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ENVEJECER CON PENA

Centro aloja a 84 reos envejecientes

INAUGURADO EN FEBRERO PASADO, ALLÍ CUMPLEN CONDENA EN CONDICIÓN DIGNA 84 ADULTOS MAYORES

Privados de libertad. Dos personas de la tercera edad caminan en el Centro Especial para Envejecientes.

Privados de libertad. Dos personas de la tercera edad caminan en el Centro Especial para Envejecientes.

Sin barrotes, ni rejas, en 22 casas guardan prisión 84 adultos mayores, con edades entre 60 y 85 años, en un centro especial para hombres envejecientes ubicado en Haras Nacionales, La Victoria.

Habitan allí desde el 21 de febrero de este año, fecha en que comenzó a funcionar ese centro, con capacidad para 150 personas. Se trata de una iniciativa del Nuevo Modelo de Gestión Penitenciaria de la Procuraduría y el Consejo Nacional para Personas envejecientes (Conape). Los primeros inquilinos fueron 93, de los cuales 83 fueron trasladados desde la cárcel La Victoria.

De los 84 recluidos en la actualidad, 77 son dominicanos, cuatro haitianos y tres holandeses.

Aunque son adultos mayores, la directora del centro, Nelsida Pepén, apunta que tratan de que se mantengan activos para que sean productivos, pero verificando primero su situación de salud fÏsica y psicológica.

La mayoría participa en diferentes actividades: 20 en el programa de alfabetización Quisqueya Aprende Contigo; 15 en un curso de hortalizas; 18 en agricultura; 15 en uno de repostería y 10 en uno de inglés. Alrededor de 15 trabajan en labores agrícolas, sembrando diferentes rubros.

Ellos mismos se ocupan de mantener organizada su habitación, aunque algunos no pueden hacerlo por su condición física o de salud, ya que 47 son hipertensos y 20 diabéticos. Además, cuatro tienen discapacidades en sus extremidades inferiores.

Reciben asistencia médica y psicológica en un consultorio donde son atendidos por varios especialistas. En esa área se deben depositar los medicamentos que lleven familiares, porque según contó Pepén, los internos no pueden tenerlos en las habitaciones, sino que son medicados en el consultorio.

Como en otros centros, desde las 6:30 de la mañana empieza la rutina del día, con el baño personal, limpieza y organización del alojamiento.

Pero a diferencia de otros recintos carcelarios, el horario de recogimiento es a las 8 de la noche, porque por ser adultos mayores necesitan más horas de descanso, según explicó Pepén, quien es psicóloga. Desayunan a las 8 de la mañana, y el almuerzo a las 11:45, con un menú preparado cada semana por las autoridades y especialistas del centro, alimentos que son suministrados por la Procuraduría.

Pepén explica que el objetivo de elaborar el menú es que reciban una alimentación balanceada. De la preparación de los alimentos se encargan dos cocineros nombrados por la Procuraduría, que reciben la ayuda de algunos internos.

No se permite la entrada de comida. Todo lo que consumen se los proporciona el centro. En un economato pueden adquirir productos, entre ellos dietéticos para aquellos que lo ameritan. Tampoco pueden manejar dinero, sino un ticket para hacer compras.

Las visitas son los sábados, de 9 a 11:30 de la mañana, y de dos a cinco de la tarde. Cada privado de libertad puede recibir cuatro personas por turno, pero a unos 20 nadie los va a ver.

“Ellos generalmente reciben muchas visitas; pero tenemos algunos que sus familiares no los visitan”, señala Pepén. Expresa que los más adultos, sus familiares se mantienen atentos a ellos, al igual que personal del Consejo Nacional de la Persona Envejeciente (Conape).

El centro en nada se asemeja a las tradicionales cárceles, pues lo único que indica que se ha llegado a un penal es la presencia de los Agentes de Vigilancia y Tratamiento Penitenciarios (VTP), que están en la entrada uniformados.

Alojamiento Techadas de block y tabla, y cobijada de zinc, cada casa consta de tres habitaciones, una sala y un baño, en la cual habitan seis internos.

Cada habitación posee dos camas de un solo nivel. En la sala y en cada habitación tienen un abanico de pared. Cuentan con un televisor pantalla plana, de 32 pulgadas, con servicio de cable, una mesa plástica, seis sillas del mismo material, y una nevera tipo bebedero. Cuentan con área de lavado con tres lavadoras.

En la sala está pegada una hoja con las calificaciones sobre el comportamiento de cada interno que está alojado en la casa. Los envejecientes se siente bien allí, aunque sin dejar de añorar su libertad. “Aquí es mejor, yo mismo me encuentro mejor, aquí estoy en lo fresco, aquí tengo mi cama. Si quiero agua hasta me la buscan, todo lo que necesito me lo buscan, nada más tengo que pedirlo”, afirma Antonio Martínez, quien está recluido por homicidio, al quitarle la vida a un señor en Yamasá, que según dijo, vivía amenazándolo, por lo que se cansó de aguantar esa situación. Martínez fue condenado a 30 años, 15 en un centro de corrección y 15 en un asilo.

Al compararlo con la cárcel de Monte Plata, donde duró más de cinco años, asegura que se encuentra mejor en el centro.

Similar valoración tiene Arsenio Ramírez, de 69 años, quien anteriormente estuvo recluido en La Victoria por más de un año. Persona con discapacidad producto de la diabetes que padece, cree que si hubiese continuado en La Victoria ya se habría muerto.

“Ir a La Victoria son los primeros pasos para llegar al infierno, no es fácil, si me hubiera quedado allá estuviera muerto”, comenta. Aunque se siente mal por estar preso, reconoce que en el centro lo tratan bien y que el personal es bueno. Está acusado de violación sexual en perjuicio de una nieta, menor de edad, según él, de forma injusta.

LOS DELITOS QUE LOS LLEVARON A LA CÁRCEL De los 84 adultos mayores que alberga actualmente el centro, 68 están en condición de condenados, y 16 son preventivos, siendo el homicidio (33) y la agresión sexual (38) los principales delitos por los cuales guardan prisión. Otros 5 por narcotráfico, 3 por robo, 2 por intento de homicidio, uno por secuestro y uno por incendio.

La condena promedia entre 20 y 30 años, y la mayoría llegó a la tercera edad en la penitenciaría.

Lydiana Brioso de la Cruz, encargada legal, precisa que la edad máxima para estar en prisión es 74 años, según contempla el Código Procesal Penal. Sostiene que cuando superan esa edad, es un asunto que competente a los jueces. Pero precisa que por lo general cuando eso ocurre se le revisa la pena y se le condena a prisión domiciliaria.

Ella lleva un control sobre su situación jurídica, los delitos y la condena de cada uno y del tiempo que llevan en prisión.

Observa que ha visto que llegan personas preventivas hasta con 80 años, lo cual sostiene son situaciones que no tienen nada que ver con el centro de corrección, sino con los jueces que los condenan.

La directora del centro precisó que siete de 87 internos que recibieron de La Victoria tenían hasta dos meses que habían cumplido su condena, en cuyo grupo se focalizaron para gestionar su libertad, lo cual lograron, al igual que la de otros seis. Pepén refirió que no contaban con el expediente legal de muchos de ellos.

Explicó que había un adulto mayor con parálisis, en silla de ruedas y que no hablaba. Dice que gestionaron su libertad, pero los familiares no lo quisieron recibir, por lo que el Conape lo llevó a un hogar para adultos mayores.

Otro murió después de obtener su libertad, mientras recibía asistencia en un hospital, porque estaba en estado de gravedad, debido a las condiciones en que vivía en la cárcel La Victoria, en un área donde predomina el hacinamiento.

Allí guardan prisión 84, distribuidos en 22 casas rodeadas de árboles, en un ambiente agradable.

Corrección. Autoridades del centro y especialistas elaboran cada semana el menú que recibirán los internos, con los alimentos que les suministra la Procuraduría, que son preparados por dos cocineros.

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