SERIE ESPECIAL (2) QUEREMOS VIVIR EN PAZ

35 colmados por km2: combatir el crimen, un colmado a la vez

Protección. Ante el aumento de los robos y asaltos, los duenos de colmadones han optado por protegerse "enrejando" sus establecimientos comerciales.

Protección. Ante el aumento de los robos y asaltos, los duenos de colmadones han optado por protegerse "enrejando" sus establecimientos comerciales.

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Carolina Santana SabbaghSanto Domingo

En el Distrito Nacional, según cifras del 2010, hay 3,289 colmados y colmadones, es decir, más de 35 colmados por cada kilómetro cuadrado. Estas cifras dan fe de la presencia del colmado en la vida comunitaria.

Los colmados son un centro de recreación comunitaria y hay suficientes en todo el país como para dividir el territorio en células reducidas para una política criminal profunda y verdaderamente diferenciada. Capotillo, por ejemplo, tiene un solo kilómetro cuadrado de extensión y su realidad de microtráfico no es ni parecida a la de sus comunidades colindantes y cercanas como La Zurza y Gualey.

La clave del éxito de la política criminal descansará sobre la capacidad de las autoridades de dividir el territorio en comunidades pequeñas y reducidas y ofrecer atención diferenciada en cada una de ellas. Por esa lógica, tan propia de la conocida “place-based strategy”, o estrategia basada en el lugar. Nuestro país debe tratar los colmados y colmadones como puntos focales y centros de política profiláctica.

Quizás para algunos parezca curioso que sean estos comercios tan típicos el eje principal de la política criminal preventiva y secundaria que proponemos. No debe asombrar. Los colmados dominan las calles de la comunidad a la que le sirven. Muchos podemos dar fe de que si se está perdido buscando algún lugar, basta llegar al colmado más cercano para que el “delivery” sepa llevarle exactamente al destino.

Lugares necesarios Los colmados y colmadones son, en términos de inteligencia comunitaria, casi un ángel salvador para cualquier intento de diseño de políticas públicas diferenciadas y específicas, y hay suficientes -de hecho, más de los necesarios- como para que la inteligencia comunitaria fundamentada en ellos presente un incremento de capacidad y de especificidad necesarias para prevenir y dar seguimiento a los temas de seguridad de manera efectiva. No solo son idóneos en términos cuantitativos, pues hay suficientes como para fragmentar el campo de ejecución de manera adecuada, sino que, además, manejan información cualitativa de su entorno que es necesaria y útil para el diseño y ejecución de la política criminal.

Sin una política criminal con divisiones adecuadas de campos de acción y con información de alta especificidad, la criminalidad estará “un paso más adelante” que las autoridades, dotados de mayor conocimiento acerca de la comunidad en la que operan, las zonas de vulnerabilidad, los callejones oscuros, las residencias en las que viven personas desvalidas, entre otras informaciones de profunda especificidad que a veces las autoridades investigan una vez ocurridas las desgracias, para identificar -con posterioridad- la misma ruta del crimen que pudieron haber identificado previamente con inteligencia comunitaria adecuada, como la que puede llevarse a cabo de la mano de los colmados.

Naturalmente, no podrán las autoridades abordar las decenas de miles de colmados y colmadones que hay en todo el país en un solo intento o momento. No sería posible. Por eso, es necesario un plan de intervención comunitaria paulatina, que considere, en adición a la realidad criminal de cada zona, las rutas de transporte y los colmados y colmadones como ejes en la delimitación de las comunidades a abordar.

Accion inteligente Podría iniciarse con una unidad piloto, un área reducida en la que se intervendría a la comunidad de manera pacífica, inteligente y estratégica, con el primer objetivo de realizar levantamientos y diagnósticos así como operativos de inteligencia comunitaria contra el crimen, que sean mucho más específicos y puntuales que la data que se sistematiza a nivel oficial, incluyendo no solo información cuantitativa, sino también cualitativa, para el diseño de un plan específico, hecho a la medida para esa comunidad.

Ese diagnóstico luego deberá arrojar las necesidades de infraestructura, manejo de contingencias específicas, vigilancia, concienciación, tratamiento comunitario, psicológico y trabajo social que determine la investigación realizada en el campo de acción.

Con ello, se procedería, entonces, a una política pública que no analice los fenómenos criminógenos desde demarcaciones amplias y vagas como provincias y municipios que no pueden ser definidas en su conjunto con una sola cifra porque dentro de ellas coexisten realidades criminales de diversa índole.

Basta notar la abismal diferencia entre las calles de los sectores privilegiados de la capital y los barrios que le colindan en pleno centro del Distrito. No es posible, por ejemplo, abordar el Distrito correctamente promediando todas las realidades que alberga. Hay que abordarlo por partes. Hay que ir a los colmadones.

CONTRASTE Capotillo, tiene un kilómetro cuadrado de extensión y su realidad de microtráfico no es ni parecida a la de sus comunidades colindantes como La Zurza y Gualey.

UN PASO Un paso importante para una política efectiva contra el crimen, es dividir el territorio en comunidades pequeñas y reducidas.

Visitantes. Los colmados y colmadones, en barrios del Gran Santo Domingo, no
solo reciben cada día a decenas de personas que van a consumir y comprar, sino a
ciudadanos que lo usan como guía para buscar direcciones.

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