Al filo del cuchillo).
Con un elenco ciento por ciento haida y el guión escrito en una lengua en gran medida olvidada, el filme refleja un resurgimiento del arte y la cultura indígena por todo Canadá. Está impulsado en parte por esfuerzos para la reconciliación por los horrores sufridos en esas escuelas residenciales financiadas por el gobierno, de las que la última cerró sus puertas apenas en 1996.
La Comisión por la Verdad y la Reconciliación de Canadá emitió un informe incriminatorio hace dos años, conmocionando a los canadienses con relatos perturbadores de abuso sexual, abuso físico y abandono sufrido por niños indígenas. Restaurar las alrededor de 60 lenguas indígenas, muchas al borde de la extinción, está en el centro de esa reconciliación.
En el mundo quedan menos de 20 personas que dominan la lengua haida con fluidez, según cifras locales. Para los propios indígenas haida, la destrucción de su lengua está vinculada profundamente a la pérdida de identidad.
“Los secretos de quiénes somos están envueltos en nuestra lengua”, afirmó Gwaai Edenshaw, director del filme. “Es cómo pensamos, cómo etiquetamos el mundo a nuestro alrededor. También es resistencia a lo que nos fue impuesto”.
La película, que costó 1.3 millones de dólares, está ambientada en Haida Gwaii —la nación haida, un archipiélago de islas boscosas frente a la costa oeste de Canadá— en la década de 1800. Narra una historia haida sobre un hombre que se ha vuelto salvaje viviendo en el bosque. Pierde la cabeza tras la muerte de un niño, y es devuelto a la fuerza al redil de su comunidad en una ceremonia de sanación.
El guión fue traducido a dos dialectos diferentes que aún quedan de esta lengua: xaad kil y xaayda kil. Ninguna de las estrellas del filme es versada en alguno de los dos dialectos. El equipo de producción organizó un campamento de entrenamiento de dos semanas en abril, para que los miembros del elenco, que también tienen poca o ninguna experiencia en la actuación, pudieran aprender a decir sus parlamentos antes de iniciar la filmación en mayo.
“No estoy acostumbrado a usar mi boca así”, dijo William Russ, de 37 años. “Es como si aprendiéramos de los cuervos y las aves todos esos sonidos de chasquido”.
Los haida formaron su propio gobierno local en 1974 y, en 2002, reclamaron todo el archipiélago en un tribunal canadiense.
Diane Brown, de 69 años, la defensora más conocida de esta lengua en el archipiélago, ha estado grabando de hablantes de tercera edad las frases usadas comúnmente y lecciones en miles de cintas de audio.
Sin relación con ninguna otra lengua, cada muerte significaba una persona menos con quién practicar.