LA NARRACIÓN DE UNA TARDE DE JUEGO
'Diantre, se me escapó un gengar'
EL POKEMÓN COMIENZA A CAMBIAR HÁBITOS ENTRE JÓVENES DE SECTORES DE LA CAPITAL
¡Diantre, se me escapó un Gengar!, exclamó un joven, de unos 25 años, que minutos antes había salido de una yipeta junto a cuatro acompañantes, todos con “sus armas en las manos”.
Celular en mano, el grupo se dirigió apresurado donde había una “gran algarabía porque un grupo de jugadores había descubierto un nuevo nido”.
A la alerta para descubrir un “growlie” todos los presentes en la plaza se movían “como abejas hacia el panal”. Había un cebo que los atraía como moscas.
La satisfacción por haber atrapado su monstruo favorito producía más algarabía que los “jonrones de Sammy Sosa”, en un lugar casi siempre deshabitado, cuando no es sede de la feria anual del libro. A unos metros de distancia algunos padres u otros miembros de la familia observaban cómo estos se divertían.
Tiempo de ocio
Y es que la fiebre del Pokemón ha comenzado a cambiar el comportamiento de los jóvenes de la ciudad, al menos los de la clase media y alta.
Lo ocurrido este fin de semana en la Plaza de la Cultura puede ser la confirmación.
Cientos de estos jóvenes no fueron a la playa, ni al Parque La Lira, ni a los bares de moda de la Zona Colonial o el polígono central de la ciudad. A cambio, decidieron “caer en el cebo preñado de pokemones” que hay en este lugar.
Es que en el lugar se encuentran algunas de las motivaciones de este popular juego: llevar a los jóvenes a los museos. A pesar de que en este lugar se encuentra la mayor cantidad y los más importantes museos del país, paradójicamente estos estuvieron cerrados, lo que impidió que estos jóvenes volvieran a entrar a estos lugares donde tal vez solo lo han hecho en las visitas escolares.
La mayor parte se concentró en la plaza Fabio Fiallo, al lado del Museo de Historia Natural, donde desembarcaron sus cargadores y accesorios para celulares, pero también sus neveritas de playa, refrescos y alimentos.
El negocio
Pero con la fiebre también llegó el ingenio, como el de una señora y su hija que llevaron “sus quipes y pastelitos”, a sabiendas que ahí habría mercado, y tuvieron razón.
Ya lo habían descubierto vendedores de helados y otras “chucherías”, de nacionalidad haitiana que desde temprano “montaron su negocio”.
Ingeniosos también resultaron algunos que llevaron sus bicicletas, patinetas o “skateboard”, para realizar su recorrido por cada punto.
Los jugadores
La mayor parte de los jugadores llegó en sus propios automóviles, dos de ellos con uniformes que los acreditaba como médicos y dos mujeres jóvenes embarazadas.
Ellos conformaron un grupo esterogéneo, con una edad entre los 22 a 30 años, algunos ya profesionales, que han seguido la tradición de “atrapar monstruos” cuando eran aún “teenager”.
Este popular fue creado en 1997 por la empresa japonesa Nintendo y ahora, gracias a la tecnología que le brinda la compañía norteamericana Google, sus fanáticos sin necesidad de tener “un tazo” logran al monstruo en sus teléfonos celulares. Al final de la tarde los jugadores se felicitaban al tiempo que direccionaban su celular hacia arriba, como si esperasen que en algún momento “el maná les caiga del cielo”.
La fiebre ya está.